LA POLÍTICA ES DE BRONCE

La marcha del sábado 15 de noviembre, convocada por la llamada Generación Z y por el Movimiento del Sombrero, impulsada y patrocinada por partidos y opositores al gobierno de Claudia Sheinbaum y Morena, culminó a las 14 horas. Lo que siguió fue una provocación, la contención y el desalojo de la Plaza de la Constitución, que terminó en hechos de violencia, que han atizado la hoguera del odio en las redes sociales y han aparecido en primeras planas de medios de comunicación nacionales y extranjeros.

El sábado estuve en el Zócalo y sus inmediaciones desde las 10 de la mañana hasta las cuatro de la tarde; además, he revisado videos de fuentes oficiales y medios de comunicación certificados. Puedo afirmar que el grupo, la “muta”, como dice Elías Canetti en Masa y poder, de entre 200 a 300 individuos —con el rostro cubierto, voluminosas mochilas, vestidos de negro o con ropa oscura— no son del Bloque Negro, porque su complexión física, su manera de organizarse, iniciar la violencia, agredir a los policías y dispersarse cuando comenzó el desalojo los delatan.

El Bloque Negro, al menos como se ha expresado en México, está conformado por grupos mayoritariamente de jóvenes, hombres y mujeres —en el grupo del sábado no había una sola mujer— de clase media o clase media baja urbana, que se vinculan a las luchas contra el patriarcado, la defensa del medio ambiente, la protección de los animales y la crítica a las corporaciones transnacionales. Su declaración política es la violencia que ejercen sobre monumentos y zonas históricas, marcas corporativas e infraestructura urbana, como una forma de expresar y hacer visible su descontento.

Tampoco son integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Este sector del magisterio, aunque ejerce prácticas radicales, lo hace sin cubrirse el rostro; su complexión física y su discurso son inconfundibles. ¿Por qué el Bloque Negro o estos provocadores nunca participan en marchas de la CNTE? Porque los profesores no lo permiten, los detectan y los neutralizan.

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Tampoco el grupo de provocadores tenían pintas de ser de las fuerzas armadas o de la Guardia Nacional. La pinta de un soldado es inconfundible aunque estuvieran con el rostro cubierto. Eso si estaban bien organizados y preparados para la violencia.

Del lado de la policía también hay que decir varias cosas. Primero, que contuvieron de manera pacífica y organizada durante varias horas las agresiones; impidieron que este grupo de provocadores lograra ingresar tanto a la Suprema Corte como a Palacio Nacional; sin embargo, al proceder al desalojo de la plaza también hubo hechos de violencia.

Es lamentable que después de más de medio siglo se carezca de un cuerpo policial capaz de disolver una manifestación sin excederse en la violencia. Es obvio que les falta equipo y preparación. Los policías no agredieron y capturaron a los encapuchados; más bien aprehendieron y, en algunos casos, golpearon a manifestantes que se habían sumado a la provocación o bien a simples asistentes a la concentración.

Falló la inteligencia del gobierno capitalino y federal, porque bien pudieron haber encapsulado a este grupo violento en calles aledañas a la plancha del Zócalo. No lo hicieron. Los siete procesados y trasladados al reclusorio por los hechos del sábado 15, presumiblemente participaron en las agresiones a policías, pero casi estoy seguro de que no forman parte del grupo inicial que inició la violencia. Cuando comenzó el desalojo, se dispersaron a discreción por diversas calles del Centro Histórico.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha pedido que la Procuraduría de Justicia capitalina investigue los hechos. La procuradora Bertha Luján la tiene fácil: simplemente tiene que pedir los videos de la calle 5 de Mayo alrededor de las 14 horas y dar seguimiento a dónde se congregó el grupo que inició la violencia.

La provocación de la marcha del 15 de noviembre me recordó aquellos años del movimiento estudiantil, cuando en las asambleas previas los estudiantes —entre ellos la ahora presidenta Claudia Sheinbaum— nos organizábamos para garantizar la seguridad de la marcha y evitar provocaciones de los porros de la Rectoría o de los infiltrados de Gobernación.

A pregunta expresa, Claudia Sheinbaum negó de manera categórica que algunos de los provocadores pertenezcan a Morena. Le creo a la presidenta, pero también estoy seguro de que varios o varias están tentados a jugar con fuego.

Eso pienso yo. ¿Usted qué opina? La política es de bronce.