“Quisieron incendiar la ciudad... y terminaron quemándose solos.”

A estas alturas, nadie debería sorprenderse: lo que estamos viendo en Poza Rica ya no es simple oportunismo, sino una estrategia política diseñada para convertir el desastre en laboratorio de manipulación. Movimiento Ciudadano no está improvisando; está ejecutando un libreto.

Desde los primeros días posteriores a la emergencia, se detectó un patrón: provocadores que aparecen justo donde hay presencia del Estado, cámaras listas para capturar “enfrentamientos espontáneos”, y una maquinaria digital que edita, recorta y difunde el material en cuestión de minutos. No se trata de indignación ciudadana, sino de indignación dirigida.

El guion detrás del drama

El texto es viejo, pero efectivo.

  1. Acto uno: el agitador —aparentemente un vecino cualquiera— increpa a un funcionario.
  2. Acto dos: el cómplice graba y sube el video con etiquetas cuidadosamente elegidas.
  3. Acto tres: las redes de bots y simpatizantes lo amplifican hasta hacerlo tendencia.

El resultado: una escena montada que se convierte en “noticia”. Un par de gritos se transforman en “el pueblo enardecido”. El mensaje de fondo es simple y demoledor: “el gobierno no puede”.

Detrás de esa producción hay nombres conocidos: operadores naranjas resentidos por derrotas electorales, un excandidato local que no supera su fracaso, y un grupo de “periodistas” sin credenciales que encontraron en la crispación su modo de vida. No actúan por altruismo ni por amor al pueblo: actúan por encargo.

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El cálculo frío del oportunismo

Lo explicó con precisión Luis Ramírez Baqueiro en Ventanaver: esto no es una disputa por la verdad, sino por el relato. Mientras la gobernadora Rocío Nahle recorre colonias y coordina la ayuda, ellos montan escenarios para socavar su autoridad. La solidaridad real les estorba, porque interrumpe la narrativa de abandono que necesitan para sobrevivir políticamente.

Incluso desde Nuevo León, Samuel García intenta colarse en el guion, enviando supuestos apoyos a Poza Rica como si el dolor fuera una franquicia más para su marca personal. No es solidaridad: es publicidad política disfrazada de empatía.

Guerra de percepciones

La política mexicana está entrando en la era del post-desastre: donde cada tragedia se convierte en campo de batalla digital. Los algoritmos ya no se usan solo para vender productos, sino para fabricar emociones. Y Movimiento Ciudadano lo entiende: su apuesta no está en la gestión, sino en la manipulación.

La ecuación es sencilla: si logran sembrar suficiente enojo y miedo, cualquier esfuerzo gubernamental —por legítimo que sea— se diluye entre la confusión. Es una guerra psicológica a bajo costo y alto rendimiento electoral.

La respuesta ciudadana

Pero Poza Rica no cayó en la trampa. Pese al ruido artificial, la mayoría de su gente siguió ayudando, limpiando, organizando y reconstruyendo. Los videos de provocación se viralizan un día; la solidaridad cotidiana no necesita cámara.

Por eso duele y a la vez fortalece: porque mientras unos usan la tragedia como escenario, otros la enfrentan como comunidad. La diferencia entre ambos es moral, no mediática.

Epílogo

El laboratorio del caos está a la vista. Lo que hagan hoy con Poza Rica, mañana lo intentarán en cualquier otro punto del país donde haya desgracia o enojo. Por eso es vital desenmascarar su método ahora: porque la mentira, cuando se vuelve costumbre, deja de parecer mentira.

Pero en esta ciudad, donde la gente prefiere actuar antes que fingir, el fuego del odio no prendió. Quisieron incendiar Poza Rica… y terminaron quemándose solos.