Quise poner a mi columna ese título porque siempre hablamos de los otros. O hablamos de “la salud mental” como si fuera la salud mental de otros, pero no nos atrevemos a hablar de la nuestra.

Me estruja el corazón estar enterándome de la cantidad de suicidios que se están cometiendo principalmente en la Ciudad de México.

El día de ayer, en un mismo día, dos notas que versaban así:

Hombre cayó desde el séptimo piso de un Hotel en Centro Histórico en la CDMX”, “Murió una joven en Centro Comercial Santa Fe tras lanzarse al vacío desde un segundo piso”.

Y como éstas notas, muchas más notas de esta índole  en todo México. ¿Qué está pasando con el tema de la salud mental en nuestro país? ¿Quién la está atendiendo? ¿Quién le está dando prioridad e importancia?

Porque no sólo se trata de tener call-centers donde las personas puedan llamar y recibir apoyo psicológico. Va mucho, mucho más allá.

Quizá al escribir esto, me arriesgo a  exponer mi condición psicológica y emocional, pero lo haré  porque tan solo con una persona que me haya leído y se haya podido sentir acompañada o acompañado por mí, habrá valido toda la pena.

No voy a detenerme como psicóloga que soy a escribir de la salud mental. Escribiré de mi salud mental. Y de la salud mental de mi madre, que hoy, justamente, cumple 7 años de haber fallecido.

Hablaré de mi niñez… Desde estuve estaba fragmentada en mil pedazos pero que nadie vio. Puedo entender ahora que en mi niñez el tema de la salud mental era intocable, es más, no se concebía a un niño padeciendo trastornos mentales y emocionales. Pero yo sí los tuve… Yo padecía de  trastorno de ansiedad y ataques de pánico  y muy severos.

Nunca fui atendida porque nadie lo notaba. Yo salía corriendo del salón en la primaria  y para mí respirar fuera de ahí me tranquilizaba. Imagino que mi maestra en turno pensaría que estaba yo dañada mentalmente pero no le daba mayor importancia... ni mandaban llamar a mis padres ni ejercían ninguna otra acción para ayudarme.

Yo no entendía qué era lo que tenía. No tenía la menor idea.

Llegaba la hora de la salida y siempre pasaban por mí hasta el último. Ahí entraba otra vez en ataques de pánico. No podrían imaginarse lo que sentía. Era una niña con trastorno de pánico. Creía que nadie me recogería. La sensación de abandono me acompañó durante toda mi vida.

Mi madre padecía problemas mentales  severos, por eso es que no podía hacerse cargo de mí. Esa función la hacía mi única hermana, 13 años mayor, que también murió en el mismo año que mi madre.

Y así fui sobreviviendo con los recursos que tenía y lo mejor que tenía mi madre para darme, así como el esfuerzo sobrehumano de mi hermana para que yo siguiera andando en la vida.

Llegó la secundaria, acompañada  igualmente de  ataques de pánico constantes y  trastorno de ansiedad, pero ya también con rasgos depresivos. Afortunadamente ahí ya fui detectada por un director que tuvo la sensibilidad de pensar que algo en una chica de 15 años no andaba bien y me remitió con la psicóloga del colegio. ¡Cuánto agradezco ese encuentro!

Entré a la preparatoria con mucho mayor control y fortaleza, porque empecé a entender qué era lo que me pasaba y ni se diga cuando entre a estudiar la carrera de psicología. Ahí entendí la cantidad de cosas que cargué en silencio durante años , sin ayuda de nadie, pero sin culpar a nadie tampoco.  Porque nadie entendía, nadie hablaba de la salud mental. Era vergonzoso hablar de la salud mental. Un tabú literalmente.

Parecía que no se podía hablar de ello, que podías condenarte al expresar lo que sentías, o que podía la gente estigmatizarte si te atrevías a tocar ese punto.

Mi madre intentó dos veces terminar con su vida. Las cosas que sentí ante esto fueron infinitas: Fui desde el coraje, la rabia, la impotencia, la tristeza, el dolor…

En el primer intento mi madre sobrevivió, a pesar de estar muy grave en terapia intensiva durante dos semanas.

Hoy mi madre cumple 7 años de fallecida; se quitó la vida.

Ayer, al saber de estos dos seres humanos que se suicidaron, quise correr y haberlos abrazado antes, decirles que sí, que es muy dura la vida pero que vale la pena vivirla así como viene. Pero no pude hacer nada por ellos, ni por mi madre pude hacer nada más.

Por eso me atrevo a escribir esto, porque algo grave y delicado está pasando con nuestras saludes mentales. Algo pasa, pero nadie está haciendo nada. Nadie se está haciendo cargo, a nadie le está importando .

Incluso el presidente ha mandado desaparecer todos los psiquiátricos, así como queriendo desaparecer todos los trastornos mentales y emocionales en cientos sino es que millones de mexicanos tienen.

Desde ahí anula en su mente tan pequeña que la gente pueda padecer enfermedades mentales y emocionales graves. Nadie padece de sus trastornos mentales según el presidente, obvio mucho menos él, así debe de pensar, entonces la salud mental y todo lo que tenga que ver con psiquiatras y psicólogos quedan hechos a un lado. Porque, por Dios, pero no recuerdo que el presidente nunca haya mencionado la palabra “trastorno mental, psicólogo, psicóloga, psiquiatra”.

Es inaudito.

Hoy por hoy sobrevivo todos los días luchando contra mis propios demonios.  Hay días buenos y días en donde tengo que poner todo de mí para estar de pie . Voy a terapia y me ha ayudado muchísimo estudiar y leer “Un Curso de Milagros”, todo los cursos habidos y por haber para poder estar yo mejor, los he tomado y me han funcionado pero sobre todo mi fe. Tenerle fe a algo o a alguien le da a tu vida otro sentido.

Ahora entiendo  y detecto cuando se acerca algún ataque de pánico, lo identifico y lo detengo con respiraciones profundas.

La depresión va y viene... También sé que es un huésped que a veces le encanta habitar en mí, y es cuando más me esfuerzo para no dejarle pasar. Pero también lo permito a veces.

Luchar todo el tiempo para aparentar  que todo está bien es muy desgastante para mí.

Ya no me interesa quedar bien con nadie. Al contrario, prefiero que me conozcan así tal cual soy porque saben que lidio con muchas cosas y sin embargo mis talentos, sueños y aspiraciones están intactas. Que me encanta trabajar y que tengo esperanza en el futuro.

Hoy, que escribo esto un poco en homenaje a mi madre y un poco por las personas  que ayer decidieron quitarse la vida, si me lees y te has identificado un poco conmigo, entonces puedes saber que no estás solo, y que tampoco has enloqueciendo. No me queda duda de que la pandemia desencadenó más todos estos trastornos de salud, los potenció y maximizó de una manera muy severa.

Ahora, con la nueva directora de la SEP (ni con la anterior), me parece ni en cuenta tengan de esta situación. Desde que entró Obrador al poder las áreas psicoemocionales para los niños más pequeños dejaron de existir. ¿Por qué razón? No lo sé .

En alguna que otra escuela hay psicólogos sobre todo en las privadas , pero no m, ya no es suficiente.

Muchos niños y adolescentes no saben cómo acercarse para pedir ayuda, les da temor que sus otros amigos se burlen si se enteran que pidieron ayuda, les da vergüenza y mejor prefieren callar,  así que soy de la idea de que debería de ser dentro del aula de clases que se tendrían que tocar estos temas y hablar abiertamente de ellos  y sobre todo, instruir y entrenar a los maestros a identificar y detectar  cuando un niño o adolescente está deprimido, cuando es bulleado, cuando tiene ataques de pánico y/o de ansiedad, cuando se autolesiona.

Pero claro, esto creo que sólo pueda suceder en Dinamarca.

Por mi parte,  tú que me lees , aquí estoy si alguna vez necesitas hablar con alguien. Hablar puede hacer toda  la diferencia.

Dejemos de temerle hablar de la salud mental. Al contrario, dado que este gobierno no le está dando su peso y su valor a este tema, es hora de que nosotros podamos visibilizarlo, porque quizá en nuestras manos este salvarle la vida a alguien más, incluso salvarnos a nosotros mismos.

La vida no es fácil, pero vale la pena vivirla.

Es cuanto.