Luis Buñuel (1900-1983) se anticipó al concepto de “dictadura perfecta” de Mario Vargas Llosa y a la pusilánime y complaciente “dictablanda” de Enrique Krauze. Llegado a México como exiliado a vivir del y para el cine, se convirtió en observador del folclorismo local, de la violencia, la corrupción y el autoritarismo mexicano. No obstante cierta estabilidad del país, describió las virtudes del PRI (el “sistema hegemónico de dominación de un partido” esgrimido por Octavio Paz en la misma sesión en que Vargas Llosa y Krauze hablaron) como una “dictadura democrática”.

Lo describe en Mi último suspiro, memorias publicadas en 1982:

“A este exceso de poder —llamémoslo «dictadura democrática»— se añade la corrupción. Se ha dicho que la mordida es la clave de toda la vida mexicana. Existe a todos los niveles (y no sólo en México). Todos los mexicanos lo reconocen, y todos los mexicanos son víctimas o beneficiarios de la corrupción. Lástima. Sin eso, la Constitución mexicana, una de las mejores del mundo, podría permitir una democracia ejemplar en América Latina”.

En ese contexto político y social, Buñuel realizó su trabajo artístico. No pocas películas por encargo, “para comer”, otras por su propia pasión cinematográfica; algunas de las primeras como El gran calavera, son extraordinariamente divertidas y con escasos atisbos del surrealismo característico del autor.

Aprovechemos que este 15 de agosto se ha celebrado el Día del Cine Mexicano (se hace desde 2017) para continuar la serie sobre Luis Buñuel y sus películas mexicanas. Sobre todo, porque la celebración anunciada por la presidenta Claudia Sheinbaum desde las espectaculares instalaciones de la Cineteca Nacional de la cuarta sección del Bosque de Chapultepec (a la cual se llega por el también espectacular cablebús), se extenderá hasta el 31 de agosto (con esa referencia, agotaremos lo de Buñuel con una entrega número VI).

Las columnas más leídas de hoy

Para que los interesados tengan en claro los antecedentes, aquí van los enlaces a las IV entregas anteriores:

Luis Buñuel I; su diagnóstico político de México:

https://www.sdpnoticias.com/opinion/luis-bunuel-i-su-diagnostico-politico-de-mexico/

Luis Buñuel II; su cine mexicano: https://www.sdpnoticias.com/opinion/luis-bunuel-ii-su-cine-mexicano/

Luis Buñuel III; ateo gracias a dios, y su cine mexicano: https://www.sdpnoticias.com/opinion/luis-bunuel-iii-ateo-gracias-a-dios-y-su-cine-mexicano/

Luis Buñuel IV; la violencia y su cine mexicano: https://www.sdpnoticias.com/opinion/luis-bunuel-iv-la-violencia-y-su-cine-mexicano/

De lo que se ha tratado es, más que analizar lo multi-analizado del cinebuñueliano” (con gracia, cuenta una anécdota de 1978, cuando el secretario de Cultura le hizo entrega del Premio Nacional de las Artes, “una soberbia medalla de oro en la que figuraba grabado mi nombre, Buñuelos. Rectificaron por la noche”), ofrecer al lector lo que el cineasta ha dicho sobre sus filmes mexicanos, “lo que he retenido lo que me ha llamado la atención…, recuerdos que quizás ayuden a conocer a México de un modo bastante diferente, desde el lado del cine”.

La entrega IV concluyó con El río y la muerte y anunciaba para la V, en el contexto de la violencia, Ensayo de un crimen o La vida criminal de Archibaldo de la Cruz. A partir de la primera, narra ampliamente en sus memorias sobre los distintos modos de la violencia mexicana, la cual ha registrado en su cine y en sus memorias como reflexión; en algunos casos se trata de anécdotas hilarantes. La película, basada en la novela de Rodolfo Usigli expresa la violencia individual ejercida sobre los otros, sobre las otras. En el cine de Buñuel una constante es la violencia en diversas expresiones, en su cine mexicano es marcada esa característica porque parte de una realidad que, aunque con cambios dramáticos y recientes en nuestra vida democrática, continúa en nuestro presente; de ahí que sea importante la mirada de su memoria. Con pequeñas intervenciones y comentarios, dejemos que hable a partir de su cinta mexicana número 16:

16. Ensayo de un crimen o La vida criminal de Archibaldo de la Cruz; 1955

La vida criminal de Archibaldo de la Cruz, realizada en 1955, se inspiraba originariamente en la novela, la única novela, creo, del dramaturgo mexicano Rodolfo Usigli. La película obtuvo bastante éxito. Para mí, queda ligada al recuerdo de un extraño drama. En una de las escenas, Ernesto Alonso, el actor principal, quemaba en un horno de ceramista un maniquí que era reproducción exacta de la actriz, Myroslava. Muy poco tiempo después de terminado el rodaje, Myroslava se suicidó por contrariedades amorosas y fue incinerada, según su propia voluntad.”.

Película bien lograda a partir de la novela de Rodolfo Usigli, Ensayo de un crimen:

17. La muerte en el jardín (La mort en ce jardín); 1956

“En cuanto a La mort en ce jardin, recuerdo sobre todo los dramáticos problemas de guion, que es lo peor de todo. No conseguía resolverlos. A menudo, me levantaba a las dos de la madrugada para escribir durante la noche escenas que, al amanecer, le daba a Gabriel Arout para que corrigiese mi francés. Debía rodarlas durante el día. Raymond Queneau vino a pasar quince días en México para intentar —en vano— ayudarme a resolver la situación. Recuerdo su humor, su delicadeza. Nunca decía: «Eso no me gusta, no es bueno», sino que comenzaba siempre sus frases con un: «Me pregunto si...»

“Es autor de un hallazgo ingenioso. Simone Signoret, ramera en un pequeño poblado minero en el que ya se han producido disturbios, está haciendo la compra en una tienda. Adquiere sardinas, agujas, varios otros artículos y, luego, pide una pastilla de jabón. En ese momento, se oyen las cornetas de los soldados que llegan para restablecer el orden en el pueblo. Cambia rápidamente de idea y pide cinco pastillas de jabón. Desgraciadamente, por razones que no recuerdo, esta corta escena de Queneau no pudo figurar en la película”.

Tráiler de la película francomexicana:

18. Nazarín; 1958

“Con Nazarín, rodada en 1958 en México y en varios bellísimos pueblos de la región de Cuautla, adapté por primera vez una novela de Galdós. Fue también durante este rodaje cuando escandalicé a Gabriel Figueroa, que me había preparado un encuadre estéticamente irreprochable, con el Popocatépetl al fondo y las inevitables nubes blancas. Lo que hice fue, simplemente, dar media vuelta a la cámara para encuadrar un paisaje trivial, pero que me parecía más verdadero, más próximo. Nunca me ha gustado la belleza cinematográfica prefabricada, que, con frecuencia, hace olvidar lo que la película quiere contar y que, personalmente, no me conmueve.

“Conservé lo esencial del personaje de Nazarín tal como está desarrollado en la novela de Galdós, pero adaptando a nuestra época ideas formuladas cien años antes, o casi. Al final del libro, Nazarín sueña que celebra una misa. Yo sustituí este sueño por la escena de la limosna. Además, a todo lo largo de la historia, añadí nuevos elementos, la huelga, por ejemplo, y, durante la epidemia de peste, la escena con el moribundo —inspirada por el Diálogo de un sacerdote y un moribundo, de Sade— en la que la mujer llama a su amante y rechaza a Dios.

“Entre las películas que he realizado en México, Nazarín es, ciertamente, una de las que prefiero. Por otra parte, fue bien recibida, no sin ciertos equívocos que se referían al verdadero contenido de la película. Así, en el festival de Cannes, donde obtuvo un Gran Premio Internacional creado especialmente para esta ocasión, estuvo a punto de recibir también el Premio de la Oficina Católica. Tres miembros del jurado la defendieron con bastante firmeza. Pero quedaron en minoría.

“En aquella ocasión, Jacques Prévert, obstinadamente anticlerical, lamentó que yo hubiera hecho de un sacerdote el personaje principal de una película. A él todos los sacerdotes le parecían condenables. «Es inútil interesarse en sus problemas», me decía”.

En otro lado recuerda: “Me gustó El tesoro de Sierra Madre, de John Huston, que se rodó muy cerca de San José Purúa. Huston es un gran director y un personaje muy exuberante. Si Nazarín fue presentada en Cannes, se debió, en gran parte, a él. Habiendo visto la película en México, se pasó toda una mañana telefoneando a Europa. No lo he olvidado.”.

El tráiler de Nazarín, con Marga López, Rita Macedo, Francisco Rabal, Ignacio López Tarso:

19. Los ambiciosos o La fièvre monte à El Pao; 1959

Coproducción francomexicana que derivó tras desechar la adaptación tanto de El monje, de Matthew G. Lewis, como de El húsar sobre el tejado, de Jean Giono; Buñuel no tiene mucho que decir sobre este filme, pero confiesa dos pequeños plagios operísticos para volverlos cinematográficos.

“Se decidió por La fièvre monte à El Pao, tema digno y película bastante bien hecha, en mi opinión, pero sobre la que no veo que haya gran cosa que decir.

“En dos ocasiones he plagiado libretos de ópera, Rigoletto en Los olvidados (el episodio del saco) y Tosca en La fièvre monte à El Pao (La situación general es la misma)”.

Filmada en México, actúan María Félix y Gérard Philipe:

La próxima entrega, VI, cerrará el ciclo Buñuel y será con una magnifica trilogía final: Viridiana, El ángel exterminador y Simón del desierto.

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo