“Eres un amante experimentado, ¿por qué no ibas a cobrar por ello?”

Woody Allen

“Los youtuberos afines preguntan opiniones. Los periodistas cuestionan al poder. Esa diferencia define las mañaneras”.

Dalila Escobar

Gracias a las mañaneras nació una nueva “profesión”: la de los propagandistas del régimen disfrazados de comunicadores. No son periodistas ni youtuberos ni influencers… aunque cobran como si lo fueran. En realidad, lo más parecido a su oficio pertenece a la profesión más antigua del mundo. Porque prostituir la libertad de expresión y la noble tarea del periodismo, para hacer preguntas pactadas o lambisconas con tal de ganarse una sonrisa de la presidenta, es exactamente eso: prostitución.

En el sexenio pasado, además de cobrar por preguntar, se desvivían por convertir a López Obrador en un superhombre. Baste recordar a Sandy Aguilera, aquella que lo comparó con un corredor keniano. Ni la burla perdonó: con la panza del tabasqueño, aquello era imposible hasta con photoshop.

Hubo momentos memorables en esa tragicomedia. Como cuando la misma Aguilera sentenció en 2020 que “es mejor ser corrupto y sinvergüenza que gato”. O cuando Isabel Arvide —sí, la que después fue embajadora de México en Turquía— se atrevió a reclamarle al presidente por pagarle publicidad a Proceso, argumentando que esa revista “se la pasa atacando y fustigando innecesariamente”. Propuso que mejor ese dinero se repartiera entre quienes madrugaban para asistir a las conferencias. Y así, con esa brillante lógica, acabamos teniendo una representante diplomática en Medio Oriente.

Pero vayamos al meollo: mientras el país se cae a pedazos, mientras faltan medicinas, médicos, maestros y justicia, una parte importante del dinero público se desvía hacia unas cuantas bocas agradecidas. A esos “preguntones” de nómina que jamás cuestionan, sino que simulan hacerlo para rendirle pleitesía al poder.

Hasta 150 mil pesos más IVA por pregunta. Sí, por preguntar. Lo sabemos porque varios de ellos hasta facturan. Algunos también se disfrazan (Reyna Haydée Ramírez dixit). Hablo en sentido figurado: se visten de periodistas, pero su papel es el de actores en una farsa que todos ya conocemos. Y claro, 150 mil pesos bien valen el disfraz.

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Piense usted: ¿cuánto tiempo tendría que trabajar para reunir 150 mil pesos? ¿Cuántos meses de sueldo equivalen a lo que un propagandista del Palacio gana en unos segundos de micrófono?

Una bofetada para los médicos residentes que reciben menos de 2,000 pesos por guardia. Un insulto para los enfermos que no encuentran medicinas, para los maestros que compran su propio material o para los reporteros verdaderos que arriesgan la vida por una nota.

En este país donde se aplaude la servidumbre y se paga la simulación, urge rescatar el valor de la verdad. Que los faros no sean los que venden su voz al mejor postor, sino los que iluminan con rigor, ética y dignidad. Periodistas de verdad. Profesionales de verdad. Gente que no confunde el micrófono con una alcancía.