El martes pasado el impresentable senador Gerardo Fernández Noroña, en una más de su larga serie de vulgaridades y despropósitos, aseveró en una de sus charlas en línea (mismas de las que recibe réditos que no ha querido hacer transparentes) que Grecia Quiroz, alcaldesa de Uruapan y viuda de Carlos Manzo, se había movido hacia la “ultraderecha”.
Las desafortunadas declaraciones del individuo provocaron, como suele suceder con todo lo que ocurre con Noroña, fuertes reacciones en los medios de comunicación, incluida una ligera –muy ligera- llamada de atención por parte de la presidenta Claudia Sheinbaum. “Hay que respetar”, dijo la jefa del Estado, ante las acusaciones sobre una supuesta violencia de género. Fue todo.
El incendiario legislador, no contento con haber utilizado irresponsablemente uno de los epítetos favoritos de la llamada 4T contra cualquier hombre o mujer que se atreve a alzar la voz, reiteró en el pleno del Senado que Quiroz había adoptado características “fascistas”. Nada más fuera de proporción.
Sin embargo, el vulgar legislador no ha sido el único en buscar restar legitimidad y simbolismo a la figura de Manzo. Viridiana Ríos, egresada de Harvard, columnista y colaboradora del programa Tercer Grado, aseguró igualmente que el difunto exalcalde había virado hacia la “ultraderecha”. Quizás –me temo- la lección sobre fascismo y extremismos haya estado ausente en las cátedras de esa prestigiada universidad estadounidense.
Llamar a Manzo o a Quiroz de “ultraderecha” no solamente representa un error conceptual propio de cualquiera que jamás ha tenido entre sus manos un texto sobre ciencias políticas o sobre la historia del siglo pasado, sino que forma parte de un plan comunicativo, orquestado desde el olimpo del oficialismo, dirigido a controlar los daños políticos provocados por los lamentables sucesos de Uruapan.
Se trata, por lo visto, de una estrategia de los medios oficiales y de los “intelectuales” afines al régimen para destruir la figura de Manzo. Lo hacen, a mi juicio, ante el hecho de que el movimiento llamado “del sombrero” haya adoptado caracteres claramente opositores. Si bien la mayoría de sus seguidores no se definen como partidarios de ningún partido de oposición, la conmoción provocada por su asesinato ha nutrido los sentimientos y el repudio de los millones de hombres y mujeres que han denunciado la corrupción del régimen y el control omnímodo del crimen organizado sobre los destinos nacionales.
