Engranados en los cuatro grandes ciclos reconocidos de cambio histórico en el país, es posible identificar seis etapas de recambio intelectual y práctico de las prioridades nacionales. Cada una con sus respectivos déficits.

La primera correspondió al hecho mayúsculo de la Independencia (1810 en adelante). Esta fue motivada por la reflexión y la acción sobre el valor de la libertad y la identidad de lo que quisimos ser: república, democrática y federalista. Nos costó la estabilidad y la integridad territorial.

La segunda fue la Reforma (1855 en adelante), incentivada por el pensamiento en torno a aquélla pérdida, la modernidad, legalidad y soberanía, y nos rezagó en el desarrollo capitalista.

La tercera etapa fue la del Porfiriato (1877 en adelante) cuando la prioridad de la agenda intelectual y política se movió en torno a orden y progreso, pero sacrificó igualdad, participación y justicia.

En el cuarto pasaje se identifica la Revolución (1910 en adelante), motivada por el ideario de la justicia social, el nacionalismo y el desarrollo que solo fue posible durante los sexenios posteriores a 1940, solo que en demérito de democracia y legalidad.

En un quinto ciclo (de 1977 en adelante) la preocupación colectiva se ha concentrado en la democracia liberal, el mercado y la competencia, la globalización y los derechos individuales con tutela judicial, pero en sacrificio de los derechos sociales, el estado, la comunidad y hasta la nación.

En el sexto momento de reflexión-acción (2018 en adelante) hemos advertido la urgencia e importancia de retomar la agenda de la igualdad y la justicia social, la anticorrupción y los intereses populares.

En los debates de los años en curso y el tiempo por venir también concurren las ideas que proponen rebalancear valores como los siguientes:

  • Libertad con igualdad real y justicia social, paritaria e intercultural.
  • Globalidad y nacionalismo.
  • Estado fuerte con sociedad y comunidad robustas.
  • Constitución con derechos individuales y colectivos eficaces
  • Democracia y participación popular.
  • Desarrollo y bienestar.
  • Estados constitucionales locales re-federados.

Todavía mucho por transformar.

En particular, se trata de compartir un nuevo sentido de futuro, fundado en el aprendizaje sobre los errores y los aciertos del pasado y la confianza en que seremos mejores.

Esto, según se observa en las difíciles semanas que corren, en el contexto de un cambio de época cargado de riesgos e incertidumbres.