Lobos con piel de cordero. Se trata de una advertencia bíblica que perdura a través de los siglos, no tanto por lo acertado de su descripción, sino porque una y otra vez caemos en este engaño, y con rabia y frustración debemos recordar esta metáfora. Aplica para predicadores voraces, pero también para políticos, y muy especialmente, para millonarios que después de embaucar a extranjeros con la venta de predios de los que no son propietarios, se disfrazan de “humildes ejidatarios” para aparentar ser los oprimidos.

Estoy describiendo, desde luego, al Ejido “José Pino Suárez” de Tulum, que desde hace décadas funciona únicamente como despacho de bienes raíces a través de prestanombres, en favor de la conocida “Mafia Agraria” de la Península de Yucatán. Que quede claro: aquí no hay cultivadores, aquí no hay ni una pizca de humildad ni de “mayas despojados”. Esa es la imagen telenovelesca que quieren proyectar.

Ya anteriormente, a través de un reportaje especial, de forma demoledora demostramos con todas las pruebas el plan premeditado por parte de este grupo de millonarios, políticos o con nexos con políticos, para falsificar documentos y adueñarse de una franja de costa en Tulum, la zona llamada “Punta Piedra”.

Ahora toca, en vista de sus descarados intentos de vestirse con piel de cordero, acabar con el mito del “pobre ejidatario” al que le es negada la justicia, pues en realidad se trata de magnates que tienen corrompidos a tribunales agrarios y autoridades locales.

Empecemos con una simple pregunta: ¿qué se cultiva en el Ejido José Pino Suárez? ¿Algún tipo de fruta tropical?, ¿maíz? La respuesta es que nada, y salvo quizá en sus primeros años de vida, nunca se ha sembrado ni cosechado nada en el lugar, pues no hay generaciones de campesinos ni nada por el estilo y menos en la franja frente al Mar Caribe, donde están la máximas ambiciones.

Para ser más exactos José Pino Suárez es un “Nuevo Centro de Población Ejidal”, figura creada en la década de los 70, en un intento por poblar el entonces inhóspito Quintana Roo. El gobierno no reconoció ningún asentamiento, sino que quiso crear uno, al traer a 47 familias desde Tabasco para establecerse en la zona.

Esto nunca ocurrió, pues los tabasqueños que arribaron quedaron decepcionados por la dureza del clima, la selva y lo pobre del suelo, de forma que se quedaron a vivir en Tulum, a corta distancia de su ejido, hasta que poco a poco, la gran mayoría se fue.

Desde entonces, ya comenzó la especulación por estas tierras abandonadas, a corta distancia del mar Caribe, por lo que con el tiempo estos pobladores fueron reemplazados por otras personas, en gran parte prestanombres de políticos con intereses en la zona, incluidos quienes formarían ahora la famosa “Mafia Agraria”.

El antropólogo Gustavo Marín Guardado escribió para el libro “Sin tierras no hay paraíso. Turismo, sociedades agrarias y apropiación territorial en México”, que en 1989, al querer depurar el padrón para asignar terrenos entre los nuevos, descubrieron que ya no existían ninguno de los beneficiados originales. Esto incluso violaba la ley, que exigía al menos que siguieran al menos cinco todavía en el asentamiento.

“Preocupados, los interesados nombraron un comité que emprendió el viaje a Tabasco en busca de ejidatarios originales. Después de una larga travesía lograron encontrar a cinco de ellos a quienes convencieron para que regresaran, tomaran posesión y firmaran los documentos oficiales para la depuración del ejido”.

Se trató de una simulación, desde luego, pues estas personas, que ya tenían su vida hecha en su estado natal, rápidamente cedieron sus derechos ejidales a estos prestanombres.

Para entonces, ya eran en realidad unos pocos, el banquero Roberto Hernández, principalmente, así como Antonino Almazán Arteaga, alias “La Muñeca”, quienes realmente controlaban la asamblea ejidal, que no era una agrupación de campesinos, sino un listado de allegados, políticos y millonarios quienes firmaban las actas presentadas por sus abogados para la compraventa de tierras.

Fue este grupo el que avaló un plano “rectificado” en donde de manera ilegítima aseguraban que su ejido colindaba con el mar Caribe, aseveración que no solo era absurda (¿qué podían sembrar en la playa?), sino que no figuraba ni en el decreto presidencial, ni en la toma de posesión del ejido.

A través de un juicio de amparo y con mil triquiñuelas, esta mafia de acaudalados latifundistas logró que este plano fuera inscrito ante el Registro Agrario Nacional, como ya hemos dado cuenta. De inmediato, este grupo lotificó y vendió predios que no les pertenecían a cientos de compradores incautos, gran parte de ellos extranjeros, que edificaron hoteles o restaurantes en tierras ajenas, amparados en papelitos sin valor.

Por supuesto, la verdad tenía que salir a la luz y todo este teatro se vino abajo. En 2019, el Tribunal Unitario Agrario determinó que este ejido jamás ha colindado con el mar Caribe, lo que fue ratificado dos años después por el Tribunal Superior Agrario. No solo eso, sino que Román Meyer Falcón, titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), también confirmó en una conferencia con el presidente Andrés Manuel López Obrador que los documentos ejidales de Punta Piedra carecen de validez.

Esta sentencia vino a finalmente resolver toda incertidumbre sobre estos terrenos, de forma que los tribunales federales han resuelto, una y otra vez, en contra de las víctimas que les compraron a la Mafia Agraria, y en favor de los verdaderos propietarios.

Por supuesto, quienes salieron perdiendo fueron no los estafadores, sino las víctimas que soltaron fuertes cantidades de dinero para “invertir” en estas valiosas tierras con frente de playa. Sin embargo, los millonarios “ejidatarios” también vieron el fin de su “tranza” de comerciar con estas valiosas tierras, por lo que ahora han recurrido a victimizarse, y alegar que son los juzgados quienes de alguna manera los tratan de manera injusta.

La verdad es que pierden juicios porque la razón no les asiste, así de sencillo. Ellos mismos lo saben por eso estos lobos se han vestido con su piel de oveja y como “pobres ejidatarios” afirman que no hay “piso parejo” para ellos, cuando coludidos con autoridades ejidales han pisoteado el derecho ajeno desde hace décadas y estafado a muchos más.

Ya se les dijo de todas las formas posibles, pública y sobretodo judicialmente: El ejido Pino Suárez no colinda con el Mar Caribe. Fin de la historia.