Algunos estados del país han sido nuevamente golpeados por desastres naturales. De acuerdo con cálculos oficiales, se estima que se superen los cien fallecidos y desaparecidos como consecuencia de las inundaciones que han tenido lugar en estados como Veracruz, Hidalgo y Querétaro.
El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum y sus voceros han acusado a la oposición y a los medios de comunicación de pretender politizar la tragedia. Hay algo de verdad. Sin embargo, conviene mirar ciertos elementos. Nadie puede ser culpado directamente de las lluvias torrenciales. Derivado principalmente del cambio climático, el mundo ha presenciado fenómenos naturales nunca antes vistos.
Sin embargo, las autoridades públicas, desde el gobierno federal hasta los estados, sí que son responsables ante la negligencia en prevención y emisión de alertas que hubieran podido disminuir los estragos. De igual manera, la desaparición del FONDEN podría conducir a complicar aún más los esfuerzos dirigidos a la reconstrucción.
Según se ha informado, si bien la CONAGUA había previsto que una cantidad inusual de lluvia caería sobre esos territorios, los gobiernos de los estados afectados no emitieron ninguna alarma hasta demasiado tarde, lo que provocó, a la postre, que cientos de personas se viesen afectadas con la trágica pérdida de seres queridos y daños materiales incuantificables.
Como colofón, hace apenas unos días, en el programa Tercer Grado, Viridiana Ríos, quien se presenta como analista independiente egresada de Harvard, pero cuyas opiniones parecen alinearse más con la defensa del discurso de los oficialistas que con la realidad material, comparó a la ligera responsabilizar a Clara Brugada por los baches en la Ciudad de México con buscar hacerla responsable de la lluvia y el viento.
Si bien, la Ciudad de México no ha sido escenario de tragedias de la proporción de aquellas en otras entidades, millones de capitalinos han sido igualmente víctimas de pérdidas materiales como consecuencia del paupérrimo estado de las calles y de la negligencia –e insensibilidad- por parte de las autoridades locales.
El ejemplo de Viridiana Ríos y otros propagandistas del gobierno difícilmente podrá contribuir al fortalecimiento de los sistemas de alerta ante eventuales catástrofes naturales. Ante la ausencia de un mínimo sentido de autocrítica no habrá cambios de estrategia. Si bien los elementos (la lluvia, el calor, los huracanes, el viento) son los destructores materiales, la negligencia de los gobiernos estatales (de todos los colores) es cómplice en la muerte y destrucción.