En la pasada manifestación conocida como “de la generación Z”, no cayó Palacio Nacional, pero sí se tambalearon las barreras que lo protegían. Miles de jóvenes muchos de la Generación Z, que votó por Morena en 2024, derribaron vallas metálicas, enfrentaron gases lacrimógenos y gritaron "¡narco presidenta!" frente a la residencia de Claudia Sheinbaum. El detonante: el asesinato del alcalde Carlos Manzo, un independiente electo en Uruapan con el 66.7% de los votos, sin siglas partidistas pero con un pasado en Morena del que se distanció para combatir el crimen de frente. El contexto es mucho más amplio: 10 alcaldes asesinados en lo que va del sexenio, y Manzo como el décimo en Michoacán bajo la sombra del narco.

Pero el verdadero epicentro del terremoto no está en el Zócalo. Está en Texas, en Florida, en los feeds de X de medio millón de conservadores estadounidenses que, desde hace 2 a 3 días, convierten cada piedra lanzada en CDMX en munición política para 2026.

Y no es casualidad. La cuenta satírica @BarronTNews (un meme viviente que finge ser Barron Trump), alcanzó 452 mil vistas en un solo video de la irrupción al Palacio. “This is what happens when you hand your country over to the cartels”, escribió. El mensaje no es para mexicanos. Es para el votante de Ohio que teme que el fentanilo llegue a su barrio.

Alex Jones, Andy Ngo, WallStreetApes publicaron también; todos dispararon el mismo gatillo narrativo: México no es un socio. Es un narco-Estado fallido que exporta caos. Y la izquierda mexicana —dicen— es la prueba viviente de que la izquierda latinoamericana colapsa siempre igual: con pactos con narcos, muros contra el pueblo y jóvenes en las calles.

El efecto psicológico es predecible. Encuestas informales en X muestran un salto del 31% al 56% en apoyo a “intervenciones” en México entre votantes republicanos. Las donaciones a PACs antimigración subieron 20% en 24 horas. Heritage Foundation ya circula un memo interno que habla de “Monroe 2.0”. Ted Cruz afila el discurso.

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Esto no es solo ruido. Es influencia conocida en la ciencia de las relaciones internacionales como blanda o soft power con destino claro: el Capitolio.

Porque cuando el GOP controle ambas cámaras en enero de 2026, el capítulo México de Project 2025 no será un borrador. Será ley. Sanciones Magnitsky a funcionarios morenistas. Condicionamiento de ayuda (USAID). Designación de carteles como organizaciones terroristas. Y, en el peor escenario, presión para un muro interno mexicano financiado por Washington.

En este escenario,Sheinbaum tiene dos caminos. El primero, seguir culpando a “la derecha” y a “los bots”.

Eso solo alimenta el meme.

El segundo, reconocer que la furia en las calles no es orquestada desde Langley ni desde el PAN. Es, sobre todo, auténtica. Y responde a un gobierno que prometió abrazos y entregó balas, incluso cuando un alcalde independiente como Manzo pedía ayuda federal y terminaba acribillado en plena plaza pública.

Si Palacio Nacional quiere desactivar la bomba, debe hacer lo que ningún presidente de izquierda ha hecho en América Latina: romper con los cárteles. No con discursos. Con resultados. Capturas. Desmantelamiento de rutas. Protección real a alcaldes, independientes o no.

Porque mientras el narco siga matando ediles y el gobierno siga construyendo muros contra su propio pueblo a la par de que promete Estado de derecho para los criminales, los memes de Barron Trump no serán sátira. Serán profecía.

Y entonces, el verdadero derribo no será de vallas. Será de soberanía.