La oposición carece de propuestas en el terreno económico. El declive del neoliberalismo, en México y en el mundo, dio fin a un discurso que se centraba en una visión ideal de mercado que llevaba al accionar del Estado a una mínima expresión. Sin embargo, más que el plano discursivo, el gran problema para la oposición es que la estrategia económica emprendida por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido exitosa.

Quiérase o no, con una visión pragmática en torno al equilibrio fiscal, el gobierno durante estos cinco años ha cumplido con uno de sus objetivos sustantivos, propiciar una mejor distribución del ingreso; además de haber mantenido a flote proyectos emblemáticos que posibilitan el desenvolvimiento regional y de ramas estratégicas, como la turística y la energética.

Pese a enfrentar la más grave crisis de la época contemporánea y haciendo oídos sordos a las críticas exacerbadas y al mismo canto de las sirenas de los organismos internacionales, el presidente López Obrador ha mantenido inalterables sus principios rectores:

  • Mantener el equilibrio fiscal mediante el uso prudente del gasto público.
  • Contar con un presupuesto austero con un marcado énfasis hacia el gasto social.
  • Incrementar el ingreso real de los trabajadores.
  • Reconstituir el mercado interno a partir del gasto social y del crecimiento real de los salarios.
  • Contar con fuentes de financiamiento sanas y en lo posible reducir los niveles de endeudamiento público como proporción del PIB.
  • Fomentar la inversión extranjera con empresas que favorecen el crecimiento, la diversificación industrial y la transferencia tecnológica; así como aprovechar las tendencias actuales del mercado mundial (nearshoring)
  • Ampliar los ingresos fiscales con la eliminación de condonaciones a los contribuyentes mayores, y actuando con mayor rigor en los casos de evasión fiscal; además de contar con un mayor control administrativo de la base gravable.

Mantenerse con tenacidad ha evitado que se caiga en una crisis fiscal, con un excesivo endeudamiento público, afectando variables básicas como la inflación y el tipo de cambio. Se puede crecer con inflación, pero desde hace años se ha concluido que esta debe ser moderada y controlable, a modo de contar con las bases efectivas para propiciar un crecimiento sano.

Más que en la política monetaria, el debate en estos últimos años se ha centrado en el papel que juega la política fiscal. Hay quien concibe que esta debe servir más para propiciar el crecimiento económico, poniendo en segundo término sus efectos redistributivos. Se quiere ignorar que los recursos fiscales sirven también para redistribuir la riqueza nacional; esto es, para reducir las diferencias existentes entre los niveles de ingresos de las clases más favorecidas y aquellas que no lo son. La política fiscal, entonces, juega un papel trascendente para propiciar una mayor igualdad entre las diferentes clases y estratos sociales.

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Para apreciar la desigualdad de los ingresos, o, en su caso, la mayor igualdad de los ingresos se utiliza el índice de Gini, que en forma dinámica debe medir como se mueve la igualdad antes y después de impuestos; es decir, antes y después de las transferencias fiscales a la población. Debe aclararse que entre menor sea el índice de Gini se suscitará una mayor igualdad; alcanzándose la igualdad perfecta cuando el valor del índice sea “0″.

Los datos indican que la política fiscal en Latinoamérica tiene un pobre efecto distributivo. En promedio, en los países de la OCDE, el índice Gini disminuye de 47.6% antes de impuestos a 28.2% después de impuestos; en tanto que en los países de América Latina la reducción va de 51.6% a 49.6%.

El escaso efecto redistributivo de los sistemas fiscales constituye un aspecto sustantivo de la baja legitimidad fiscal en los países emergentes o con ingresos bajos. Redistribuir los recursos de los segmentos más ricos a los más pobres le da un alto contenido a la política fiscal. Es importante subrayar que estamos hablando de impuestos, por lo tanto, de los ingresos propios de los gobiernos que no trasgreden el equilibrio macroeconómico.

Si, en efecto, la política fiscal ha tenido un efecto distributivo en México durante la administración del presidente López Obrador, empíricamente esto se podría demostrar con la reducción del índice de Gini. Dentro de la lógica que un mejor resultado se da cuando la disminución de este indicador es continua. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2022, los resultados muestran un efecto benigno: el índice de Gini sin transferencias ha disminuido de 2016 a 2022 en 0.039 puntos y con transferencias en -0.047 puntos; lo que resulta aún más trascendente. La visualización gráfica ratifica de mejor forma esta tendencia favorable:

Coeficiente de Gini de 2016 a 2022

Fuente ENIGH 2022

¿Quién podría ir en contra de esta tendencia del todo favorable en materia de igualdad distributiva? Sólo alguien que esté obnubilado ideológicamente. La oposición no puede ir en contra de las transferencias que se derivan básicamente de los programas sociales; tampoco de la permanencia de instituciones que posibilitan un acceso a bajo costo o sin costo a servicios básicos como la salud. Señora Xóchitl, si quiere tener alguna oportunidad para la presidencia de la República, debe tener cuidado con lo que dice; pero, sobre todo, le pido encarecidamente que le diga al expresidente Fox que se calle, sus imprudencias le están haciendo daño ¡Calladito se ve más bonito!