La doctrina Estrada es una idea contenida en el artículo 89 constitucional que evoca a la letra el pensamiento de Genaro Estrada, secretario de Relaciones Exteriores durante el gobierno del presidente Pascual Ortiz Rubio, y que pretende servir como brújula ideológica de la conducción de las relaciones exteriores del Estado mexicano.
Entre sus principales elementos existe aquel relacionado con la obligación de no intervenir en los asuntos externos de otros Estados. No se trató en su momento de una ocurrencia del secretario en turno, sino que respondió a la necesidad del presidente de enviar un mensaje inequívoco como resultado de la pasada búsqueda de legitimación, frente a Estados Unidos, de los gobiernos emanados de la Revolución mexicana.
Mediante esta doctrina el gobierno mexicano buscó reivindicarse frente a Washington como un Estado soberano cuya existencia no dependía en lo absoluto de las decisiones que se tomaran en la Casa Blanca, en el Departamento de Estado o en la embajada estadounidense en México.
En tiempos recientes esta doctrina, a pesar de su validez inicial, ha servido al obradorismo como una vulgar herramienta discursiva para pretender justificar el apoyo implícito a regímenes dictatoriales.
Como se recordará, Nicolás Maduro no fue electo presidente de Venezuela en las últimas elecciones. En adición, no fue capaz de mostrar a la opinión pública internacional ni una sola acta que acreditase su triunfo frente a su opositor. La oposición, por su parte, demostró a los organismos internacionales presentes fuera y dentro del país numerosas actas que probaron su éxito sobre el dictador venezolano. El gobierno mexicano, por su parte, se negó a desconocer a Maduro; y echando mano de la doctrina Estrada, argumentó que no se inmiscuiría en asuntos externos.
Lo mismo ha sucedido recientemente con el Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado. La presidenta Sheinbaum, de nuevo recurriendo a un supuesto respeto de las obligaciones contenidas en el 89 constitucional, optó por reservarse sus comentarios ante el reconocimiento internacional de una mujer cuya carrera política en favor de la transición en Venezuela ha sido ampliamente documentada.
Recurren a la doctrina Estrada cuando mejor conviene a sus intereses. El lector recordará cómo AMLO evitó felicitar a Joe Biden tras su triunfo sobre Trump en 2020, a pesar de la decisión del Senado de dar por válido el triunfo del demócrata; o los embajadores mexicanos expulsados de Perú y Ecuador tras las declaraciones injerencistas del expresidente mexicano.
En suma, la presidenta Sheinbaum y el oficialismo optan una y otra vez por el rancio discurso latinoamericano antiyanqui propio de las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Mientras juran abrazar un principio de la política exterior mexicana, lo que en realidad hacen es expresar su respaldo a dictaduras como la cubana y la venezolana que tanto han lastimado a sus naciones.



