“No estaba muerto… andaba de parranda.”

Rigo Tovar

“Y aunque tú me has dejado en el abandono…”

Rocío Dúrcal

Reinaugurar la Línea 1 del Metro. Otra vez. Con bombo, platillo, propaganda, selfies y funcionarios felicitándose entre sí por lograr lo que, sorpresa: era su trabajo. Pero en la 4T, cumplir obligaciones mínimas es tratado como si hubieran reconstruido el Partenón a mano limpia. El usuario que pasó dos años hacinado en un RTP y oliendo axilas ajenas tiene permiso de reírse. O llorar. O ambas.

Lo divertido del espectáculo no fue la obra. Fue Clara Brugada. En su intento por colgarse la medalla del “logro histórico”, terminó soltando la frase que ningún asesor habría aprobado ni bajo amenaza: “Por primera vez se le da mantenimiento integral a la Línea 1”. Traducción simultánea: Sheinbaum jamás lo hizo.

Tuvo seis años para hacerlo… pero no, dice Brugada que esta es la “primera vez”. Un descontón tan perfecto que ni TV Azteca en sus telenovelas de cachetadas lo habría coreografiado mejor. Y todo en plena luna de miel de la presidenta. Aplausos. De pie.

Pero volvamos a la esencia: dar mantenimiento no es milagro, es obligación. No hay epopeya aquí. No hay gesta revolucionaria. No hay proeza técnica. Hay cables nuevos, rieles ajustados y trenes que no deberían incendiarse. Es el mínimo indispensable en cualquier ciudad decente. Sin embargo, nos lo venden como si hubieran resuelto el transporte intergaláctico. “La Línea 1 renace”, dicen. Pues menos mal, porque llevan años matándola a punta de negligencia.

Mientras reparten discursos grandilocuentes, la transparencia —esa palabra prohibida en el diccionario 4T— brilla por su ausencia. ¿Quién contrató? ¿Cuánto costó realmente? ¿Por qué se retrasó la entrega? ¿Quién supervisó? ¿Quién falló? ¿Quién se benefició? Silencio sepulcral. Ah, pero eso sí: mucha foto y muchos “es un día histórico”. ¿Histórico para quién, exactamente?

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Y luego está el detalle de Brugada: al subirse al escenario sin mirar el guion, acabó evidenciando lo que el oficialismo intenta ocultar bajo toneladas de propaganda. Que si este mantenimiento es “la primera vez”, entonces la hoy presidenta dejó una línea sin rehabilitación profunda. Y que los derrumbes, los incendios, los cierres, las fallas… no fueron accidentes, sino consecuencias.

Clara no tiró línea política. Tiró a su jefa. Sin querer, pero con precisión quirúrgica.

La cereza del pastel es que lo celebran como triunfo. Como si nadie entendiera la implicación. Como si la frase no fuera dinamita bajo la alfombra. Como si en este país la gente no tuviera memoria. La Línea 1 necesitaba mantenimiento, claro. Pero convertir lo obvio en espectáculo es el deporte favorito del gobierno capitalino. Y esperar que el público no note el autogol del día ya es un nivel de ingenuidad digno de estudio.

Así que sí: reinauguraron. A tiempo, no. Con transparencia, tampoco. Con coherencia, menos.

Pero eso sí: nos regalaron el mejor chiste político de la semana. Y todo gracias a la nueva marca de la casa: la 4T no solo se pisa la lengua. También se pega sola.