Todo lo educativo es ideológico y político, sin descartar la discusión técnico-científica.

En relación con el debate que se ha reciclado, durante estos días, en redes sociales digitales acerca de la “ideologización” tanto de los libros de texto gratuitos (SEP, 2021) como de los planes de estudio para la educación preescolar, primaria y secundaria (SEP, 2022), a continuación presento algunas reflexiones y comparto algunas citas textuales que, a la vez, dan marco y sustento a los argumentos a favor de la siguiente hipótesis que define mi posición: Quien afirma que lo educativo no es político o no corresponde con ninguna ideología política, lo dice desde una posición ideológica y política. Por lo tanto, todo lo educativo es ideológico y político, sin descartar la discusión técnico-científica.

“Una ideología política es ‘un conjunto de ideas y creencias’ que la gente tiene sobre su régimen político y sus instituciones, y su propia posición y rol dentro de él. De esta forma, la ideología política aparece como sinónimo de ‘cultura política’ o ‘tradición política’“. (Ver: Macridis, Roy C. y Hulliung, Markl (s/f). Las ideologías políticas contemporáneas. Regímenes y movimientos. Versión de Elena García Guitián. Alianza Editorial).

La racionalidad de “lo ideológico”, hoy, más que un elemento o instrumento analítico, parece dirigirse hacia la descalificación, pero no al análisis profundo de los procesos, los programas y las acciones de gobierno. Por ello, considero que, de pronto, hay un sesgo ideológico en cualquier afirmación que busca, desatinadamente, “desideologizar” cualquier proyecto educativo de nación. (Para revisar más argumentos, ver mi texto: “‘4T’ y racionalidad de las ideologías políticas”, SDPnoticias, 19 de enero, 2021).

En una entrevista que me concedió el doctor César Coll, en 2023, acerca de la relación entre los planteamientos curriculares y la ideología, el psicólogo catalán afirmó lo siguiente:

“Todo planteamiento curricular exige una reflexión sobre cuál es el papel que debe cumplir la educación y eso es una reflexión ideológica. La educación en la sociedad requiere una reflexión, un análisis de cuáles son los retos del momento histórico en el que se plantean; requiere plantear toda una serie de interrogaciones, de cuestionamientos, que no se puede responder únicamente, por fortuna, con la psicología”.

Las columnas más leídas de hoy

Luego, le comenté lo siguiente al doctor Coll: “Usted es un crítico de la falsa neutralidad ideológica…”, a lo que me respondió:

“Totalmente. La educación es, ante todo y, sobre todo, una práctica social; y como todas las prácticas sociales es inseparable de la visión que uno tiene de la sociedad, de la persona, de hacia dónde tiene que ir la sociedad. Creo que es una falacia, es un error, pensar que únicamente con criterios científicos, en el sentido más positivista del término, resolveremos las cuestiones educativas. Es necesaria esa aproximación científica técnica, pero también es necesaria la discusión ideológica. También ahí soy muy beligerante, sin embargo, contra los que piensan que la educación únicamente es una cuestión ideológica y se limitan a intentar resolver las cuestiones, o abordar, o analizar, o a entender las cuestiones educativas desde una perspectiva sólo ideológica; me parece que sería el otro extremo. Es necesario buscar y lograr los adecuados equilibrios entre ciencia-técnica e ideología." (Ver la entrevista completa en mi libro: Competencias y cambios curriculares de la educación básica en México y España, Editorial La Muralla, Madrid, 2025).

Además de ser una práctica social, lo educativo es, a la vez, un asunto de interés público, de interés ciudadano. De ahí que todo lo educativo sea, también, un acto político.

Con frecuencia, durante los últimos años, he leído a diferentes autoras y autores, politólogos, sociólogos, historiadores, investigadoras e investigadores en educación y académicos en general, en México, que se refieren a la “ideología política” como una noción peyorativa.

Decir, por ejemplo, que en el diseño y aplicación de las políticas públicas (de salud, educativas, de ciencia y tecnología, etc.), del gobierno que encabezó el expresidente López Obrador, había “pura ideología”, es signo de ese desprecio o desvaloración. Las y los especialistas, comentócratas o políticos lo dicen desde cierta racionalidad excluyente o como si se tratara de una epidemia intelectual, cognitiva, que actúa en contra de cierta racionalidad “científica” y ante la cual habría que vacunarse.

Por todo lo anterior, pienso que las ideologías y, en particular, las ideologías políticas no pueden evitarse en el análisis y conocimiento de lo educativo. Quien dice que en el diseño de unas políticas públicas educativas y en sus planes, programas y materiales didácticos auxiliares (como los libros de texto) hay “pura ideología”, lo dice desde cierta ubicación o posición ideológica. ¡Qué paradoja!

En forma paralela, acerca del debate en torno al papel ideológico que juegan la ciencia y la técnica, Habermas retoma, al inicio de un ensayo a Herbert Marcuse, a través de la siguiente idea, en la crítica que este hiciera a los planteamientos de Max Weber: “El concepto de razón técnica es quizá él mismo ideología… No sólo su aplicación, sino que ya la técnica misma, es dominio sobre la naturaleza y sobre los seres humanos… La técnica es en cada caso un proyecto histórico-social; en él se proyecta lo que una sociedad y los intereses dominantes en ella, tienen el propósito de hacer con los seres humanos y con las cosas”. (Ver: Habermas, J. (1993) “Ciencia y técnica como “ideología”. Red Editorial Iberoamericana).

Para concluir, y tal como como lo cité y afirmé hace unas semanas, diré que Michael Apple examina las políticas educativas desde una perspectiva crítica, destacando cómo el currículo y las reformas educativas reflejan intereses de poder y perpetúan desigualdades sociales. Apple argumenta que el currículo es un constructo ideológico que legitima el conocimiento de los grupos dominantes, marginando otras perspectivas. En su libro Ideology and Curriculum, (1979), Apple cuestiona: “¿Quién decide qué cuenta como conocimiento oficial?” Y asevera: “Esa es la pregunta central de las políticas educativas”.

Como preguntas derivadas, agregaría, por mi cuenta las siguientes: ¿Cómo se mueve y distribuye el conocimiento oficial y por qué?

“Las escuelas son sitios de conflicto donde se puede desafiar la hegemonía y construir un futuro más justo”. (Ver texto de Apple: “Official Knowledge”, 2000) Apple defiende a las políticas educativas que promuevan la equidad y la participación ciudadana, en lugar de servir a intereses corporativos. “La educación debe ser un proyecto de democracia radical, no un instrumento de control social”. (Ver de Apple: “Can Education Change Society?”, 2013).

Tanto Michael Apple como Henry Giroux coinciden en que las políticas educativas no son neutrales, sino que reflejan luchas de poder y agendas ideológicas, con lo cual estoy de acuerdo.

jcmqro3@yahoo.com

@jcma23