Regreso al punto. Con frecuencia, durante los últimos años, he leído a diferentes autoras y autores, politólogos, sociólogos, historiadoras, investigadores en educación y académicos en general, en México, que se refieren a la “ideología política” como una noción peyorativa.

Decir, por ejemplo, que en el diseño y aplicación de las políticas públicas (de salud, educativas, de ciencia y tecnología, etc.), del gobierno que encabeza el presidente López Obrador, hay “pura ideología”, es signo de ese desprecio o desvaloración. Lo dicen desde cierta racionalidad excluyente o como si se tratara de una epidemia intelectual o cognitiva que actúa en contra de cierta racionalidad “científica” y ante la cual habría que vacunarse.

La literatura sobre el tema es extensa y diversa, no tengo duda. Por ello, en esta ocasión sólo pondré sobre la mesa una muestra representativa de las ideas que han transcurrido, sobre el tema, durante las últimas décadas, en el seno mismo del debate hermenéutico e histórico. Lo expongo así para enmarcar mi posición sobre el tema y, en especial, para entender los procesos sociales que están implicados en ello, es decir, en el estudio de las políticas públicas: Las ideologías, y en particular las ideologías políticas, no pueden evitarse. Quien dice que en el diseño de unas políticas públicas hay “pura ideología”, lo dice desde cierta ubicación ideológica.

La analista política, Viri Ríos, dijo recientemente: “No hay tal cosa como ser ideológicamente neutral al diseñar política pública. Y ya. Y no es malo. Es lo que es.”. Punto. Estoy de acuerdo.

Acerca de la noción de “ideología”, Macridis y Hulliung (1) señalan lo siguiente: “…una ideología política empuja a la gente a la acción. 

La motiva para reivindicar cambios en su modo de vida y modificar las relaciones políticas, sociales y económicas existentes, o la moviliza para preservar lo que valora. Al tratar las ideologías (todas las ideologías) debemos tener siempre en mente estas dos características fundamentales: una determinada ideología política racionaliza el statu quo, mientras que otras ideologías y movimientos rivales lo cuestionan.”

Jürgen Habermas, por ejemplo, en su clásico ensayo sobre “Ciencia y tecnología como Ideología”, señala que “lo mismo antes que ahora, son los intereses sociales los que determinan la dirección, las funciones y la velocidad del progreso técnico. 

Pero estos intereses definen al sistema social tanto como un todo, que vienen a coincidir con el interés por el mantenimiento del sistema…”. Sobre este debate en torno al papel ideológico de la ciencia y la técnica, Habermas retoma, al inicio de su ensayo, a Herbert Marcuse a través de la siguiente idea, en la crítica que éste hiciera a los planteamientos de Max Weber: “El concepto de razón técnica es quizá él mismo ideología… No sólo su aplicación sino que ya la técnica misma, es dominio sobre la naturaleza y sobre los seres humanos… La técnica es en cada caso un proyecto histórico-social; en él se proyecta lo que una sociedad y los intereses dominantes en ella, tienen el propósito de hacer con los seres humanos y con las cosas”. (2)

Juan Carlos Tedesco, especialista en educación, lamentablemente desaparecido, por su parte, en un prólogo que escribió para un reporte sobre formación en gestión y políticas educativas, y en un contexto más cercano a lo pedagógico, reconoció la necesidad de no llevar las posiciones ideológicas a los extremos, aunque no negó el papel implícito de las ideologías políticas en el ámbito de la investigación educativa: “La competencia técnica sin compromiso político deriva fácilmente en actitudes y enfoques de carácter tecnocrático. 

Pero, a la inversa, también sabemos que el compromiso político sin competencia técnica provoca clientelismo, demagogia o una militancia ineficiente”. (3) La clave está entonces en el equilibrio analítico... y en la congruencia intelectual.

En un tema paralelo, al referirse a la noción de competencias en educación, Philippe Perrenoud, señala lo siguiente: “El análisis de competencias remite constantemente a una teoría del pensamiento y de la acción situados (Gervais, 1998); pero también del trabajo, la práctica como profesión y condición... Es decir, que nos hallamos en terreno pantanoso, a la vez que en el plano de conceptos e ideologías...” (4).

En efecto, son complejas estas relaciones y profundo es el debate acerca de los intentos de “asepsia ideológica” que de pronto recorren los pasillos de la intelectualidad y de la tecnocracia que crítica, con y sin argumentos, a los procesos de la “Cuarta Transformación”. Y lo digo no porque se trate de ser o no crítico del gobierno en turno, sino porque veo un uso tendencioso y sesgado, insuficiente, desequilibrado. Por ello justamente y por la salud del diálogo y el respeto a la divergencia, habrá que dar continuidad a esa discusión (“ideológica”), o pensar de que, quienes la pretendan proscribir, lleven a cabo un acto fallido de “vacunación ideológica”.

Como lo he expresado en otras oportunidades y debido a que he visto reiteradamente esa simplificación, estas breves referencias sobre el papel de las “ideologías políticas”, dan cuenta del valor intrínseco que tiene el estudio de las políticas públicas (en el sector salud, educativo, de ciencia y tecnología, tributario, etc.), porque “una ideología política es «un conjunto de ideas y creencias» que la gente tiene sobre su régimen político y sus instituciones, y su propia posición y rol dentro de él. De esta forma, la ideología política aparece como sinónimo de «cultura política» o «tradición política».” (Macridis y Hulliung)

La racionalidad de “lo ideológico”, hoy, más que un elemento o instrumento analítico, parece dirigirse hacia la descalificación, pero no al análisis profundo de los procesos.

Por último, pienso en la falsa noción del “fin de la ideologías”; o en las ciencias sociales, hoy, donde se demuestra que ese momento no ha llegado. El que diga lo contrario, lo expresa desde una posición, (vaya paradoja), igualmente ideológica.

De las entrelíneas, en el mundo de las ciencias (naturales o sociales), nadie se escapa.

En el terreno de las ideas, no hay espacios vacíos ni puntos cero.

Fuentes consultadas:

(1) Roy C. Macridis y Markl Hulliung (s/f) Las ideologías políticas contemporáneas. Regímenes y movimientos. Versión de Elena García Guitián. Alianza Editorial.

(2) Habermas, J. (1993) Ciencia y técnica como “ideología”. Red Editorial Iberoamericana.

(3) Tedesco, Juan C. (2001), en: Braslavsky, Cecilia y Felicitas Acosta (orgs). El estado de la Enseñanza de la Formación en Gestión y Política Educativa en América Latina. (Prólogo). UNESCO: IIPE - Buenos Aires

(4) Perranoud, P. (2004) Diez nuevas competencias para enseñar. Biblioteca para la Actualización del Maestro. México, SEP, p. 11.

jcmqro3@yahoo.com