Hace unos días el pueblo judío alrededor del mundo celebró su Año Nuevo. De acuerdo a su propio calendario, han iniciado el año 5786. Sin embargo, lo han hecho en medio de una escalada de actos antisemitas ocurridos en Europa y Estados Unidos. Sin el ánimo de hacer un repaso pormenorizado del antisemitismo, me refiero brevemente a algunos eventos que han marcado la historia.
El antisemitismo es un fenómeno antiquísimo. Echa raíces en tiempos inmemoriales. Primero, en las regiones más antiguas del mundo, y luego, frente a la cristianización de Europa, a la consolidación del Estado-nación europeo y al forjamiento de sociedades basadas en una profundad identidad apegada a las tradiciones cristianas.
Los judíos, víctimas de la diáspora impuesta en tiempos del Imperio romano en los primeros siglos de nuestra era, se enfrentaron al repudio de una Europa naciente que les miraba con abierto antagonismo pues representaban, a juicio de los viejos cristianos, una escoria racial y religiosa que no debía tener espacio en las sociedades europeas.
Entre los actos antisemitas cometidos a lo largo de la historia de occidente se encuentran, entre cientos de otros, las matanzas de la Edad Media, la expulsión de los judíos de España en 1492, la fundación de la Inquisición, el asunto del francés Dreyfus y la persecución en el este del continente, hasta culminar con las barbaries cometidas por los soviéticos y los nazis en el siglo XX.
El antisemitismo en Europa ha sido histórico, consistente y sistemático. Los judíos fueron perseguidos, anatemizados, vilipendiados, prejuzgados y apartados de la vida pública. De allí que un buen número de historiadores refuten hoy el concepto de las raices judeocristianas de Europa, pues el viejo continente, a su parecer, se forjó en la animadversión hacia las minorías religiosas como los musulmanes y los semitas.
Sin embargo, los judíos europeos fueron capaces de superar el escarnio y de consolidarse como una clase económica incómoda para los estados europeos, pues se convirtieron en cabezas del sistema de préstamos que hizo posible el financiamiento de los reinos.
En tiempos recientes la fundación del Estado de Israel ha galvanizado a los antisemitas. A pesar de la separación conceptual de judío y sionista, los que pugnan en favor de los intereses de ese país se han refugiado en su fe y en sus tradiciones para justificar la presencia israelí en esas tierras.
Por otra parte, derivado de la tragedia en Gaza han tenido lugar sucesivos actos antisemitas. Se han reportado conductas violentas contra judíos y sinagogas en ciudades europeas, como elemento de su apoyo a la causa palestina.
En adición, el reconocimiento de Palestina por parte de estados como Francia y Gran Bretaña, si bien han sido fuertes gestos simbólicos, difícilmente conducirán a una salida al cruento conflicto que continúa castigando a hombres, mujeres y niños inocentes en aquella región del mundo.
En suma, la crisis de Gaza no ha hecho más que reavivar la flama de un antisemitismo que se creía enterrado, o en todo caso, olvidado frente al más peligroso problema causado por el fundamentalismo islámico. Mientras estos eventos siguen su curso, la extrema derecha europea avanza inexorablemente y podría sumar más triunfos electorales en los años venideros.