La única certeza que ofrece la caída de la diputada Dato Protegido es que el abuso de poder así como el abuso de derecho tiene una peor sanción que cualquier sentencia o condena judicial.
Del tribunal colectivo adscrito al sentido común nadie se salva y el peor enemigo de quienes se sienten intocables justamente es la sensación de poderlo todo.
Una sensación exacerbada que otorgan los lujos, el dinero y los excesos. Es un hecho que ha salido mucho más caro abusar de una ama de casa instrumentalizando la violencia política en razón de género antes que callar críticas con trabajo.
El caso de Dato Protegido es inverso... Pretende callar críticas con escándalos cada vez más estrenduosos y lo peor es que sí son iguales.
Las quejas por la banalidad, los lujos y los privilegios quedan vacías ante los diputados enamorados que solo entienden sobre despilfarro. Lo han normalizado tanto que no pueden entender que todo el pueblo, incluida la presidenta, “no entiendan”.
Aún así creo que debería reinar el optimismo pues no hay control de daños ni explicación suficiente para calmar las críticas. Algo de poder ciudadano continúa reinando desde el periodismo y las redes sociales, desde la capacidad para investigar piezas de joyería y ropa caros hasta la certeza de que la presidenta sigue condenando lo que siempre se condenó.
El autocontrol de la Cuarta Transformación está lejano a la autofagia, y más bien se acerca a liderazgo estricto, autónomo y desafiante de Claudia Sheinbaum.
Hay presidenta, hay cabeza de movimiento y hay líder moral de partido y movimiento.