Como cuando dos ladrones se juntan para cometer atracos pero no pueden confiar el uno al otro.  Así como la historia de Robert Ford, quien perteneció a la banda de Jesse James durante años, para después traicionarlo y dispararle por la espalda, lo que lo hizo pasar a la historia como uno de los más grandes cobardes que han existido.

Eso me viene a la mente cuando veo a Marko Cortés y Alejandro Moreno presumir el acuerdo de alianza que tienen rumbo a las elecciones de 2022, después de su fallido intento de este año que poca enseñanza parece haberles dejado.

Apenas hace unas semanas, el PAN cuestionaba duramente al PRI y lo condicionaba por su tibia posición con respecto a la reforma energética enviada por el Presidente, en lugar de expresar su confianza y respaldar a sus aliados, aprovecharon para encender a la opinión pública y sembrar dudas sobre los verdaderos intereses de la bancada priista.  Esta semana que el PAN se reunió con el gobierno federal, los priistas hicieron lo mismo, no de manera frontal pero al igual que los azules utilizaron a sus tuiteros para denostar a sus supuestos aliados.

Si las cúpulas de estos partidos, que son las que deciden las alianzas, no han podido sacudir los resentimientos generados durante décadas entre ambos, ¿qué les hace pensar que en territorio las cosas serán distintas?

Y es que el objetivo aunque pareciera ser el mismo, finalmente no lo es, porque a pesar de que ambos buscan sacar a Morena del poder, lo que realmente quieren es tenerlo para sí mismos, y no recuperarlo para la gente.

Este año, cuando en prácticamente todo el territorio nacional compitieron en alianza, los resultados debieron ser reveladores, el 1+1 del PAN y PRI no da 2 en las urnas.

Las militancias que durante años han estado en guerra directa, se reniegan a apoyar a quienes durante años han estado combatiendo, a quien los ha denostado, o a quien les ha ganado en el pasado.  Por eso muchos no solo no se suman, sino que al ver que su eterno rival encabezará la fórmula, deciden mejor pasarse a otro bando, y ese bando generalmente es el que mayores posibilidades tiene de ganar, en este caso Morena.

Por eso panistas y priistas se han integrado a las filas de Morena y lo seguirán haciendo, porque no solo saben que pueden ganar, sino porque están dispuestos a todo, menos a que gane su eterno rival; y ese sentimiento es algo que la cúpula de los partidos no ha podido ver ni mucho menos disuadir.

Pongamos el ejemplo de Tamaulipas, un gobernador acusado por corrupción y otros delitos, que ha perseguido y denostado al priismo, que fue de las pocas entidades que no fue en alianza en 2021 porque no quiso repartir alcaldías, regidurías ni diputaciones con los tricolores; y hoy que el único puesto que está en juego es el del gobernador, entonces ahora sí Cabeza de Vaca quiere que el priismo lo ayude a salvar su pellejo.  ¿Son tan burdos los dirigentes como para pensar que la militancia se someterá a un documento que se firma desde México? ¿Creen que la gente no entiende, no ve, no siente y no tiene dignidad alguna?

La estrategia aliancista parece estar más encaminada a tratar de salvar la posición de Alito y Marko Cortés, en vez de consolidar un proyecto opositor sólido que en verdad le compita a Morena.  Ambos liderazgos aún convalecientes por los contundentes resultados del verano pasado, buscan a como de lugar un justificante para permanecer vivos en sus posiciones antes de la elección que más cuenta, la de 2024.

Desafortunadamente, en ese interés personal y con esta estrategia, están terminando por robustecer aún más, con sus mismos militantes inconformes, las filas del resto de los partidos; principalmente Morena.  Lo que no solo complica el escenario de la sucesión, sino que le facilita las cosas al partido en el poder.

Una alianza de papel que parece no entendió nada, que quiere lograr resultados distintos haciendo lo mismo, y que quizá podría ganar alguna gubernatura el próximo año, pero que con miras al 2024, perderá una buena base de militantes que terminarán siendo decisivos en la votación presidencial.  Una alianza que juega a perder.