El presidente AMLO sugirió hace unos días, en el marco del homenaje rendido al libertador Simón Bolívar, que la Organización de Estados Americanos (OEA) debía ser remplazada por un organismo internacional que emulase, o que fuera semejante, a la Unión Europea, pues el mandatario aseguró que la OEA, sita en Washington, es lacaya de los intereses estadounidenses.

La propuesta de AMLO trasluce un profundo desconocimiento sobre la historia de Europa, de América Latina, y en general, de las relaciones internacionales. A pesar de compartir lengua, religión y tradiciones, las naciones latinoamericanas han seguido derroteros distintos que les apartan irremediablemente. Esto es particularmente especial para México. Su posición  geográfica en el hemisferio norte y su vecindad con los Estados Unidos le han distanciado de la otrora América española.  Los intereses mexicanos han estado, en consecuencia, íntimamente ligados a Norteamérica, tanto en términos políticos, comerciales y de seguridad.

En este mismo tenor, no obstante la anhelada unión latinoamericana algún día soñada por Simón Bolívar, los Estados del cono sur no han demostrado una voluntad política que haga posible la profundización de la unión comercial existente.

Quizá el caso del Mercosur, integrado hoy por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, sea el ejemplo mas avanzado de unión latinoamericana, pues ha alcanzado el desarrollo de una unión aduanera, a saber, la conformación de un bloque comercial único frente a terceros países.

La Unión Europea es, por otro lado, el bloque político y comercial más avanzado del mundo.

Surgida originalmente de la necesidad de preservar la paz continental luego de dos guerras devastadoras, devendría una organización internacional sui generis.

Luego de la creación del Mercado Común en 1957, la Unión transitó gradualmente hacia el establecimiento de una divisa común y de un proyecto político basado en la cesión de competencias por parte de los Estados miembros hacia una entidad supranacional conformada por una Comisión, un Consejo Europeo (formado por los jefes de Estado y de gobierno de los países miembros, y responsable de la conducción política) un Consejo de la Union Europea y un Parlamento, estos últimos como legisladores de las propuestas surgidas en el seno de la Comision.

Esta organización estipula, en su derecho originario, la obligatoriedad de contar con regímenes democráticos. Los casos actuales de Hungría y Polonia, caracterizados por el ascenso de líderes autoritarios contradicen los principios mismos de la Unión.

El cenit de la integración europea tuvo lugar luego de la creación del euro y de la ratificación del Tratado de Lisboa en 2009, el cual recupera el acervo jurídico existente, y hace transitar al bloque hacia una ciudadanía común y a la profundización de la integración, a pesar de la existencia de voces contrarias, principalmente en países euroescépticos como el Reino Unido, Dinamarca e Irlanda.

En otras palabras, la Unión Europea es el resultado ostensible de una verdadera voluntad política expresada por los Estados miembros, y anclada en la cooperación multilateral.  America Latina, por su parte, se ha conducido en función de los intereses nacionales. El sueño de Simón Bolívar, por tanto, se distancia enormemente de los principios algún día expuestos por los padres de la Unión Europea.

En suma, America Latina difícilmente será como la Unión Europea. Bien vale soñar, pero no lucrar políticamente con ello.