Este fin de semana se celebra el Día del Padre en México. Debo confesar que me tocó vivir más de 40 años con un padre maravilloso, quizá no el más amoroso pero sí alguien que amó profundamente a su familia.

De él recuerdo que cuando me iba a casar me dijo: “Ten los hijos que tú puedas mantener, ojo, sólo los que tú puedas mantener”. Cuando con el paso de los años llegó el divorcio, escuchaba dormida y despierta esa frase. Tronándome los dedos, he de confesarlo, viví una separación muy dura y con mucho abuso económico, que me hizo recordar las palabras de mi padre y ponerme las pilas para salir adelante con mi familia.

En México el Día del Padre sigue siendo una fecha con tonos agridulces. Por un lado tenemos la paternidad ausente, que afecta a millones de familias y tiene profundas consecuencias sociales. La cifra es dura: más de 4.1 millones de hogares carecen de la presencia paterna.

La realidad demográfica y socioeconómica de las madres mexicanas presenta un panorama complejo. De los 56 millones de mujeres de 12 años o más en México, el 67% (37.5 millones) son madres. Sin embargo, esta cifra esconde una gran diversidad de situaciones, reflejada en sus diferentes estados civiles y condiciones laborales.

El hecho de que siete de cada diez madres mexicanas tengan empleos con sueldos que apenas alcanzan para cubrir alimentos, transporte y vivienda, revela una profunda desigualdad. Esta situación de precariedad laboral afecta no solo a las madres, sino también a sus hijos, quienes se ven privados de oportunidades de desarrollo debido a la falta de recursos económicos.

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El padre ausente, pues, sigue siendo un problema real que afecta la economía, la estabilidad emocional y la vida afectiva de los integrantes del hogar, especialmente las infancias.

Pero del otro lado de la moneda están también los padres amorosos, presentes en la crianza de los hijos e hijas y atentos a sus cuidados, que enfrentan otro tipo de obstáculos para ejercer su paternidad en momentos claves, como el nacimiento o adopción de un bebé.

En México, la legislación laboral está evolucionando para reconocer la importancia de la paternidad y la corresponsabilidad en el cuidado de los hijos e hijas; sin embargo, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) reporta una cifra alarmante: un promedio de 3,374 licencias de paternidad al año. Casi nada. Esta estadística, lejos de ser un dato aislado, refleja una problemática sistémica que obstaculiza el ejercicio de un derecho fundamental para los padres mexicanos: la licencia de paternidad. La brecha entre la ley y la realidad es abismal, dejando a la mayoría de los padres sin el apoyo necesario para participar activamente en los primeros días de vida de sus hijos.

La Ley Federal del Trabajo (LFT) garantiza cinco días hábiles con goce de sueldo para los padres tras el nacimiento o adopción de un hijo. Sin embargo, la escasa utilización de este derecho evidencia una serie de fallas estructurales. Encima el tiempo es muy poco y se deja de lado la importancia del vínculo padre-hijo en las primeras etapas cruciales del desarrollo.

Pero el problema no se limita a la duración. La falta de apoyo institucional y la presión laboral juegan un papel crucial. Muchos padres temen represalias en sus trabajos si utilizan su licencia, optando por renunciar a este derecho para evitar posibles consecuencias negativas en su carrera profesional. La cultura laboral mexicana, aún arraigada en modelos tradicionales, no siempre fomenta la corresponsabilidad en el cuidado infantil, dejando la carga mayoritariamente en las madres.

La comparación con otros países resulta reveladora. Mientras naciones como Suecia o Canadá ofrecen licencias de paternidad de varias semanas, México se queda rezagado, reflejando una falta de compromiso con la equidad de género y el bienestar familiar. Esta situación no solo afecta a los padres, sino también a las madres, quienes se ven sobrecargadas con la responsabilidad exclusiva del cuidado infantil.

Para revertir esta realidad, se requiere una acción multifacética. La ampliación de la licencia de paternidad a un periodo más acorde con las necesidades familiares es un paso fundamental. Pero, además, se necesita una mayor concientización por parte de empleadores y empleados sobre la importancia de este derecho y sus beneficios para la familia y la sociedad. Implementar políticas que incentiven la toma de la licencia, junto con la creación de una cultura laboral más flexible y equitativa, son cruciales para lograr un cambio significativo.

Hay padres buenos y malos; padres conscientes y preocupados por el bienestar de su familia y otros que no lo son. En esta sociedad multicultural y tan diversa es indispensable conocer nuestros derechos y obligaciones para que las generaciones futuras vivan mejor.