Vivimos días en los que el escenario político mexicano se puebla de interpretaciones apresuradas. Actores políticos y medios de comunicación buscan adivinar el porvenir a partir de las acciones y gestos de quienes se consideran herederos —por sangre o por afinidad política— de un liderazgo que ha marcado la vida pública en los últimos años. Sin embargo, reducir el análisis a los movimientos inmediatos de estos personajes es un camino corto y engañoso.
Quien aspire a descifrar el comportamiento y las decisiones de los sucesores debe, antes, penetrar en la mentalidad y el legado de su predecesor, pues es sobre ese cimiento donde aquéllos edifican, contra el que se rebelan o por el que acaban siendo moldeados.
En el caso de López Obrador, este legado es un entramado de narrativas, símbolos y prácticas políticas que ha configurado un estilo de gobierno y un imaginario colectivo: la promesa de una “cuarta transformación”, la centralidad del liderazgo personal sobre las instituciones y una comunicación directa, cotidiana y polarizante con la ciudadanía.
Para reflexionar con perspectiva, tal vez nos puede ayudar el libro “The Party’s Interests Come First: The Life of Xi Zhongxun, Father of Xi Jinping” (“Los intereses del Partido son lo primero: La vida de Xi Zhongxun, padre de Xi Jinping”), de Joseph Torigian. El autor es investigador en la Institución Hoover de la Universidad de Stanford y profesor de American University en Washington DC.
Se trata de una biografía impactante, y aclamada por la crítica, que utiliza la vida del padre de Xi Jinping para ofrecer una perspectiva única sobre el funcionamiento interno del Partido Comunista Chino (PCCh). Nos ayuda a comprender la política y el liderazgo chinos.
El libro es elogiado como “magistral” y un “logro académico monumental”, al ser la primera biografía en inglés de Xi Zhongxun. La obra de Torigian destaca por su extensa investigación, basada en nuevos documentos, entrevistas (incluida una con el Dalai Lama), diarios y publicaciones periódicas para presentar una imagen vívida.
En resumen, el libro es tanto un relato histórico exhaustivo de la revolución china y las primeras décadas de la República Popular, como una historia profundamente personal de un hombre que luchó constantemente por reconciliar sus propios sentimientos con las exigencias abrumadoras del Partido.
Los críticos destacan que el libro ofrece una perspectiva excepcional y humana sobre cómo era la vida un alto funcionario bajo el régimen de Mao Zedong y Deng Xiaoping. Revela el inmenso costo humano y el sufrimiento personal que acarreó un alma dedicada al PCCh, arrojando luz sobre el impacto psicológico y emocional que moldeó a una generación de líderes.
Un tema central es la notable capacidad de Xi Zhongxun para sobrevivir a las brutales y arbitrarias purgas políticas del PCCh, incluyendo un largo período de exilio y persecución durante la Revolución Cultural. Su instinto de supervivencia política fue clave, y esta experiencia de soportar inmensas dificultades, o “tragar la amargura”, se convirtió en una parte esencial de su identidad y visión del mundo.
Torigian argumenta que la vida de Xi Zhongxun es un testimonio del “extraordinario poder organizativo, ideológico y coercitivo” del PCCh. Incluso para los altos funcionarios, los intereses del Partido eran primordiales, por encima de las lealtades y convicciones personales.
El libro gira en torno a la vida de Xi Zhongxun y sus implicaciones tanto para el PCCh como para su hijo. De hecho, nos ofrece una mirada crucial a los cimientos del pensamiento político de Xi Jinping. Sugiere que el compromiso de Xi Jinping con el Partido y su convicción en su fuerza como herramienta para la grandeza de China están profundamente arraigados en las experiencias de su padre. Se considera que el sufrimiento de su padre y su familia inculcó en Xi Jinping una “visión hobbesiana del mundo”: la creencia de que un poder fuerte y centralizado es necesario para evitar el caos y asegurar el lugar que le corresponde a la nación en el escenario mundial.
Xi Jinping ha intentado equilibrar el crecimiento con la ideología. Se preocupa por el desarrollo económico. Quiere inculcar un sentido de idealismo y convicción tanto en el Partido como en el resto de la población china. Cree que el Partido debe evitar el extremismo de la era de Mao, pero también necesita revitalizarlo.
Kathrin Hille, corresponsal del Financial Times en China, escribió, en una reseña sobre el libro: “En pleno verano de 1976, Xi Jinping y su padre estaban sentados en el diminuto y sofocante apartamento de Xi Zhongxun, en ropa interior, fumando. Era la primera vez en años que el hombre que se convertiría en líder de China, entonces de 23 años, pasaba unas horas con su padre después de que las brutales campañas políticas del Partido Comunista destrozaran a la familia durante la mayor parte de su infancia y juventud”.
La periodista añadió: “Xi padre, ex viceprimer ministro de China, había sido purgado repetidamente y pasó 15 años en prisión y exiliado de Pekín. Sin embargo, optó por pasar la mayor parte de sus escasos momentos juntos escuchando a su hijo recitar dos discursos del líder chino Mao Zedong. A pesar de su propia experiencia de persecución, Xi padre aún consideraba de suma importancia preparar a su hijo para una vida de servicio al Partido”.
La biografía presenta a Xi Zhongxun como un reformador cauteloso que valoraba la estabilidad y el orden, atrapado entre facciones del Partido con diferentes visiones sobre el futuro de China. Su legado y ejemplo influyeron profundamente en la visión del mundo, el estilo político y las prioridades de Xi Jinping.
Algunos expertos dicen que el libro se lee con la intensidad de un “thriller” de la Guerra Fría. Es cierto, despliega momentos cruciales en la historia del PCCh: la formación de bases de apoyo durante la Gran Marcha, las luchas políticas entre facciones de la década de 1950, la era de las reformas bajo Deng Xiaoping y la represión de la Plaza de Tiananmén, que Xi Zhongxun finalmente apoyó a pesar de sus reticencias iniciales.
El Partido no sólo fue una institución política para Xi Zhongxun, sino también una fuente de identidad, significado y familia, especialmente después de quedar huérfano y afrontar dificultades personales. El libro descubre la dimensión humana detrás de la política autoritaria, reflexionando sobre cómo el Partido moldeó el alma de las personas tanto como forjó su camino.
Este libro sirve como un poderoso recordatorio de que, para comprender la política china moderna, es esencial examinar las historias profundamente personales, traumáticas, de las personas que han moldeado el sistema. Lo mismo puede aplicarse a México.
Los herederos políticos de López Obrador —ya sean miembros de su círculo familiar o figuras formadas bajo su sombra en Morena— se mueven en un terreno de lealtad y cálculo. Para algunos, el valor está en custodiar el relato original, preservando intacta la figura del líder; para otros, la ambición radica en reinterpretar ese legado, adaptándolo a nuevos desafíos y audiencias. Ninguno, sin embargo, puede desprenderse por completo del marco que les impone el pasado reciente.
Este fenómeno no es nuevo en la política. La historia está llena de sucesores que, más que iniciar una etapa inédita, gestionan una herencia: unos, como administradores fieles; otros, como reformadores prudentes; y algunos, como rebeldes que, incluso al romper con su antecesor, lo mantienen presente como referencia inevitable.
El problema para México radica en que, mientras la atención pública se centre en la mera intriga sucesoria —quién se acerca más al poder, quién hereda el capital político— se dejarán de lado las discusiones de fondo: el rumbo del país, el crecimiento económico, la solidez de sus instituciones y la capacidad de sus futuros líderes para gobernar sin depender del aura de un solo hombre.
La etapa posterior a López Obrador requerirá comprender que el verdadero desafío para sus herederos será gobernar sin la legitimidad carismática que él cultivó y sin la ventaja de presentarse como ruptura frente a un régimen anterior. Tendrán que construir autoridad propia en un entorno más fragmentado, con ciudadanos más exigentes y con un sistema político que, aunque transformado, conserva inercias profundas.
Analizar a los herederos sin entender la matriz de la que provienen es como interpretar un libro leyendo sólo el epílogo. El porvenir de la política mexicana se escribirá no solo en las acciones de quienes se dicen sucesores, sino en la forma en que decidan —o logren— dialogar con el legado de un líder cuyo tiempo, para bien o para mal, ya terminó.