La propuesta de nominar al analista y académico Genaro Fausto Lozano Valencia como embajador de México en Italia —con concurrencia en Albania, Malta y San Marino— no es una ocurrencia, sino una jugada diplomática inteligente. Simbólicamente es un posicionamiento mexicano humanista que de manera implícita, celebra las causas representadas por Genaro Lozano haciéndolas propias, una señal que en tiempos de intolerancia se pinta con colores de esperanza para México y también para América Latina.

Presentada ante la Comisión Permanente este miércoles 20 de agosto, esta candidatura llega en un momento crítico, cuando Italia sufre la escalada autoritaria bajo el gobierno ultraderechista de Giorgia Meloni, con políticas restrictivas hacia la comunidad LGBTTTIQ+, los migrantes y los defensores de derechos humanos. En geopolítica, Meloni representa la presencia de la ideología de Trump en el continente europeo, con puntos que ganan popularidad entre los ciudadanos que irremediablemente, van polarizando sus posturas hacia el extremo individualista, neoliberal, intolerante y excluyente.

Giorgia Meloni y Donald Trump, aunque separados por contextos nacionales distintos, comparten una visión política que se entrelaza en varios ejes de la agenda global contemporánea. En primer lugar, ambos han hecho de la migración un enemigo político. Meloni en Italia ha impulsado el cierre de puertos a barcos de rescate en el Mediterráneo y la firma de acuerdos con gobiernos africanos para frenar la llegada de migrantes, mientras Trump en Estados Unidos convirtió el muro con México en símbolo de su gobierno y aplicó políticas de “tolerancia cero” que separaron familias y criminalizaron el tránsito irregular. En los dos casos, el migrante se convierte en el “otro” a quien se responsabiliza de los males sociales, económicos y culturales.

El segundo punto de convergencia es la defensa de la familia tradicional. Meloni sostiene que la célula básica de la sociedad debe ser la unión entre un hombre y una mujer, se opone a la adopción homoparental y a reconocer nuevos modelos de familia. Trump, aunque más ambiguo en lo personal, respaldó la agenda de la derecha evangélica en Estados Unidos, apoyó la colocación de jueces conservadores en la Suprema Corte y facilitó retrocesos en derechos sexuales y reproductivos. Ambos líderes, desde su propia trinchera, han dado voz al conservadurismo moral en su versión más rígida.

Un tercer aspecto es su énfasis en el nacionalismo y el soberanismo. Meloni acusa a Bruselas de imponer una agenda globalista que erosiona la soberanía italiana y promueve el “rescate” de la identidad nacional. Trump, con su lema MAGA o “America First”, no solo impuso una agenda proteccionista, sino que también retiró a Estados Unidos de tratados internacionales, debilitando la cooperación multilateral. En ambos discursos, la nación se reivindica como fortaleza, aislada y autosuficiente frente a un mundo considerado hostil.

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En cuarto lugar, Meloni y Trump se identifican con un discurso anti-woke, una narrativa que cuestiona las políticas de género, la educación inclusiva y el reconocimiento de minorías. Meloni ha sido una férrea opositora del lenguaje inclusivo y de la “ideología de género”, mientras Trump ha ridiculizado constantemente a feministas, activistas de diversidad sexual y movimientos antirracistas, acusándolos de debilitar a la sociedad. De nuevo, los dos coinciden en construir un enemigo interno: quienes impulsan cambios culturales progresistas.

El quinto punto de coincidencia es la ambigüedad frente a Rusia y la OTAN. Trump elogió públicamente a Putin, criticó el gasto de Estados Unidos en la alianza atlántica y amenazó con retirarse de la OTAN. Meloni, aunque actualmente respalda a Ucrania, proviene de un entorno político euroescéptico, con figuras que han mostrado simpatías abiertas hacia Moscú. Este doble discurso refleja una tensión entre pragmatismo político y afinidades ideológicas.

Finalmente, comparten un mismo estilo político: el populismo de derecha. Tanto Meloni como Trump se presentan como outsiders que enfrentan al establishment, que “dicen la verdad” frente a lo políticamente correcto y que encuentran en la confrontación su herramienta más eficaz. Sus discursos directos, emotivos y cargados de dramatismo los acercan más a la lógica del espectáculo que a la de la negociación política.

En conjunto, estas coincidencias muestran que, más allá de sus fronteras nacionales, Trump y Meloni forman parte de un mismo bloque cultural y político: el de un conservadurismo militante que cuestiona los avances en derechos humanos, erosiona la cooperación internacional y fortalece un modelo excluyente de nación.

Ese es el contexto de la propuesta que hace la presidenta al Senado. La representación de Genaro Lozano como embajador de México en Italia implica una mano de ayuda para todos los descobijados por estas posturas y no implica necesariamente tensiones o improvisaciones. Después de todo, esa ha sido la naturaleza diplomática de México: dar refugio, real y simbólico, ante hostilidades políticas. La presidenta Claudia Sheinbaum en su profunda sabiduría, ha elegido a un interlocutor que tiene entre sus tantas virtudes la de escuchar y construir desde el respeto.

La comunidad mexicana en Italia: cifras y contexto

Aunque parece una cifra modesta, hay entre 5,700 y 6,000 mexicanos residentes en Italia, concentrados en regiones como Lacio (Roma), Lombardía (Milán), Piamonte y Véneto. Estos números colocan a Italia como el tercer país europeo con mayor presencia de mexicanas y mexicanos, después de España y Alemania. Pese a no ser una comunidad numerosa, su presencia cultural, académica y profesional es significativa… Algunas fuentes mencionan que habría más de 10 mil mexicanos en Italia.

Durante la emergencia sanitaria provocada por el COVID-19, la Embajada y el Consulado en Italia tuvieron que responder ante la prensa y las redes a la situación de mexicanas mayores y vulnerables que quedaron varadas en zonas como Bérgamo, epicentro de la pandemia. Arianna, una ciudadana italo-mexicana, relató que su madre, una mujer de 60 años con problemas cardíacos, vivió angustiosas cancelaciones de vuelos y la imposibilidad de volver a México. A pesar del contexto crítico, las representaciones diplomáticas buscaron organizar un traslado seguro a Roma como alternativa. Este episodio visibiliza el papel crucial de la misión diplomática: proteger y repatriar a los connacionales, especialmente en situaciones de emergencia.

Hay tres virtudes en Genaro Lozano que lo hacen idóneo para el cargo, partiendo de que contrario a lo que sugieren los críticos de este nombramiento, Genaro tiene formación académica como internacionalista por el ITAM, con estudios de doctorado y maestría en Ciencia Política en The New School for Social Research y cuenta con las herramientas para la carrera diplomática más que acreditadas. A distinción de las habilidades tradicionales más valoradas por políticos del siglo pasado, las “softskills” para lograr acuerdos, atraer inversiones y promover el turismo, como ha presentado el día de hoy en su plan de trabajo, son las siguientes:

1. Escucha activa: Genaro sabe escuchar con paciencia, comprender incluso posturas opuestas, generando empatía y espacios de diálogo. Lo hizo por años desde la mesa de debates de “Sin filtro” y “Punto y Contrapunto”, donde tuvimos el gusto de coincidir, él como conductor y yo, como panelista.

2. Capacidad de articulación: no se limita a escuchar; construye consensos y resultados. Una gran habilidad de Genaro ha sido involucrarse con las causas y misiones justas, pues no se ha limitado al papel del politólogo o periodista que analiza los temas desde la óptica ajena sino que su activismo y compromiso por causas con la comunidad LGBTTTIQ+, el veganismo, la política de drogas e inclusive los temas feministas ha logrado la articulación de redes para la defensa de victimas y poblaciones históricamente excluidas. Representa la pluralidad, con una capacidad extraordinaria de unir polos opuestos por buenas causas siempre desde el respeto.

3. Coherencia humanista y progresista: no compromete sus valores por conveniencia. A pesar de reunirse y entablar diálogo con representantes de partidos o militantes de ideologías diversas, ha guardado una brújula definida desde la que escucha, articula y construye sin perder sus propias convicciones.

Bajo Meloni, Italia se inclina hacia políticas excluyentes contra la comunidad LGBTTTIQ+, migrantes y población diversa —incluyendo mexicanas y mexicanos—, compartiendo discursos con figuras como Donald Trump. En este contexto, un embajador como Lozano puede convertir la misión diplomática mexicana en un santuario de dignidad y libertad, una plataforma de protección para quienes viven bajo presión cultural y política.

Ello no implica hostilidad o un mal gesto hacia Italia, por el contrario, se trata del ejercicio más pleno de soberanía con la oportunidad de que Lozano haga lo que sabe hacer, ahora, en un más alto nivel.

La ironía

Resulta fascinante: esta semana se rumoró que Adán Augusto sería nominado embajador y de inmediato lo tacharon de “salida decorosa” o de intento de la presidenta por sacarlo del mapa político, como si ser nombrado embajador fuera un poco indigno. Una forma sofisticada de exclusión en medio del escándalo que enfrenta por vínculos con un grupo delictivo de quien fuera su ex secretario de seguridad en Tabasco. En cambio, una candidatura íntegra, reflexiva y de valores humanistas y solidarios —como la de Lozano— recibe desaires, críticas sin fundamento, ataques sin conocer. Ahora los opositores creen que una embajada es de altísimo nivel y que ello no se alcanza por la propuesta ya avalada por unanimidad en comisiones. Ignorando que Lozano además de ser un intelectual joven, rompió los esquemas rancios de otros personajes mexicanos con una vida pública y privada íntegra, no como Octavio Paz, quien fuera embajador de México en la India representado como alguien de alta “moral” mientras que puerta adentro, violentaba a su esposa Elena Garro y la controlaba obstaculizando su vida desde el machismo más tolerado.

Parece que la oposición ha encontrado su lugar favorito: el sofá del crítico que lanza palomitas, jamás el de quien propone soluciones o reconoce logros —como la reducción de pobreza apalancada en el aumento al salario mínimo y en programas sociales, que el INEGI reconoce y la ONU celebra—, donde ellos, fieles al “hubiera”, prefieren permanecer buscando cualquier cosa para ser reaccionarios, cosa interesante cuando justo lo que le critican a Lozano es “no ser neutral”... ¡Como si ellos lo fueran!

Con miles de mexicanos en Italia, la figura de Genaro Lozano como embajador adquiere una profunda relevancia simbólica y concreta. En tiempos de polarización y retrocesos en derechos, México ofrece presencia, protección y diplomacia sensible. Aunque Meloni difícilmente suavizará su agenda represiva, la embajada de Lozano será un faro de libertad, dignidad y amparo para quienes son vilipendiados. Esta propuesta no solo es estratégica: es celebrable y merece el apoyo completo de todos los sectores.

X: @ifridaita