El resonante triunfo de Fátima Bosch en Miss Universo trasciende las pasarelas y los reflectores, desatando un diálogo que va más allá de la mera apariencia. En un entorno donde las críticas y los juicios superficiales abundan, la victoria de Fátima se erige como un símbolo de perseverancia, disciplina y compromiso inquebrantable.

Desde el instante en que su nombre fue anunciado como la ganadora, las redes sociales se vieron inundadas de comentarios tanto positivos como de acusaciones infundadas. Sin embargo, la realidad habla por sí misma: Fátima se preparó con esmero, se mantuvo firme ante la presión y demostró una dedicación excepcional. Su corona no es fruto de influencias externas, sino el resultado de un esfuerzo personal y una convicción inquebrantable.

En México, como en otras partes del mundo, los concursos de belleza han tenido distintos matices, en los cuales el racismo y la violencia estética han desgastado a las mujeres que participan en ellos. Además, la presión social por ajustarse a los cánones de belleza ha dejado huella en muchas participantes, cuyo triunfo nada se parecía a la felicidad plena.

En 1928, el periódico Excélsior marcó un hito al convocar a mujeres mexicanas de 18 a 25 años para elegir a la primera Miss México. Los requisitos eran claros: cumplir con el rango de edad, ser soltera y no dedicarse al mundo artístico. La ganadora fue María Teresa Landa, de 18 años, quien atrajo las miradas por “sus ojos negros, piel tersa y curvas sinuosas”. Su belleza era tal que incluso tuvo ofertas de trabajo en Hollywood.

Pero no todo lo que brilla es oro. Tere Landa vivió uno de los episodios más terribles de los que se tiene historia de estos concursos en México: asesinó a su esposo, un general revolucionario, 16 años mayor que ella. Todo sucedió después de enterarse que este hombre había sido acusado de bigamia por otra mujer, lo cual la sacó de sus casillas, tomó una pistola, fue a buscarlo para pedirle explicaciones y como él se burló, jaló el gatillo y lo mató. Puedo imaginar el escándalo que se vivió a raíz de ese 29 de agosto de 1929, cuando la sociedad mexicana se estremeció ante el crimen de quien fuera considerada la mujer más hermosa de nuestro país.

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Han pasado casi cien años desde ese episodio y hemos tenido destacadas representantes en Miss Universo, cuatro de ellas coronadas en tan importante y polémico certamen.

Pero este año fue especialmente importante, México se ha colocado ante los ojos del mundo por tener una mujer presidenta, poderosísima y conocida más allá de nuestras fronteras por su talento y su determinación para dar la cara ante cualquier conflicto. “Las mujeres brillamos con luz propia cuando alzamos la voz y participamos activamente en la construcción de un mundo mejor”, dijo la presidenta respecto al triunfo de Bosch, quien, por cierto, semanas antes del evento donde se llevara la corona, dijo admirar a Sheinbaum.

Sí, las mexicanas escalamos a niveles importantes, somos competitivas, tenaces, preparadas y cada vez menos sumisas.

Por ello, Fátima no solo deslumbró con su belleza, sino que también cautivó al público con su elocuencia y su capacidad para defender sus ideales con pasión. No olvidemos el lamentable episodio cuando quiso ser humillada por Nawat Itsaragrisil, empresario y director de Miss Universo Tailandia, a quien no le quedó más que reconocer el triunfo de la tabasqueña y felicitarla.

En un mundo donde la belleza a menudo se prioriza sobre la esencia, la ganadora de Miss Universo nos demuestra que el verdadero poder reside en la armonía entre ambas. Su victoria es un faro de esperanza para todas las mujeres que anhelan alcanzar sus metas, sin importar los desafíos que se presenten en el camino.