Después de que la administración del gobierno de los Estados Unidos sufriera el cierre más largo en toda su historia (government shutdown), necesitamos revisar cómo se encuentra la aviación en dicha nación.
Lo que ha ocurrido en los últimos días es digno de reseñarse, y vamos de lo más chabacano a lo más serio. En infinidad de ocasiones les he mencionado que la administración de Donald Trump cree que vive en los años cincuenta, y bajo esa óptica el Departamento del Transporte del vecino país (DOT, por sus siglas en inglés) ha lanzado una campaña llamada “la era dorada”, y un eslogan maniqueo: The Golden Age of Travel Starts with You…, y con esa visión anquilosada pretende que la gente cambie de la noche a la mañana.
Su pretensión es que en la temporada alta, que arranca con la festividad del Día de Acción de Gracias (Thanksgiving), la gente viaje como lo hacía en los años cincuenta, como si la aviación no hubiese cambiado un ápice.
Sean Duffy, el titular del DOT, salió muy orondo a pedirle a su público favorecedor que vista elegantemente, como en los años de la época dorada de la aviación; y no se detuvo ahí, sino que los invitó a que dejen de viajar en pijama y con pantuflas y vistan de forma decente. Según él, eso mejorará el comportamiento de los pasajeros y disminuirá el número de “pax” disruptivos, tantos en los mostradores como a bordo de las aeronaves.
Interesante, pero ramplón y ridículo punto de vista. Si todo se solucionara solo vistiendo “bien y de forma adecuada” no habría problemas en el mundo. La gente viaja en fachas, y sobre todo los norteamericanos, por diversos motivos; primero, viajar no es un lujo, es una necesidad, segundo por el tipo de servicio que se ofrece.
“Tú le pides a la vida, pero dime qué le ofreces”, dijo un trovador oaxaqueño. En los años dorados de la aviación, los asientos eran super amplios, las aerolíneas ofrecían comida y bebida a bordo, y documentar el equipaje no tenía costos extras, como sí sucede hoy en día, donde los asientos son cada vez más pequeños, angostos y sumamente incómodos; hoy las líneas aéreas buscan meter más gente en clase turista para que les sea más redituable, porque el modelo de bajo costo llegó para quedarse, y todo lo cobran aparte.
Y a eso hay que sumarle las pésimas condiciones laborales de los tripulantes norteamericanos. Se los juro, yo sigo sin dar crédito a cómo manejan al personal de las aerolíneas al norte del Río Bravo, y en especial con sus sobrecargos, a quienes solamente les pagan las horas de vuelo, y no el tiempo que pasan en plataforma, como si no fuera parte ya de su jornada laboral.
¡Y se supone que Estados Unidos es primer mundo! Es evidente que Sean Duffy ha sacado ámpula con su recomendación de volver a vestirse como se hacía en “The Golden Age”; mucha gente le ha contestado que seguirán viajando con ropa cómoda, porque al parecer todavía no logran reestablecer al cien por ciento las operaciones aéreas, y pasajeros, aerolíneas, aeropuertos y autoridades siguen lidiando con las consecuencias que dejó el cierre del gobierno.
Y si el caos no fuera suficiente, la Agencia Federal de Aviación gringa (FAA, por sus siglas en inglés) anunció que realizará una investigación, pues detectó que durante el cierre del gobierno hubo aerolíneas que no cumplieron con el recorte de operaciones que se les solicitó.
¡Así como lo leen!, y es que de verdad, no es fácil para las líneas aéreas que, por culpa del gobierno, tuvieron que recortar sus operaciones, dejando clientes enojados e insatisfechos, y encima sufrir pérdidas económicas por la incertidumbre que generó la inseguridad aérea.
Conforme se iban acumulando los días con el gobierno cerrado, se hacía más y más evidente que no iban a poder gestionar los aeropuertos norteamericanos de forma adecuada y segura, por eso la administración trumpista ordenó a las líneas aéreas recortar sus operaciones, pero ¿quién les va a pagar a ellas?, porque eso sí, el gobierno de Trump se está parando el cuello prometiendo bonos exorbitantes, pero a ellos me referiré más adelante.
Aquí la pregunta es: ¿las aerolíneas tienen que pagar los platos rotos de un evento ajeno a ellos?, porque ellas ya tenían programados sus vuelos; pero amanecen con un cierre del gobierno federal, que se suma a la falta de personal de la Administración de Seguridad en el Transporte (TSA), así como de Controladores de Tráfico Aéreo (ATC), y de un día para otro tuvieron que cancelar y demorar vuelos, con todas las consecuencias que ello conlleva.
Las estrategias para el control de daños que tuvieron que implementar fueron de niveles médicos, casi quirúrgicos, para proteger al pasajero, sus operaciones y la misma seguridad aérea. Pero ahora la FAA tiene en la mira a estas líneas aéreas que no cumplieron la exigencia de recortar operaciones en por lo menos los 40 aeropuertos más transitados de Estados Unidos. Así lo recoge la agencia Reuters, en la conferencia de prensa realizada por Bryan Bedford, actual administrador de la FAA:
<i>“Vamos a enviar cartas de investigación a todas las aerolíneas que consideremos que no han cumplido el requisito de reducir su capacidad”.</i>
Bryan Bedford, administrador de la FAA
En esa misma conferencia Sean Duffy declaró: “las aerolíneas deben cumplir las órdenes de la FAA… Si esas aerolíneas no cumplieron debe haber una rendición de cuentas".
Y cerramos con la cereza del pastel; cuando se anunció el final del cierre del gobierno federal del vecino país, aprovecharon para dar a conocer, con bombo y platillo, la entrega de un bono por 10 mil dólares por “asistencia perfecta”, a todo aquel trabajador que no hubiere faltado a su trabajo durante el shutdown, demostrando su patriotismo por ir a trabajar más de 30 días, sin cobrar.
Nada más para que se den una idea, actualmente Estados Unidos enfrenta un déficit de personal de control de tráfico aéreo, y opera los aeropuertos de su país con 13 mil trabajadores, que son insuficientes -dicho sea de paso- para el flujo de aviones que tienen diariamente.
¿Cuántos trabajadores, entre controladores aéreos y personal de TSA, se hicieron acreedores a este bono? Poco menos de 800 personas. Me queda claro que a la administración de Donald Trump no le importó que asistir al trabajo implica un costo, y aquí se le pidió al trabajador que lo absorbiera él mismo, pues no había pago de por medio. ¿Cómo iba a trasladarse a su trabajo? Prácticamente imposible, a menos que se quedaran a dormir en el lugar de trabajo, y vivieran a través del proceso de la fotosíntesis, como las plantas: de aire y sol como alimento.
A través de una rueda de prensa, Sean Duffy informó que el próximo 9 de diciembre los 800 trabajadores que se hicieron acreedores al bono de asistencia perfecta serán recompensados. De hecho, son solo 776, entre personal de la TSA y personal de ATC; es decir, el 4% de un total de 20 mil trabajadores de ambas dependencias.
¡Pasen, pasen a ver cómo funciona el capitalismo rapaz! Se está recompensando económicamente a quien tuvo la posibilidad financiera de hacerle frente a 43 días sin recibir su salario; me parece un total despropósito, porque si la gente faltó a su trabajo fue por la falta de recursos económicos, o porque tuvo que buscar otra forma de sustento y llevar alimento a su casa, aunque fuera de manera temporal.
Se cataloga como verdadero patriota a aquellos que ya cuentan con una infraestructura financiera sólida a sus espaldas, que les permitió conservar movilidad, seguridad médica, autosuficiencia alimentaria, educativa y hasta recreativa, pero se maltrata y castiga a aquellos que trabajan para sacar adelante a su familia.
Esto va a dejar un ambiente laboral complicado, de manera irremediable. Si ya tenían problemas antes, este tipo de “recompensas” no harán más que vulnerar la frágil seguridad con la que se estaba operando; solo va a acrecentar el malestar entre los trabajadores. Pero así son los norteamericanos, individualistas; por eso en términos de derechos laborales, aunque usted no lo crea, México está por encima de ellos.
En lo personal, no creo que venga la calma después de tamaño tormentón. Más bien parece que se está gestando otra tragedia, que puede ser de dimensiones apocalípticas. Normalmente me gusta tener la razón, pero en esta ocasión, espero estar equivocada.





