¡Bienvenidos amantes de la gastronomía! Les traigo algo que sin duda es una muy buena noticia y es referente de cómo ha ido creciendo el mercado del vino mexicano. Unas décadas atrás, antes de la llegada a nuestro país de caldos provenientes de Chile o Argentina, las opciones para los amantes del mundo vitivinícola eran pocas y muy caras.

O consumías un vino XA, de Casa Pedro Domecq, viñedos del Valle de Calafia, en Baja California, o buscabas un buen contacto en las aduanas, que te consiguiera un vino francés o español.

Era, indudablemente, otro México. Posteriormente, gracias a varios tratados comerciales con el extranjero, los enófilos tuvimos acceso a muchas más etiquetas que degustar, provenientes de prácticamente todas las partes del mundo.

Con ello el vino mexicano se quedó un poco en el olvido, después de que durante décadas estuvo presente en las mesas familiares, sobre todo en épocas decembrinas; fue comprobable que el consumo del vino mexicano tuvo una caída. La buena noticia es que hoy vemos con gusto que no solo se ha repuesto, sino que tenemos cada vez más zonas que se dedican a la producción de muy buen vino.

Ahora, además de Baja California y Querétaro, tenemos a Guanajuato, Aguascalientes, San Luis Potosí, Chihuahua y Coahuila como grandes creadores de caldos maravillosos.

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Hoy, México goza de estas siete regiones que se consolidan tanto en el mercado nacional como en el internacional. Y quiero compartir con ustedes los nombres de algunas botellas de estas regiones que vale la pena probar, si es que no lo han hecho todavía.

Comenzando con una región donde uno jamás se imaginaría el potencial que tiene para hacer vino, en Guanajuato se hace un vino que es ideal para un domingo de flojera, pues acompaña una pizza de forma extraordinaria: Vino Tinto Tierra de Ángeles Nebbiolo; en nariz huele a frutos negros y en boca es armonioso con notas un poco cítricas, ligeramente dulzón. Lo mejor es el precio, la botella está en menos de 500 pesos.

Baldosa Tinto de la Bodega Santa Helena en Aguascalientes, es un vino con aroma a frutos rojos como la frambuesa, en boca se pueden encontrar frutos maduros, y es ideal para acompañar con una tabla de quesos; su precio igual que el anterior, es menor a los 500 pesos.

En el estado de Chihuahua nos encontramos con un interesante ensamble: Megacero, de Vinos Encinillas, un tinto hecho con mezcla de uvas Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah. En nariz encontramos frutos negros, tabaco, café y especias; en boca es elegante con toques a vainilla y taninos suaves. Por mil pesos es una experiencia inolvidable. Unas enmoladas le van a las mil maravillas.

Cava Quintanilla en San Luis Potosí produce un vino excelente, y ese es el caso de Syrah Reserve, un vino elegante e intenso, con una marcada nariz a violeta, pimienta y clavo; en boca encontramos frutos negros maduros, caramelo y notas a tostado. Por menos de mil pesos podemos encontrar esta pequeña joya. Con cortes, pastas y aves de caza queda excelente.

No podemos dejar atrás a los más famosos de Coahuila, los vinos de Casa Madero; cualquiera que prueben es garantía de calidad, pero si me preguntan cuál me gusta más, es el Casa Madero Gran Reserva 3V. En él encontramos frutos maduros, moras, especias y flores en nariz ; y en boca es un vino completo, fuerte, con sabores a grosellas y cacao. Por poco más de mil pesos, de verdad que vale la pena. Maridarlo con comida mexicana es todo un plus.

Winery San Juanito Vitivinícola en Querétaro produce unos vinos muy interesantes. Ese es el caso de Abolengo de Don Juan, es una mezcla de 75% Tinta de Bernal y 25% Malbec. Un vino premium que va excelente con carnes frías. En nariz se perciben frutos rojos, como la cereza, y en boca se potencializa el sabor de las moras maduras y las ciruelas. Por menos de 1,500 pesos es una apuesta segura.

Y, finalmente, de Baja California les vengo recomendando un vino del que estoy profundamente enamorada, de Aldo César Palafox Vinos y Viñedos en Ensenada, podemos encontrar Pionero, una verdadera joya por menos de 500 pesos. Este es un vino hecho a base de uva tempranillo; en la nariz podemos encontrar notas a frutos rojos, violetas y especias, en boca es suave y opulento, con un retrogusto que sorprende. Le van muy bien las tapas españolas.

Como podemos ver, el vino mexicano ha ido creciendo, y con ello las expectativas que se tiene de este. Hubo una época en que se solía decir que el vino mexicano, en términos generales, no valía la pena, ahora eso está cambiando para bien.

Por supuesto que todavía estamos en pañales si nos comparamos con otras naciones con industrias vitivinícolas que cuentan su edad en siglos. El número de hectáreas que dedicamos a la vid son muy pocas; sin embargo, por algún punto habremos de empezar, y qué mejor que hacerlo redescubriendo a México en cada copa. ¡Bon appétit!

Cat Soumeillera en X: @CSoumeillera