Una de las lamentables noticias que se han reportado en los últimos días han sido las declaraciones de Marx Arriaga, director general de materiales educativos de la SEP, en relación con los libros de texto gratuito para alumnos de primaria.
Debe recordarse que Arriaga es un funcionario secundario en términos del organigrama de la SEP, pues la dirección a su cargo se encuentra adscrita a la Subsecretaría de Educación Básica. Su nombre no debería ser ni siquiera del conocimiento público. Sin embargo, a pesar de lo señalado, su función es destacada. Es nada más que el funcionario responsable de la coordinación y redacción de los contenidos de los libros de todos los niños que cursan la educación pública en México.
Arriaga es un funcionario de limitadas competencias y ha hecho expreso su profundo resentimiento hacia los que él considera “blancos”. A través de su cuenta de X se ha expresado vulgarmente de personajes como Lorenzo Córdova o la española Cayetana Álvarez de Toledo por su supuesto racismo. Les ha llamado “malditos barbudos de ojos azules” en una clara referencia al color de su tez, a la vez que el funcionario ha hecho públicos sus complejos frente a hombres y mujeres que no comparten su visión del mundo.
El mismo desdibujado Marx Arriaga promovió que el nombre de Córdova fuese incluido como ejemplo de intolerancia en la historia, por sus desafortunados comentarios en relación con representantes de unos pueblos originarios, buscando colocarle en los textos al lado de dictadores del siglo XX. Ridículo.
No contento con sus despropósitos propios de un sujeto que debería estar a mil kilómetros de distancia de cualquier cargo de responsabilidad pública, ha manifestado recientemente su deseo de convocar comités de defensa, a la usanza cubana, para defender el contenido de unos textos con el objetivo de que estos se purguen del contenido neoliberal y que recuperen la ideología obradorista, en la concepción propia del individuo.
En otras palabras, el sujeto responsable del contenido de los libros de texto ha abiertamente pugnado en favor de que tengan contenido político, echando de lado las prioridades como el conocimiento científico y el civismo. Es una pena y una verguenza que debe ser denunciada.
La presidenta Claudia Sheinbaum y el secretario Mario Delgado se han mantenido al margen. Lejos de sugerir su posible cese ante un acto de rebeldía en el interior de la SEP, han guardado silencio. ¿Se tratará quizás de una estrategia dirigida desde la cúpula para incluir el contenido político en los libros sin que la responsabilidad pese sobre la jefa del Estado o el secretario? ¿O el sujeto Arriaga goza de la protección de los dioses del Olimpo aposentados en el rancho La Chingada? El lector tendrá sus conclusiones.


