La victoria arrolladora de AMLO en las elecciones de 2018 respondió a diversos factores: el hartazgo cuasi generalizado en torno a los escándalos de corrupción del PRI, el fracaso del PAN en ciertas materias de la agenda pública (como la guerra de Calderón) y el carisma del candidato de Morena. Esta fue quizá la principal razón que propulsó a AMLO a lograr una hazaña no vista en México desde los tiempos pre-democráticos: ganar las elecciones presidenciales con un porcentaje superior al 50 por ciento, es decir, con la mayoría absoluta de los sufragios.

En este tenor, recordemos que AMLO, a diferencia de sus antecesores, ganó las elecciones presidenciales de 2018 con el 53 por ciento de los votos. En retrospectiva histórica, Enrique Peña lo hizo con el 38 por ciento, Calderón con el 35.8, Fox con el 42 y Ernesto Zedillo con el 48 por ciento. Debemos remontarnos, pues, a la elección de Carlos Salinas de Gortari, quien ganó las elecciones (en medio, el lector recordará, de un supuesto fraude electoral perpetrado por el PRI y orquestado por Manuel Bartlett desde la Secretaría de Gobernación) con un número ligeramente mayor al 50 por ciento.

En otras palabras, debemos trasladarnos hasta el año de 1982, en aquellos tiempos en ausencia del IFE o de cualquier autoridad electoral medianamente legítima, para referir a un candidato que haya superado el porcentaje de victoria de AMLO en 2018. Se trata de Miguel de la Madrid Hurtado, quien derrotó a la oposición con un 70.9 por ciento de los sufragios.

Sin embargo, la victoria avasallante de Morena en 2018 quedará en ese año. Como he señalado, el carisma de AMLO, su extraordinario genio comunicativo y su inigualable talante político le convirtieron en uno de los personajes más destacados en la historia reciente de México.

Para la mala fortuna de Morena o de cualquier partido de oposición, ningún candidato surgido de esas siglas repetirá la hazaña de AMLO. Trátese del experimentado Ebrard, de Sheinbaum o de cualquier personaje que reciba el espaldarazo del presidente, el candidato ganador se convertirá en presidente de México con la mayoría relativa de los votos. Difícilmente, pues, el próximo jefe del Estado mexicano será capaz de ganar con la mayoría absoluta de los sufragios.

Ello provocará el renacimiento del debate en torno a la pertinencia de realizar una reforma constitucional que contemple el establecimiento de la segunda vuelta, a saber, una segunda elección presidencial, pero ahora, entre los dos punteros.

En suma, los tiempos de victorias arrolladoras de Morena habrán pasado a la historia en 2024. Volveremos a ver, pues, a candidatos ganadores que se mantienen por debajo del 50; y en ausencia de una segunda vuelta, un presidente de la República que ha sido rechazado por la mayoría de los votantes. Es cuanto.