“El que enseña el camino al que va errado, luz en su luz le enciende y a él le alumbra habiéndola comunicado.”

CICERÓN

“Siempre lleva errado el norte

quien tiene el amor por guía.”

LOPE DE VEGA

Las encuestas electorales que auguraban un triunfo arrollador del Partido Republicano en el Congreso de la Unión de los Estados Unidos demostraron estar equivocadas. La promesa de un tsunami republicano, con el empuje de la figura de Donald Trump, terminó en una división legislativa que ya existía; esto es, sin la masacre de los demócratas como se pronosticaba.

No solo en Estados Unidos han fallado las encuestas. También recientemente en Brasil en la primera vuelta de las elecciones presidenciales; el triunfo arrollador de Lula da Silva no ocurrió y se celebró, entonces, una segunda ronda comicial. Antes han habido muchos otros casos fallidos en diversas partes del mundo para los ejercicios demoscópicos.

Ahora en Estados Unidos, los candidatos que el ex presidente norteamericano respaldó de manera directa perdieron en dos importantes estados: Arizona y Pennsylvania.

Nada fue como anunciaban las encuestas, y nos encontramos nuevamente con la pregunta que se plantean las casas encuestadoras, académicos, público en general y sobre todo los políticos que en ellas aparecen: ¿qué está sucediendo con estos ejercicios?

Tal vez haríamos bien, no en hacerlas a un lado, mas sí concederles un lugar menor en los parámetros de referencia. Exigir que en su metodología, más allá del margen de error y la cantidad de personas que se encuestaron, ser capaces de analizar la tasa de indecisión y de no respuesta. Con ello se podría hacer una inferencia algo más cercana a la realidad de los porcentajes obtenidos por los políticos.

Al respecto, en el periódico The New York Times realizaron un experimento en Wisconsin, EU. Pagaron a las personas para que contestaran su encuesta. Falta aún procesar muchos de los hallazgos, pero uno interesante del que ya se informa es que, al menos para responder a la encuesta, el 30% de los hogares donde recibieron ese apoyo económico sí lo hizo, contra un 1% de quienes respondieron sin mediar estímulo económico. ¿Por qué tal nivel de apatía de contestar encuestas?

En todo caso, lo dicho de las encuestas es cierto en gran medida: mismo asumiendo una muestra representativa, las preguntas adecuadamente formuladas y el proceso de levantamiento riguroso, en lugar de acercarse a los resultados finales, pareciera que se siguen alejando de ellos.

En el caso de lo que sucedió en Estados Unidos, ya dije, las encuestas auguraban un triunfo avasallador por parte del Partido Republicano. Hasta ahora sí va ganando algunos escaños importantes en el Congreso, pero no la diferencia que se esperaba. Fundamental analizar el que los estadounidenses hayan salido a votar masivamente pero no únicamente con posibles candidatos en mente, sino también como una muestra de apoyo o repudio a las medidas adoptadas en los distintos niveles de gobierno, a la inflación (el país enfrenta la tasa de inflación más alta de los últimos 40 años) y la situación económica, a temas delicados como el aborto o la legalización de la mariguana en diversos estados. Los estadounidenses tienen el interés intrínseco de acudir a votar, pero cuando su democracia se encuentra en riesgo, las aportaciones ciudadanas (vía votos) se incrementa.

La elección intermedia en Estados Unidos muestra que la división de 2020 (Biden vs Trump) se mantiene, pero ahora con una sutil —y a la vez importantísima— diferencia: que los republicanos están mostrando fracturas ante la disyuntiva de continuar apoyando al trumpismo o no.

La decisión meramente partidista es importante; hay momentos, no obstante, que la defensa de otras cuestiones —incluyendo derechos y libertades fundamentales— lo es aún más. ¿Estaremos ante la realidad de constatar que, cada día en mayor proporción, las encuestas electorales no saben esto segundo? ¿Cuáles son los elementos fundamentales en México, fuera del puramente político, que determinarían el sentido del voto del elector oculto? Detrás de esto radica la victoria o la derrota comicial.