En la era de la sobrecarga de información, donde las líneas entre la verdad y la ficción se pierden con una frecuencia alarmante, las noticias falsas son una amenaza para la democracia. En la actualidad, hay dos armas que han creado un caldo de cultivo perfecto: la inteligencia artificial y el anonimato de las redes sociales.

Cualquier persona puede crear contenidos con inteligencia artificial (una tecnología cada vez más asequible para todos) y difamar a personas de intachable reputación. Recientemente hemos visto casos donde se crean imágenes, se usa la voz o se crean videos que pueden afectar a las personas candidatas que están en el ojo del huracán y uno de estos casos fue el de Rodrigo Arredondo, candidato a la presidencia municipal de Cuautla, Morelos por Morena.

En los últimos días se han enviado videos anónimos que amenazan a la población si muestran su apoyo, supuestamente firmados por el crimen organizado, que impactan a una sociedad que ya, de por sí, está viviendo un periodo electoral sumamente violento.

Tanto la violencia como la guerra sucia en las campañas en 2024 han ido demasiado lejos, infundiendo terror en la población y esparciendo rumores infundados que buscan dañar la imagen de un candidato.

En un panorama político lleno de división y desconfianza, la difusión de información falsa se ha convertido en una herramienta poderosa en manos de aquellos que buscan manipular la opinión pública para su propio beneficio. En el caso de Arredondo, las acusaciones infundadas que lo vinculan con el crimen organizado no solo han querido manchar su reputación, sino que buscan desestabilizar el proceso democrático. Sin embargo, al utilizar el nombre de presuntas bandas criminales para amenazar a quienes lo apoyan, dejan entrever que definitivamente, esas bandas no están secundando la candidatura pero lo ven como un candidato fuerte.

Las noticias falsas operan como un virus, infectando las mentes de ciudadanos desprevenidos y envenenando a la opinión pública. Se aprovechan de nuestros sesgos y del poco tiempo que dedicamos a generar una opinión informada. Nos atraen hacia cámaras de eco donde lo importante es que parezca creíble, y no que sea verdad. Cuando la verdad se convierte en una víctima de las guerras de la información, se cuestiona la esencia misma de la democracia.

Además, la proliferación de noticias falsas tiene consecuencias de largo alcance para la cohesión social y la estabilidad. La erosión de la confianza en las instituciones y en los propios ciudadanos daña la democracia que han costado mucho erigir en nuestro país.

Combatir las noticias falsas requiere tanto de una ciudadanía informada, que verifique los datos y se dé el tiempo para conocer tanto a las candidaturas como sus propuestas, pero también de un periodismo ético y de que las plataformas de redes sociales asuman la responsabilidad de frenar la desinformación implementando algoritmos y mecanismos de verificación de hechos que contrarresten la viralidad de las noticias falsas. La ciudadanía se empodera ejercitando sus habilidades de pensamiento crítico para discernir la verdad de la ficción.

Al enfrentarnos a la influencia perniciosa de las noticias falsas en nuestra sociedad, recordemos que el futuro de la democracia está en juego. Solo al mantenernos firmes en defensa de la verdad y la razón podemos esperar salvaguardar los principios de nuestra democracia.

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