Alguna vez cité: “no creo que sea el estilo del presidente AMLO criticar a quienes piensan distinto en Morena, máxime cuando se tratan de aliados incondicionales que han ayudado a construir y darle forma al proyecto”.

Sin embargo, hay quienes desde adentro se sienten con ese derecho de criticar, pero sobre todo señalar a quienes se atreven a mencionar algún asunto que no comparten y cuyo efecto ha permeado, incluso, en la misma opinión pública.

Algunos referentes han sido objeto de señalamientos en virtud de alguna apreciación, especialmente en temas relacionados con la sucesión presidencial. Eso ha sido razón suficiente para señalar, pero sobre todo estigmatizar, a pesar de que ese comentario sea una propuesta para mejorar al tratar de contribuir y seguir avanzando hacia la consolidación.

Sigo insistiendo que, en este instante, Morena corre el riesgo de seguir profundizando las heridas sí persisten en actuar bajo el impulso irracional de atacar en el seno del partido. Eso sólo puede remediarse sí, desde este momento, hay democracia como principio fundamental en Morena, especialmente porque -en esta coyuntura- no hay condiciones equitativas en un juego sucesorio presidencial que precipitó a una guerra innecesaria.

Fue un error haber anticipado con demasiado margen el proceso presidencial. El mandatario hubiera aguantado un poco considerando lo que muchos intuyeron, sobre todo por la intención de otros. Hay que recordar que, la prioridad para Morena, continúa siendo la consolidación del movimiento.

Es cierto que la expresión vive momentos álgidos, sin embargo, los grandes imperios han colapsado y no han podido sostenerse por distintas razones o circunstancias, que poco a poco van agravando y que desembocan en división. Muchos dirán o no se imaginan que esto lograría pasar en el lopezobradorismo pero -así como creció- puede llegar la decadencia y degradación, sobre todo sí cada día pierde más credibilidad por los mecanismos antidemocráticos producto de las tensiones que provocan quienes tienen un apetito desmedido del poder como el caso de Layda Sansores.

He ahí el momento crucial que vive Morena, pero sobre todo un proyecto de nación. Tanto los presidenciables, como el propio gobierno o aquellos que integran una estructura, deben actuar con civilidad y respeto. Ser tolerantes es un buen gesto y sería una buena señal democrática pues el correcto comportamiento siempre hablará bien en tiempos de transición.

Pero hay quienes no piensan así: venerar o subyugar totalmente hacia una imagen no es la mejor muestra de que hay una personalidad propia. Muchos lo hacen así pensando que esa será la llave de acceso para conseguir puestos de elección o posiciones en el gobierno. Ciertamente debe haber un compromiso por la lucha democrática, aunque también lo más lógico y correcto es dejar claro el estilo propio y la personalidad que -finalmente- es la propia bandera de quienes han forjado un trabajo por años.

Lo dije hace poco: “admiro a quienes -a pesar de formar parte de la 4T- señalan las políticas que hay que fortalecer, ya que vivimos en un Estado democrático y no bajo un régimen autoritario. Una de esas posturas se da al interior de Morena. Es notable y sobresaliente quienes tienen la valentía de alzar la voz y reclamar mecanismos de participación claros y transparentes, pero igualmente un trato justo e igualitario, de lo contrario pensaremos que es una forma de manifestar que cerrarán las puertas porque hay favoritismo.

A varios les molesta que Ricardo Monreal muestra su opinión o el juicio que tiene. Eso ha venido incomodando a quienes dicen sí a todo a pesar de no tener un sentido lógico de los hechos. Ha pasado en el legislativo donde se ha priorizado el derecho constitucional. No siempre se puede avalar todo. Hay criterios que están por encima de los intereses políticos y -esa sencilla razón- es la que alimenta a los grupos radicales de Morena para cuestionar las decisiones que ha tomado el coordinador de los Senadores de Morena.

Muchos tienen la memoria corta o la amnesia presidencial los sesga porque, sí hay alguien que ha sacado la agenda legislativa con eficiencia, es Ricardo Monreal quien es -hoy en día- el aliado y socio más eficiente del presidente en el Senado de la República. Sin embargo, en este momento ya no me extraña dadas las circunstancias del juego sucesorio que algunos políticos se aprovechen y cuestionen algunas posturas y decisiones cuando se supone vivimos en régimen democrático donde disentir es parte fundamental.

Entonces la discrepancia debe ser un aspecto de tolerancia. Sin embargo, hay quienes erróneamente no piensan así y se conforman con sucumbir por temor a los prejuicios o al estigma del ala radical de Morena que solo engrandecen una sola narrativa pasando por alto el derecho a disentir. Eso no solamente es un camino equivocado ya que la divergencia es sinónimo de pluralidad, sino porque en el discurso y el hecho debe haber una relación implícita.

Por eso Ricardo Monreal es un rebelde con causa no solamente porque ha tomado distancia de quienes siempre piensan igual por conveniencia, sino porque así es su estilo y personalidad. Se vio forzado a levantar la mano ya que no lo consideró el presidente a principio de que abrió el juego, empero, eso fortaleció más al zacatecano al abrir camino y encontrar una respuesta positiva de la ciudadanía que, por cierto, mostró músculo el pasado fin de semana en la Arena México. De hecho, cerró ese día de actividades ratificando su permanencia en Morena donde luchará hasta el final esperando los tiempos.

Mientras tanto, en el inmueble de la Alcaldía Cuauhtémoc refrendó que sigue siendo un Rebelde con causa que no desestimará ni claudicará en lo que piensa y siente porque nunca se contradice: su juicio es firme y lo sostiene a pesar de recibir críticas sinrazón ni justificación. No obstante, esa congruencia le traerá frutos importantes puesto que vivimos en un periodo clave donde el despertar de las conciencias predomina en la toma de decisiones, al igual que la reconciliación que es una proclama para erradicar la división que tanto ha infectado la sana convivencia.

Monreal es un presidenciable fuertísimo. Todos saben qué eso es cierto.