Alguna vez dijo José Emilio Pacheco que pinche es la palabra más autóctona de México. Es decir, que es la más mexicana de todas.

Pacheco lo afirmó en un artículo publicado en El País en 2014. Basó su argumento en el Diccionario del español usual en México de Luis Fernando Lara.

Según ese diccionario pinche tiene dos significados: 1. Que es despreciable o muy mezquino. 2. Que es de baja calidad, de bajo costo o muy pobre. “Se trata, pues, de un epíteto que degrada todo lo que toca. Normaliza y vuelve aceptable una furia sin límites contra algo que nos ofende y humilla pero no podemos cambiar”.

Hoy hemos conocido el nombre del periodista más pinche: Claudio Ochoa Huerta, discípulo de Carlos Loret de Mola y colaborador del portal Latinus y del diario El Universal.

Vaya manera de amarrar navajas entre la esposa del presidente AMLO y el segundo de los hijos de este hombre. “Beatriz mandó investigar a Andy”. Así de pinche.

En efecto, qué pinche encabezado. Pinchísima la intención: sembrar discordia en la familia presidencial. Más pinche todavía la demostración de que el periodista hizo la tarea: “tres fuentes”.

Así nomás: tres fuentes. Pinche mamada esa de las fuentes de altísimo nivel, desgraciadamente más frecuente de lo éticamente permitido. Deben prohibir semejante práctica los consejos editoriales si sus columnistas no aportan más información que el solo chisme de sus fuentes, que a veces ni siquiera existen.

Por cierto, qué pinche quemada de pasada le dio el acólito de Loret al extitular de la UIF, Santiago Nieto. Este deberá salir a aclarar la cosa.

En fin, pinchérrimo el mensaje que envía al empleado de Loret: toda la basura que este ha dicho sobre los hijos de AMLO salió de su propia casa.

Pero qué se podía esperar del pinche periodismo financiado por Roberto Madrazo.

Posdata: Si he abusado de la palabra pinche se debe a que, como explica José Emilio Pacheco, es un término que “normaliza y vuelve aceptable una furia sin límites contra algo que nos ofende y humilla pero no podemos cambiar”. Desgraciadamente no hay manera de cambiar el pinchismo periodístico mexicano.