Todos tienen derecho a su propio balance de la situación del país y de los siete años de obradorismo, proyecto político que se inaugura con la cancelación de la obra en proceso del hub aeroportuario para el centro del país. Los intereses que validan al régimen obradorista se asocian constantemente más a la ideología o a la política que a la valoración de lo que es un buen gobierno con apego a los principios y valores de la democracia. A cada cual corresponde el acierto o el error en el juicio, pero la destrucción y lo que se ha hecho da cuenta de que es mucho más lo perdido que lo ganado, y la Corte es ejemplo.
El caso con el grupo empresarial de Ricardo Salinas Pliego es ilustrativo y aleccionador. Ilustrativo de lo que fue el interés de los más poderosos que participaron del proyecto de López Obrador. No es creíble el apoyo a su causa de acabar con la corrupción y la desigualdad; a los hombres más poderosos del país difícilmente los mueve un proyecto que prometa estricta probidad o una mayor equidad social.
Es ilustrativo el asunto Salinas Pliego porque hace referencia a la manera como siempre se han conducido los grupos económicos de mayor relieve: una relación privilegiada con el poder político. El vínculo con López Obrador, antes y especialmente en su gobierno fue interesado. La decisión de cancelar el aeropuerto de Texcoco fue un mensaje inequívoco de que la relación no sería igual que antes, pero no era ruptura, sino redefinición y al momento acreditó en su beneficio la discrecionalidad generosa, arbitraria y al amparo de la opacidad en la asignación de los contratos de obra y servicios del gobierno.
López Obrador se llenó la boca hablando de la llamada mafia del poder, que aludía a los gobernantes corruptos, sometidos al dictado de los intereses de los poderosos. Esos mismos fueron los favoritos del régimen; los más ricos, incluyendo a Salinas Pliego. El cambio estaba en el asunto fiscal. Los beneficios continuaban y crecían, no así el desentendimiento de sus responsabilidades fiscales.
Es aleccionador qué sucede cuando el desencuentro sobreviene, por la razón que sea, política, económica o el deseo de continuar con el trato fiscal de siempre. Ahora Salinas Pliego se sorprende de la criatura que hizo crecer, apoyó y alentó. No solo fue él, sino buena parte de la oligarquía y sus representantes institucionales. El aplauso fue la constante, incluso en las decisiones que destruían las bases para contener el abuso del poder. Su apuesta, como había sido siempre, no fueron las reglas, la justicia y la imparcialidad de las autoridades, sino el trato privilegiado a costa de la legalidad y de los pesos y contrapesos republicanos.
Los empresarios no son los únicos, pero fueron los más relevantes en la convalidación del régimen que hoy prevalece; la nueva legalidad es ajena al interés general, al igual que la justicia de ahora es a la medida del régimen político. El balance les debe resultar muy preocupante e incómodo, pero no se pueden asumir ajenos al acontecer actual, lo bueno –que no es mucho-, y lo malo -que es abrumador-, y que hace de esta generación en perspectiva histórica una página oscura.
El régimen obradorista se ha consolidado. Hay espacios de resistencia y es más vulnerable de lo que parece. Si continúa el deterioro de la legitimidad y el consenso, el gobierno cada vez será más intolerante, represivo y, eventualmente, violento. La democracia también sirve para darle cauce institucional al descontento y al conflicto, su deterioro conduce a que esto cobre vida en la calle, en la plaza, en la sierra y en el enfrentamiento cotidiano e impredecible, como está ocurriendo ahora en Michoacán por un gobierno nacional complaciente ante el criminal y omiso ante el ciudadano o la autoridad de origen partidista no afín, como ocurrió con Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, exmorenista que ganó por la vía ciudadana.
El autoritarismo morenista va de la mano de la corrupción y la impunidad. No es un asunto menor. Convalidar al autoritarismo es todo un problema, porque es una espiral donde se puede entender cómo inicia, pero difícilmente cómo evoluciona y cómo termina. Esta situación ahora pueden apreciarlo muchos de nuestros grandes empresarios y quienes optaron por convalidar un régimen con una clara pulsión a la tiranía.



