De paso por el zócalo de Veracruz, puedes observar dos mundos paralelos. De un lado, casi enfrente de los tradicionales portales, el enorme árbol navideño que colocó el ayuntamiento de esta ciudad y del otro, frente a Catedral, familiares de personas desaparecidas instalaron el “Árbol del dolor”, con esferas de sus seres queridos que no han vuelto ver por años, algunos incluso por décadas.

Entre las personas que pude saludar y abrazar en un gesto de solidaridad por su terrible pérdida, estaban representantes del Colectivo Solecito, fundado en 2014 por familiares de aquellos que un día desaparecieron sin dejar rastro pero sí un profundo dolor.

Detrás de cada integrante del Solecito hay una historia.

Fue durante el gobierno de Javier Duarte cuando, según señalan, ante la omisión y negligencia de las autoridades, decidieron organizarse para buscar ellos mismos a sus familiares que un día salieron de casa y no regresaron.

El impacto de este colectivo ha sido tal, que ha llevado ante un Tribunal Internacional en La Haya el informe conocido como “Hasta encontrarlos”, donde se narra detalladamente el estado de terror que se vivió durante el sexenio del ahora ex gobernador, quien se encuentra actualmente en prisión.

Dicho informe “da cuenta del contexto de violencia, criminalidad y corrupción que prevaleció en el Estado de Veracruz durante el mandato del ex gobernador Javier Duarte de Ochoa (diciembre de 2010 - octubre de 2016). Durante este periodo, autoridades municipales, estatales y federales fueron cómplices o colaboraron directamente en la comisión de desapariciones forzadas”, según se lee en la página de la Federación Internacional por los Derechos Humanos (FIDH).

Quienes hemos acompañado en algún momento a los integrantes de Solecito en su búsqueda, hemos visto a madres postradas en la tierra, cavando con sus propias manos, con palos, con fierros, con machetes, lugares donde las autoridades señalan se encuentran fosas clandestinas.

Es, así mismo, inenarrable el dolor de llegar a donde hay restos humanos y tratar de identificar a un hijo, un padre, un hermano.

Y es que Veracruz posee una de las fosas clandestinas más grandes de América Latina, ubicadas tan solo a unos kilómetros del puerto, en Arbolillo y en Colinas de Santa Fe, donde han sido localizados, hasta el mes de septiembre de este año, 615 cadáveres.

Esta aberración fue lo que motivó a las integrantes del Colectivo elaborar el informe y llevarlo hasta los Tribunales de La Haya, pues la ominosa cifra de víctimas de desaparición forzada puede considerarse un crimen de lesa humanidad.

El proceso contra Javier Duarte

Hace apenas un mes, el 17 de noviembre pasado, el ex gobernador fue vinculado a proceso como presunto responsable del delito de desaparición forzada de personas en agravio de la víctima cuyas iniciales son D.L.C.

En abril de 2017 Duarte de Ochoa había sido detenido en Guatemala y posteriormente extraditado a nuestro país por el presunto delito de delincuencia organizada y operaciones con recursos de procedencia ilícita pero los esfuerzos e investigaciones llevadas a cabo por el Colectivo Solecito y presentadas en el informe de 56 páginas ante el Tribunal Internacional, tuvieron tal sustento que las autoridades mexicanas decidieron vincularlo al proceso.

Las integrantes del Colectivo vieron una ligera luz de esperanza con las acciones de las autoridades mexicanas, pero el caso de D.L.C es solo uno de los 22 que cuentan con elementos suficientes para que se investigue a quienes en esos años estaban al frente de la administración estatal.

Pese a todo, pese al sufrimiento y su lucha, el colectivo Solecito hoy enfrentó un obstáculo más: Las autoridades municipales del puerto de Veracruz les negaron el permiso para poner su Árbol del dolor.

Sin motivos ni explicaciones concretas, la presidenta municipal se negó a atenderlas, lo cual no fue obstáculo para que se plantaran enfrente del palacio para rendir homenaje a sus seres queridos en estas fechas, donde sigue faltando alguien en la mesa en la Navidad.

Por si no te vuelvo a ver...

En 2015 perdimos la pista a un amigo de la infancia, que salió como siempre a trabajar y jamás regresó.

Sus padres y su hermano lo buscaron por años, sin tener ninguna noticia de él.

Con Jorge crecimos mi hermano y yo. Fuimos vecinos, compañeros de colegio, cómplices.

No se casó, nunca tuvo hijos.

Hoy tampoco tiene quien lo llore porque sus padres murieron y su hermano falleció en 2020 víctima de Covid.

Cuando veo a las integrantes de Solecito llevar a cuestas un dolor tan lacerante, pienso en él.

Una de las madres con quien platiqué en el zócalo me dijo: “Hay que abrazar a los hijos, a los hermanos, a los amigos”. Mi hijo me pedía siempre al salir la bendición pues me decía: “Por si no te vuelvo a ver”.

Sé que la lucha de estas personas por saber de sus seres queridos no será jamás en vano, pues en esta negra y triste historia hay más de 600 cuerpos, más de 600 familias que esperan el veredicto final de la justicia terrenal.