Hoy, hablar de patrimonio suena cada vez más lejano, sobre todo para las y los jóvenes. Tener una casa propia parece casi imposible: los precios suben más rápido que los sueldos, los bancos piden requisitos que pocos pueden cumplir y rentar se lleva buena parte del ingreso.
Por eso, millones de jóvenes en México siguen viviendo con sus papás, no porque quieran, sino porque simplemente no hay opciones reales y no es algo que pase solo aquí.
En muchas partes del mundo, los jóvenes tampoco pueden comprar una casa ni rentar un lugar estable. Pero esto no se trata solo de tener un techo, sino de poder vivir con independencia, tomar decisiones y construir una vida propia.
Hoy, tener una casa representa un lujo. En el Estado de México queremos hacer algo diferente y proponer un Banco Estatal de Suelo. La idea es puntual: que los jóvenes puedan acceder a terrenos con precios justos, pagos accesibles y trámites claros. Que puedan empezar a construir su casa poco a poco, sabiendo que esa tierra es realmente suya.
Y es que invertir en tierra es mucho más seguro que apostar tus ahorros en criptomonedas o inversiones que suben y bajan sin control. La tierra está ahí, no depende de la suerte, y si se planea bien —con servicios básicos y reglas claras— se convierte en un hogar para toda la vida.
Eso sí, para tener acceso a ese patrimonio, lo primero es contar con un empleo digno. Por eso también estamos trabajando en abrir más oportunidades para los jóvenes, por lo que, próximamente, acompañaremos la iniciativa de la gobernadora Delfina Gómez, en la que se impulsarán estadías profesionales con enfoque ambiental.
Con ellas, las y los jóvenes podrán integrarse a proyectos reales, ganar experiencia, generar ingresos y, al mismo tiempo, cuidar el medio ambiente.
La forma en la que yo lo veo es así: el patrimonio va más allá de tener una casa o un terreno, también es vivir en un entorno limpio, con agua segura, ecosistemas sanos y comunidades sostenibles. Apostarle a la tierra y al mismo tiempo al empleo, es construir un futuro digno y posible para quienes hoy apenas comienzan.
Sabemos que, para lograrlo, no bastan las buenas intenciones. Hace falta trabajo en equipo: que los gobiernos faciliten los trámites, que los municipios hagan su parte y que la sociedad y las empresas se sumen. Es un reto, sí, pero también una gran oportunidad para ofrecer a las nuevas generaciones algo que hoy parece inalcanzable: estabilidad y un lugar propio.
Invertir en tierra no es solo una decisión financiera, es una apuesta por la vida. Es asegurarnos de que el esfuerzo de cada día no se pierda en rentas que nunca regresan, sino que se transforme en algo tuyo, donde puedas crecer, echar raíces y soñar. Y si a eso le sumamos empleo, experiencia, conciencia ambiental y visión de futuro, estaremos construyendo mucho más que casas: un Estado de México más verde, más justo y con oportunidades reales para las y los jóvenes mexiquenses.