La marcha de la llamada Generación Z realizada el pasado sábado terminó exactamente como tenía que terminar: en un fracaso anunciado. No podía ser de otra manera porque jamás fue una iniciativa ciudadana, espontánea o apartidista. Desde su concepción fue capturada y utilizada por los mismos actores de siempre: PRI, PAN, Movimiento Ciudadano y toda la constelación opositora que busca desesperadamente una causa que no les pertenece. Se montaron en una bandera ajena intentando ganar adeptos, pero lo único que consiguieron fue exhibir su desgaste, su desconexión y su oportunismo.

El fracaso, sin embargo, no fue solo numérico —unos cuantos miles en el Zócalo—, sino sobre todo un fracaso moral. Cuando el contingente ya se encontraba en la plaza, irrumpió un grupo de porros y provocadores, entrenados para generar caos: lanzaron petardos, bombas de humo, agredieron a la policía e intentaron derribar las vallas de Palacio Nacional. Eran entre 200 y 300 individuos, claramente organizados y enviados para reventar la marcha y producir imágenes de violencia.

¿Quién los infiltró? Los mismos de siempre: Claudio X. González, Ricardo Salinas Pliego y los intereses internacionales que financian, respaldan o alientan cualquier intento por desestabilizar al país. Buscan fabricar miedo, sembrar inestabilidad y provocar la sensación de un país fuera de control. Aunque parezca absurdo, esa es su estrategia para recuperar por la fuerza lo que perdieron en las urnas en 2018.

La presencia de estos grupos violentos provocó que incluso quienes marcharon de buena fe —exigiendo seguridad, paz y justicia— tuvieran que dispersarse y refugiarse en calles aledañas. Ese momento, ese quiebre en la marcha, selló el carácter histórico del fracaso opositor: no tienen programa, no tienen proyecto, no tienen liderazgos, y lo único que les queda es recurrir a la violencia.

La oposición mexicana está en la lona. Y ellos mismos lo saben.

Las columnas más leídas de hoy

La marcha de ayer solo dejó al descubierto una verdad incómoda para sus estrategas: no pueden convocar sin destruir, no pueden movilizar sin manipular y no pueden sostener un discurso sin recurrir a la misma narrativa del miedo que llevan reciclando dos décadas. No representan a la juventud, no representan un futuro, no representan una alternativa. Representan el pasado, la simulación y la derrota.

Por eso fracasaron. Y por eso seguirán fracasando.

La lección para nuestro movimiento es clara: lo que vimos ayer es un adelanto de la estrategia que intentarán desplegar rumbo al 2027. No les queda otra herramienta que la violencia, la provocación y el caos fabricado. Pero nosotros tenemos algo que ellos perdieron hace mucho: pueblo, organización y legitimidad democrática.

Que no se nos olvide: ayer dieron otra muestra de su desesperación. En el 2027, en las urnas, los volveremos a derrotar. Y si insisten, los aniquilaremos políticamente, democráticamente, como ya ocurrió en 2018.

X: @Renegado_L