Ramon Poch, jurista y economista catalán, ha dicho que “el primer peldaño de la corrupción es el regalo, del que se usa y abusa para pasar de la simple cortesía al soborno puro y duro, es decir, a la corrupción, en los ámbitos políticos y empresariales”.
Es escandaloso lo que ha confesado Club 51: que regaló cortesías con un costo de 340 mil pesos a una diputada del PT, Diana Karina Barreras, mejor conocida como Dato Protegido, y a su esposo, Sergio Gutiérrez Luna, legislador de Morena.
Eso es absolutamente indecente y seguramente ilegal: es corrupción.
¿Qué es el Club 51? Una jactanciosa asociación de hombres y mujeres de negocios que se juntan para comer y beber en “un espacio de formación y pensamiento empresarial”. O sea, parrandean.
Tiene un lema: Amat victoria curam (la victoria ama a quien se esfuerza). Tiene Club 51 también un código de vestimenta: Para los caballeros el blazer es obligatorio —el Diccionario panhispánico de dudas recomienda escribir bléiser— y se les prohibe llegar con gorras o sudaderas. Las damas no pueden acudir con jeans rasgados, estampados o deslavados.
Desde luego, tan importante club de hombres y mujeres de negocios cuenta con patrocinadores:
√ Loco Tequila, propiedad de Arturo Morán. No tiene un código de ética que prohiba las cortesías evidentemente sobornadoras, así que tal vez al señor Morán le tendrá sin cuidado que su patrocinado Club 51 se involucre en escándalos de corrupción. Ojalá este empresario reflexione.
√ Dammann Frères, casa de té francesa, fundada en 1692 y propiedad de Illycaffè. A la italiana Illycaffè la preside Andrea Illy y la dirige Cristina Scocchia. Tiene una directora general de Ética, Anna Illy. No sería excesivo, claro que no, que Anna Illy exigiera explicaciones a quienes dirigen Dammann Frères en México. Quizá deben ser despedidos de inmediato porque es muy poco ético que tales ejecutivos patrocinen a un club empresarial que da cortesías de 13 mil euros a gente influyente de la política, en este caso una pareja sin principios que abusó de una ciudadana que se expresa en redes sociales y no puede justificar con sus ingresos la adquisición de numerosas mercancías de gran lujo.
√ Dom Pérignon, propiedad de Louis Vuitton Moët Hennessy que dirige Bernard Arnaul. Esta empresa aplica una política de “tolerancia cero” contra la corrupción en todo el mundo. LVMH exige a sus socios y proveedores que “respeten los principios y tomen las medidas adecuadas para prevenir, detectar y sancionar cualquier acto que pueda interpretarse como corrupción o tráfico de influencias”. El señor Arnaul deberá ordenar que se investigue por qué una de sus marcas de champán permite cortesías carísimas para agradar a una diputada y a un diputado de plano impresentables.
√ F.P.Journe - Invenit et Fecit, marca de relojes suizos de lujo propiedad de François-Paul Journe. Este hombre es muy buen relojero, pero no ha creado —o no hay evidencia— un código de ética para su empresa. ¿No le da vergüenza lo que hace su marca en México, participar en esquemas de soborno para agradar a legisladores, que por cierto prefieren otras marcas también de Suiza?
√ American Express, empresa pública estadounidense cuyo principal accionista es Warren Buffett. Tiene un código de ética que prohibe los regalazos a personas de poder político, que es exactamente lo que hizo el club empresarial que en México patrocina.
√ Monte Xianic, empresa vinícola mexicana dirigida por Hans Paul Backoff. No se sabe que tenga un código de ética. ¿Qué opina el señor Backoff de que su vino se relacione con Dato Protegido y Gutiérrez Luna? ¿Le gustaría brindar con ella y él?
√ RCANO, sastrería de lujo creada en 2014 en Hong Kong por dos personas de México, Rafael y Tamara Raya Cano. En su página de internet no hay ninguna evidencia de nada parecido a un código de ética quizá porque, tristemente, los buenos trajes invariablemente se relacionan en el cine de gánsters con capos de gran nivel. Ojalá don Rafael y doña Tamara no se dejen convencer de financiar una serie inspirada en la película El sastre de la mafia (The Outfit), en la que dos poderosos políticos se dejan no comprar, sino agasajar con cortesías de finísimos trajes a la medida.
√ Ron flor de caña, distribuido por la Compañía Licorera de Nicaragua, que en la actualidad dirige Carlos Pellas. Según la inteligencia artificial de Google su código de ética prohibe el soborno, que desde luego es uno de los sinónimos de cortesías de 340 mil pesos, exactamente lo que hace el Club 51.
√ RIEDEL, empresa austriaca de cristalería fina propiedad de la familia Riedel. En su código de ética rechaza cualquier tipo de soborno, como las cortesías que recibieron Dato Protegido y Sergio Gutiérrez Luna. Los dos principales administradores de RIEDEL, Georg J. Riedel y Maximilian J. Riedel, deberán poner orden en sus negocios en México.
√ Instituto Mettaliderazgo, de Roberto Mourey, quien fue responsable de la imagen de dos de los presidentes más corruptos e incompetentes de la historia, Vicente Fox y Felipe Calderón. Por su pasado calderonista y foxista se entiende perfectamente que su empresa no tenga un código de ética en el que se prohiba patrocinar clubes de hombres y mujeres de negocios que han corrompido a una diputada y a una diputado con cortesías carísimas —y, el colmo, cínicamente lo admiten—
√ Live Aqua, hoteles de Grupo Posadas, dirigido por José Carlos Azcárraga. En su código de ética prohibe las prácticas corruptas. No sé si el código existía cuando, en forma absolutamente inmoral, esta empresa despidió a casi 2 mil trabajadores de Mexicana de Aviación.
La hipocresía empresarial… Hombres y mujeres de negocios se quejan mucho de la corrupción de quienes están en el gobierno. Sobre todo lo hacen en sus parrandas —como las que agarran por su cuenta en Club 21—. Así, justifican su afición a no pagar impuestos con el argumento de no entregar recursos a políticos corruptos. Pero como la hipocresía es la divisa de la clase empresarial mexicana, quienes más dinero tienen son los primeros en corromper funcionarios, legisladores, etcétera. Se agradece la confesión de inmoralidad que ha hecho Club 51.