Los voceros de Morena y del régimen gobernante bien pueden hoy celebrar que el pavoroso caso de Adán Augusto López parece ir retrocediendo en términos de su presencia en la conversación pública.

Mientras durante semanas todos los medios de comunicación se hacían eco sin cesar del caso de La Barredora, de Bermúdez Requena y de los lazos con el senador morenista, en los últimos días los titulares han sido ocupados por otros temas igualmente dramáticos.

La apuesta del gobierno es, sin duda, que la cadena de acontecimientos y las tragedias naturales sigan su curso para que dentro de algunos meses no se hable más, y que Adán Augusto continúe plácidamente instalado mirando la Champions como coordinador del partido oficial en el Senado. Habrá resultado –estiman– la estrategia dirigida a administrar el caso, liberando de toda responsabilidad penal a conspicuos miembros del morenismo.

Los propagandistas han sostenido reiteradamente que el principio de justicia bajo Morena será “caiga quien caiga, tope hasta donde tope”. Como bien ha repetido la presidenta Sheinbaum: “que se investigue”. Vale.

El problema es que al día de hoy ni el senador Adán Augusto López ni el almirante Rafael Ojeda han sido llamados a testificar, ni se ha abierto un expediente de investigación que les involucre, a pesar de las evidencias en este sentido. ¿O puede seguirse sosteniendo que López no se enteraba de los actos criminales de Bermúdez o que el almirante Ojeda estaba al margen de la red de huachicol operada y tejida por sus sobrinos?

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E incluso, si se quiere, la complicidad y/o participación podría conducir hasta los sacrosantos aposentos localizados en Palenque, Chiapas. ¿Llegará el escándalo hasta ese rincón de la geografía mexicana? Difícilmente.

En todo caso, la evidencia apunta hacia una compleja red criminal que toca a funcionarios de todos los niveles. Sin embargo, unos están muy cerca del poder, y por lo tanto, muy lejos de la justicia. Mientras se encausen a personajes de menor jerarquía en la clase política se habrá cumplido con las exigencias de Washington, y a la vez, se habrá protegido a los más poderosos. Así las cosas.