El pasado martes la armadora Boeing logró, después de un larguísimo debate, que el Congreso de los Estados Unidos de Norteamérica le otorgara una extensión de tiempo. Lo sorprendente es que se le exime a la armadora “la obligación” de instalar en sus aviones B737MAX-7 y B737MAX-10 los equipos de seguridad necesarios, cuya fecha límite para instalarlos era para el próximo 1° de enero. Gracias a esta medida, Boeing tendrá más tiempo para completar la certificación de dichos equipos, que ya tienen programada una fecha de entrega para el 2023.

Según información de la agencia Reuters, Boeing estuvo presionando de manera intensa a los congresistas con la finalidad de que estos retiraran la fecha límite que tenían del 27 de diciembre, impuesta por el propio Congreso Norteamericano en el 2020, como consecuencia de los accidentes fatales que estuvieron relacionados con su modelo de avión B737MAX, en los que 346 personas perdieron la vida.

Muchas veces asumimos que la corrupción es inherente al mexicano, y que en Estados Unidos no hay corrupción; erróneamente pensamos que los cabildeos afuera de las Cámaras y los cañonazos de millones -sean pesos o dólares- son el pan de cada día solamente con nuestro órgano legislativo nacional.

Por supuesto, siempre vemos más bonito y más verde el pasto del vecino, pero queda comprobado que en todos lados se cuecen habas. Yo me cuestiono ¿de a cuánto habrán sido los cañonazos a los congresistas norteamericanos por parte de Boeing?

Evidentemente es una especulación, pues no tengo ningún elemento fehaciente para asegurarlo, pero ya lo decía Carlos Darwin: “Sin especulación no hay ninguna nueva observación.”

Déjenme platicarles la historia reciente: mediante un texto publicado el pasado martes y firmado por la Presidente de la Comisión de Comercio del Senado María Cantwell, vincularon la exención a un proyecto de ley para financiar las operaciones del Gobierno de los Estados Unidos, pero también para exigir mejoras en materia de seguridad para los aviones modelo MAX en existencia “ángulo de ataque mejorado (AOA) y un medio para apagar las advertencias de pérdida y las alertas de exceso de velocidad, para todos los aviones MAX”.

Recordemos que un sensor “nuevo”, que se activaba de forma errónea en el software MCAS, fue el responsable de los dos fatales accidentes. Los aviones previamente certificados por la Agencia Federal de Aviación (FAA), y que actualmente están volando, no tienen que cumplir con el requisito de contar con sistema de alertas moderno.

Lo que busca esta medida, es acortar los retrasos significativos que la Boeing viene acarreando por el tema de las certificaciones; por eso logró esta nueva “prórroga”, que le permite seguir sacando equipos al mercado.

En caso de que se la hubieran negado, las demoras en las entregas de aviones hubieran sido colosales, y la aviación está en pleno repunte, así que su Congreso pensó: hay que subirse a la ola.

Los medios que se especializan en temas aeronáuticos salieron con titulares de este calibre: “Biden crea una ley sobre el 737Max que salva a Boeing de hundirse”. Queda clara la postura de defender un punto crucial, que es la fabricación de aviones, una de las muchas partes que conforman a la industria aeronáutica.

Como les he platicado, la industria aérea no se constriñe a solo tener aerolíneas y aeropuertos, queda claro que para nuestros vecinos del norte, una de sus prioridades es salvaguardar su aviación.

Por supuesto que habrá reacciones por parte de los colectivos que han demandado a Boeing por estos accidentes, en los que culpan a la armadora de tener pleno conocimiento de las fallas de la serie Boeing MAX, en sus modelos 7 y 10, y que no hicieron nada por resolverlas, aprovechando que la FAA les había permitido autocertificarse.

Por supuesto, gracias a esta medida del Congreso, Boeing se salva económicamente de una quiebra, pero deja un mal sabor de boca, sobre todo con los familiares de las víctimas de los accidentes, que al igual que la armadora, se pasaron estos meses cabildeando afuera del Congreso; su petición no era precisamente descabellada: sacar de la familia MAX esos dos equipos “defectuosos”, el 7 y el 10.

Los números no mienten, la competencia directa de la Boeing, la Airbus ha arrasado en pedidos de aviones: 685 pedidos por parte de la norteamericana, frente a la europea que reportó durante el año 1,062 aviones.

Les he comentado que el desastre de la Boeing surge por su absurda competencia con Airbus en sacar aviones que sean “caballitos de batalla” para las líneas aéreas; en esta guerra sin cuartel se sacrificó la seguridad, y eso en la aviación es fatal. Ahí están las pruebas, dos accidentes fatales.

Queda la sombra de la duda, ¿ahora sí se enfocarán a cuidar la seguridad de sus equipos?, ¿no volverán a pelear por la preferencia de las líneas aéreas?, ¿sacrificarán de nuevo la seguridad en aras de sacar más equipos, más rápido?

Ante tantas preguntas, una cosa que debe quedar clara, aplaudo que un país defienda a su industria, pero no estoy de acuerdo cuando barren, y la basura la esconden debajo de la alfombra. Porque a eso huele, más que poner orden en su compañía armadora insignia, los intereses políticos y económicos son los que llevan la batuta. Solo el tiempo nos los dirá.