Ayer, se abrió un nuevo periodo en la historia de México. Además del Informe presidencial de Claudia Sheinbaum, los nueve ministros de la Suprema Corte, junto con el resto del Poder Judicial, asumieron sus funciones constitucionales.
México tendrá, por primera vez, y como caso único en el mundo, un Poder Judicial electo por el pueblo, habiendo desmantelado, mediante un par de plumazos, cientos de carreras judiciales forjadas a lo largo de las décadas.
Analistas nacionales e internacionales han sostenido consistentemente que la reforma judicial no derivó de una voluntad del régimen de mejorar el sistema de justicia, sino de una intentona de apropiación de uno de los pilares de la República, y con ello, la destrucción de la independencia judicial.
Todo surgió –el lector recordará– de una ocurrencia del expresidente AMLO, cuando consideró que México merecía juzgadores electos por el “pueblo”. La historia ya ha sido contada. No solamente se destruyeron vidas sino que el proceso completo estuvo plagado de irregularidades, como los vergonzosos acordeones que perseguirán la reputación de los magistrados y ministros que ayer se sentaron en sus asientos.
Toda la farsa ha estado adornada de una folclórica entrega del “bastón de mando”. En un mundo colmado de símbolos y fantasía, ayer mismo tuvo verificativo en privado la cesión del mismo a Hugo Aguilar, actual presidente de la Corte.
Efectivamente el bastón significa mando. Así ha sido empleada la figura desde tiempos inmemoriales en los ejércitos occidentales y otros organismos. Por lo tanto, no responde exclusivamente a una tradición indiana.
El acto del bastón está cargado de simbolismos. Sin embargo, en el contexto de la demolición del Poder Judicial independiente y del ascenso de una Corte dirigida por la ideología y no por el respeto al Estado de derecho, ha sido un espectáculo vacío, viciado, lamentable y digno de un movimiento como la autoproclamada 4T.
Se vienen tiempos de mayor demagogia y difícilmente habrá más justicia, sino más inequidad y retrocesos en términos de defensa del ciudadano mexicano frente al poder del Estado hoy pintado enteramente de color guinda.