Alejandro Moreno puede estar tranquilo. Más atención se le ha brindado a los audios por sus contradictorias aclaraciones que por el contenido de las filtraciones. Quién diría que una conversación de políticos hablando sobre cómo se debe matar a periodistas, si a balazos o de “hambre”, no sería un escándalo. La indiferencia tiene tres puntos de análisis: la irrelevancia de “Alito” Moreno, la inexplicable complicidad mediática y la normalización de la violencia homicida contra periodistas.

Comienzo con la irrelevancia como el lugar incómodo en el que se ha colocado el más reciente PRI, que únicamente cobra cierto interés durante reformas constitucionales. Fuera de la agenda legislativa en la que representantes de ese partido resultan necesarios para la aprobación de planes de la 4T, no hay tricolor. No hay agenda programática ni oposición inteligente, hay una extraña tibieza que los mantienen cerca de la alianza “Va X México” al mismo tiempo que indisciplina y disgustos internos que permiten tener al Gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, como un perfil más deseado en la candidatura presidencial.

Mucho explica que no haya escándalo en una reputación, ya de por sí, desgastada. Después de todo ¿alguien se ha sorprendido de que el “Alito” Moreno haya pagado millones de pesos a Antonio Solá, el consultor cercano al panismo, creador de la campaña contra AMLO “Un peligro para México”? ¿Alguien sorprendido por la visión homicida al ejercicio periodístico?

Dice Alejandro Moreno que los audios exhibidos por Layda Sansores contienen mensajes que son su voz pero no son de él, que hay un montaje “ilegal y calumnioso” para intimidar al PRI de cara al proceso electoral que renueva 6 gubernaturas entre las que sus candidateados no son punteros. Morena tiene serias probabilidades de ganar al menos 4 entidades: Hidalgo, Oaxaca, Tamaulipas y Quintana Roo. En los estados donde la alianza es puntero, los candidatos provienen del PAN.

Poco probable que alguien quiera intimidar a quien no representa una amenaza.

La inexplicable complicidad mediática que ha mantenido como un chisme de Twitter las graves declaraciones del presidente del PRI tiene más que ver con la mala relación Morena-medios que con Alito en sí. Los medios de comunicación grandes y tradicionales prefieren no hacerle “el caldo gordo” a los militantes de Morena ni a la gobernadora Layda Sansores.

Después de todo, algunos medios cercanos a Claudio X. González y grupos empresariales prefieren apostarle a la cordialidad silenciosa llenando sus agendas sobre López Obrador que hablar sobre la debilitada alianza opositora.

Finalmente, con las declaraciones sobre “matar a los periodistas de hambre y no balazos” queda claro que el gremio vive su peor momento: la oposición ataca, el presidente estigmatiza, los del crimen organizado asesinan, los lectores desconfían, las nuevas generaciones se mudan a la prensa soft del tiktok y las redes, el periodismo de a pie peligra, el periodismo oficialista habla en círculos, un presidente de partido normaliza la violencia homicida y no es un escándalo.

Por cierto

El extraordinario equipo del subsecretario Ricardo Mejía ha logrado recuperar a 3 menores que fueron sutraídos en la Ciudad de México, trasladados a Michoacán y arrebatados con capos para ser ocultados en Tamaulipas. Heroico operativo y gran colaboración con la Fiscalía de esa entidad para lograr que Lili, Salomón y Nicole se reunieran con su madre. Ahora investigan la verdad sobre el feminicidio de Debhani. Más realiza la Secretaría de Seguridad Ciudadana encabezada por Rosa Isela Rodríguez junto con la Guardia Nacional por las mujeres, que varios institutos y juzgadores. Una política criminal que, sin auto nombrarse feminista, nos está devolviendo poquito a poco la justicia que nos han prohibido.