“Nene, ne-ne-ne, ¿qué vas a ser cuando seas grande?

Nene, ne-ne-ne, ¿qué vas a ser cuando seas grande?

¿Estrella de rock and roll? ¿Presidente de la nación?

Nene, ne-ne-ne, ¿qué vas a ser cuando alguien apriete el botón?

Estoy, casi condenado

A tener éxito para no ser un perro fracasado

Así, así, así, yo fui enseñado

Generaciones tras generaciones marchan a mi lado

Solo quiero jugar

Soy el sueño de mamá y papá

No, no les puedo fallar”

Miguel Mateos

En medio de una crisis mundial de corte ambiental sin precedentes, aquí en México la construcción de Dos Bocas continúa a pasos forzados. Su inauguración está programada para la primera semana de julio.

Eso, queda claro, no es sinónimo de que la refinería vaya a funcionar de inmediato —ni nunca—; ya conocemos lo que sucedió con el AIFA.

La expresión ‘comer a dos carrillos’ sienta a la perfección para describir los costos que ha significado Dos Bocas. Y aunque su “apetito” lo paga el gobierno, en realidad es devengado por los impuestos que pagamos los ciudadanos.

Dos Bocas agotó su presupuesto autorizado. Ahora va por una solicitud adicional de $10,000,000,000 —diez mil millones— de pesos. Ya se han gastado más de 183 mil millones de pesos y contando... Y eso a pesar de que la Auditoría Superior de la Federación detectó irregularidades por 59 millones de pesos (de acuerdo a lo dado a conocer en febrero pasado).

Dos Bocas habrá costado de aquí a julio algo así como $294,000,000,000 —Doscientos noventa y cuatro mil millones— de pesos y eso que, de 17 procesos de construcción e infraestructura, apenas van 4 completados. En otras palabras, lo que se inaugurará en dos meses será un mero cascarón, no una obra que pueda operar.

Esta estructura, que arrasó con algunos manglares en la zona (entre otras cosas), no cumplirá con su cometido. Al no tener los 17 procesos completos y tampoco contar con petróleo suficiente para operar, hace de Dos Bocas un elefante blanco que solo destruyó un ecosistema —ese sí necesario— para Paraíso, Tabasco. De ahí las inundaciones que han habido recientemente en Dos Bocas.

Todo lo anterior no importa. López Obrador ya presumió la próxima inauguración de la edificación (que no refinería). Esta promesa la ratificó el domingo primero de mayo, durante la celebración el Día del Trabajo. ¡Cómo son las cosas!: a esta ceremonia asistieron los mismos trabajadores y empleados administrativos que en diciembre pasado protestaron porque no se les había pagado su aguinaldo.

La ubicación es todo un asunto aparte. La edificación esta, la que arrasó con ecosistemas de fauna y flora, fue construida en Tabasco, la patria chica de Andrés Manuel. Olvidaron que, para ser medianamente útil, la refinería debería estar localizada cerca de ciudades que utilizan grandes cantidades de gasolina o diésel. Esto porque, aún suponiendo que Dos Bocas en algún momento refine, el transportar el líquido a las ciudades se volverá impagable. O, dicho de otro modo, será subvencionado —otra vez— con nuestros impuestos. Eso o incurrir en más deuda, que en ‘los otros datos’ nunca existirá, pero que en la realidad sí tendremos que pagar algún día.

Al menos esta última visita del presidente a Dos Bocas sirvió para que los obreros pudieran pegarle una rechifla de aquellas al ingeniero Octavio Romero, director de Pemex, y al secretario de Gobernación, Adán Augusto López. Doblemente importante este segundo abucheo, pues el hoy precandidato presidencial dejó “abandonada” la gubernatura de Tabasco para integrarse al gabinete del macuspano.

Las protestas iniciaron con Rocío Nahle, secretaria de Energía —quien fue la primera en llegar—. Pero esa apenas se escuchó; la de Adán Augusto fue la más sonora.

El presidente fue apapachado por los empleados. Ello gracias a que fueron convocados al acto bajo la promesa de que se les pagaría el doble por ser domingo y día festivo. Magníficas razones para asistir y vitorear al mandatario…

Más cuando el tabasqueño les prometió que una vez que terminen la obra de Dos Bocas, tendrán trabajo en el Tren Maya. Olvidó decir que quienes no quieran reubicarse, perderán el empleo. ¡El mejor embaucador del planeta diciendo lo que conviene en pleno Día del Trabajo! Irrefutable la lógica, como será la decepción de quienes no puedan cambiar de residencia por su cuenta de Tabasco a Quintana Roo.

Dos Bocas sigue requiriendo alimento; su apetito por nuestros dineros es insaciable. Dinero que debería estarse ocupando para, por lo pronto, comprar medicinas, tratamientos y equipo médico; para retomar los programas de atención a las mujeres y de escuelas de tiempo completo.

Pero no. El dinero termina en Dos Bocas, una refinería que no se requiere y que tampoco funcionará. Lo que es el hambre inagotable de un hombre por la autocomplacencia…