Esa música que surgió de nuestros acordeones al votar, esos números que escribimos en las boletas y que representaban un nombre, se convirtieron en melodía misma que encolerizó a la oposición desesperada, porque solo les quedaba, para recuperar un poco de poder, tener a sus candidatos y candidatas presidiendo en la Corte. Periodistas que perdieron privilegios, intelectuales orgánicos, priistas y panistas catalogaron esta votación de autoritaria. “¡Lo tendrán todo!”, vociferaban. La presidenta Claudia Sheinbaum y Morena tendrán todo el poder. 

Ya se les olvidó cuando el país estaba bajo el yugo del PRI y después coludido con el PAN. Lagunas profundas tienen al no recordarlo. La desesperación, la frustración, la soberbia los nubla. Ya no saben qué hacer. Sus partidos están a punto de desaparecer, de ser enterrados, y nosotros con gusto enorme bailaremos ese “son de los acordeones”, apisonaremos la tierra para que ya no resurjan, para que por ningún resquicio salga o nazca ningún brote azul o tricolor.

Perdieron todo, nunca se dieron cuenta de que carecen de proyectos y de propuestas, que solo se dedicaron a denostar, a difundir la propaganda repetitiva, se olvidaron que los mexicanos hemos despertado y que hay una “revolución de las conciencias”; se sienten perdidos y lo están. Son como entes errantes… 

La gran mayoría de los que fuimos a emitir nuestro voto el domingo pasado, llevamos un acordeón, y a nuestros candidatos bien estudiados. Casi trece millones de personas votamos con la plena convicción de que ya era tiempo que la mayoría del Poder Judicial, elegidos por los presidentes anteriores, tomaran su toga negra y se retiraran. 

Este 1 de junio, tuvimos por primera vez la libertad de seleccionar a los candidatos que se habían postulado y que después de estudiar por días sus perfiles, anotamos con convicción el número que correspondía a cada uno de ellos. 

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Sí, llevamos nuestro acordeón que culminó una música triunfal…

Esta vez no se trató de la decisión de un presidente, como lo hizo Ernesto Zedillo, que despidió a los ministros de la Suprema Corte de la Nación en 1994, como parte de una reforma constitucional. La decisión autoritaria del expresidente fue inédita, muy conveniente y nadie reclamó, en ese entonces nadie dijo que era autoritarismo.

Fue borrón y cuenta nueva…

México estaba en crisis profunda… Zedillo era presidente porque Colosio había sido asesinado. Pocos meses después un sicario terminó con la vida de Francisco Ruiz Massieu. En el sur del país estaba el levantamiento del EZLN y, para colmo, la crisis económica del “error de diciembre“. El expresidente necesitaba el respaldo de “su Corte” además de contar con su partido.

Sí, millones de acordeones generaron esa música, el precioso son de “toman la toga y se van”, enorme goce que nos generó al pueblo de México al poder elegir a los ministros y ministras; con emoción llevamos a cabo el Plan C del presidente Andrés Manuel López Obrador, un logro más que se lleva a su retiro, que sin duda pasará a la historia. 

Votaron también valiosas y ejemplares mujeres indígenas, a las que el racista, el analista político José Antonio Crespo menospreció escribiendo en su cuenta de X: “Piensan que estas personas pasaron días estudiando a los candidatos y sabían por quién iban a votar con claridad, o les dieron un acordeón ya marcado?” Esa lista que llevaban esas mujeres enriquecieron la música con los acordes de sus regiones; generando el maravilloso “son de los acordeones”, dándole tonos alegres de triunfo para despedir a la Corte, que solo benefició a los peores.

Tuvimos el privilegio de de elegir, con la finalidad de ser beneficiados por una justicia pronta y expedita para todos, no solo para los poderosos, los millonarios, los delincuentes de cuello blanco, los narcotraficantes, los abusadores, violadores que eran los compradores eternos de costosos amparos ¿a cambio de grandes porcentajes, moches o favores? 

El 1 de junio de 2025 quedará en la historia… Nosotros, los mexicanos, compusimos con nuestro voto esa alegre música del “triunfo”. Falta poco para que la mayoría de los integrantes de la Corte que fueron elegidos por presidentes anteriores se despojen de la toga

¡Ya era hora! Toquemos ese son alegre, que sin querer nos regalaron esos maravillosos acordeones… Ese, el de “¡tomen su toga y se van!”