Xavier: ¿Eres virgen?

Olga: Sí.

Xavier: ¿Segura?

Olga: Sí

X: Bueno...

O: ¿Bueno qué?

X: Pues que ya sé que eres virgen.

O: ¿Y pensabas que no?

X: No es eso, es que no lo pensaba en lo absoluto.

O: ¿Y cuándo solo éramos amigos?

X: Es que ya sabes que me gustas desde prepa.

O: A mí también, pero sí lo he pensado.

X: ¿Y qué has pensado?

O: Que no.

X: ¿Que no soy o que no ha pasado?

O: Ambas. Primero me convenzo de una y luego me retracto con la otra.

X: ¿Y me creerías si te lo dijera?

O: Depende.

X: ¿De qué?

O: De lo que dijeras.

X: ¿Y si te digo que sí soy virgen?

O: No te lo creería.

X: ¿Y si te digo que ya no soy?

O: Eso sí, aunque no quiero.

X ¿Por qué una sí y la otra no?

O: Porque tiendo a ser pesimista.

X: ¿Sobre ti o sobre mí?

O: Sobre nosotros.

X: ¿Sobre nosotros?

O: Sí, porque también me gustas desde los catorce.

X: Y han pasado cuatro años...

O: Eso me convence más.

X: ¿Sobre qué?

O: Sobre tu virginidad o, más bien, tu falta de ella.

X: Pero te he contado sobre las dos novias que he tenido.

O: A una la conocí. Es más, era mi mejor amiga.

X: Lo sé, pero tú tenías novio.

O: Y le hubiera sido infiel por ti. De hecho sí me lo imaginé.

X: Y no pasó nada.

O: Nada.

X: Éramos muy diferentes a lo que somos ahora.

O: No importa, así nos gustábamos, al parecer.

X: Ahora también. Es que antes éramos muy molestones.

O: Tú más.

X: Quizás todavía.

O: En la prepa tú me molestabas y yo también.

X: Te decía criatura miniatura, te jalaba el cabello, te cerraba la puerta en la cara.

O: Yo te decía Don Ridículo, te escondía la llave de tu casillero, te abría la mochila sin que te dieras cuenta.

X: Lo hacía para que me vieras, era una forma infantil de decirte que me gustabas.

O: También yo. Sabía que si me molestabas, solo yo existía para ti. Luego llegó Natalia...

X: Y ya estaba Martín.

O: Pero, en mi mente, yo lo cambié a él por ti.

X: ¿Yo a ti por Natalia?

O: Eso parecía.

X: Espera... si lo sustituiste en tu mente por mí, ¿pensabas que me besabas a mí?

O: No, pero pensaba que era el último beso que le daba antes de besarte a ti.

X: Suena muy romántico. Aunque yo le di esa carta a Natalia pensando en que te pondrías celosa.

O: Y lo lograste, pero...

X: Sí, sí, ya sé, ya sé, pero nos distanciamos.

O: Así es.

X: ¿Te molestó?

O: Un poco contigo, luego conmigo.

X: ¿Por?

O: Porque al principio lo tomé como si me pusieras los cuernos, pero cuando corté con Martín me di cuenta de que solo seguí con él porque no te atreviste.

X: ¿Atreverme?

O: Al principio pensé que eras el hombre y...

X: Y lo sigo siendo...

O: Cállate, tonto. Me refiero a que creía que el hombre debía de tomar la iniciativa, hasta que me arrepentí cuando vi que no me dolía cortar a Martín.

X: ¿Y eso qué?

O: Ahí supe que debería de haberte dicho que me gustabas. Esta vez sí lo hice, ya ves.

X: Ya veo. Yo no podía decírtelo esta vez, eran cuatro años y... prefería estar muy cerca que muy lejos. Esa delgada línea tan pinche.

O: ¿Y te dejé de gustar?

X: No precisamente, pero eras como un amor platónico. Sin conocerte ya me gustabas mucho.

O: ¿Ah, sí? ¿Cómo?

X: Desde el primer día de prepa.

O: ¿Cómo si ni nos conocíamos?

X: Ese día nos teníamos que inscribir a una actividad extra curricular y tú te acercaste a teatro. Te vi y sabía que tenía que estar ahí.

O: Irónicamente en la obra nos dijimos que nos gustábamos.

X: Irónicamente ahí no terminábamos juntos.

O: No, terminabas con Natalia.

X: Bueno, bueno, pero ahora estamos juntos, ¿o no?

O: Sí, pero pasaron cuatro años, y hasta dejé de verte todo el año pasado.

X: Y pensé que no te olvidaría, que serías ese “y si le hubiera dicho...”.

O: No me lo dijiste, pero sí hiciste lo más lindo que alguien haya hecho por mí.

X: ¿Decirte criatura miniatura?

O: No. Estábamos en clase de teatro cuando me dijeron que mi hermano había fallecido y yo empecé a llorar como nunca. Tú no dijiste nada, solo fuiste a la tienda y me compraste un refresco. Me lo diste y te quedaste conmigo hasta que llegaron por mí. No dijiste nada, solo que todo iba a estar bien. No sé si supiste qué había pasado, solo te quedaste junto a mí, abrazándome de manera muy extraña. Ahí no pensaba en que me besaras ni en dejar a Martín por ti ni en que me revelaras tu amor, solo pensaba en que tu abrazo era lo mejor que me había pasado en la vida. No porque fueras tú, sino porque estuviste ahí cuando más lo he necesitado y necesitaré en la vida. No tenías por qué ser tú, pero fuiste.

X: Ahora me dejas sin palabras, porque sería muy banal pensar en que fue una coincidencia. Creo que esa fue la única vez en cuatro años cuando no pensé en ti como en un amor platónico o como la persona de mis sueños, solo en alguien a quien no podía dejar llorar... o a dejar que llorara sola. Y te llevé un refresco porque me recordó a ti: de alma negra pero con sabor dulce.

O: ¿Ves? Por eso a veces no quiero pensar en si eres o no virgen, o si seré la primera o no. Porque podría aceptar eso solo por estar contigo. Porque no fuiste tú el primero que me abrazó, pero sí el único que lo hizo así.

X: ¿Sabes por qué en este momento te abrazo frente a una iglesia? ¿Sabes por qué te hablo al oído?

O: ¿Porque eres un calenturiento?

X: No, porque quiero que me tumbes eso.

O: ¿La iglesia?

X: No, la virgen.

O: ¿De qué hablas?

X: Pues de eso. Soy virgen y quiero que seas tú quien me la tumbe.

O: Eres un inútil y revuelto para decir las cosas.

X: ¿Y por qué también me lo dices al oído?

O: Porque sí...

X: ¿Porque sí?

O: Porque sí quiero.

X: Bueno, pero dame un poco de tiempo.

O: ¿No estás listo?

X: No es eso, es que quiero marcar mis hombros para poder apretarte más, y sentirte más cerca.

O: Te diría inútil si no estuviera tan caliente.

X: Será nuestro regalo de cumpleaños.

O: Esto será peligroso. Cuando me llevaste a tu casa no salimos en horas de tu cuarto, y eso que solo nos tocamos.

X: Que sea peligroso, entonces.

O: Que lo sea.

XAVIER

Estoy muy nervioso. ¿Será o no será? Esta maldita duda que me mata y mata todos los días. No quiero ni pensar en que no, porque ella es mi primer amor

La veo. Me ve. Sus ojos siguen siendo los mismos que aquel día de la prepa cuando la conocí. Junta las pestañas para ver mejor. Según ella ya ve bien. Yo creo que no, a lo mejor no me ve bien a mí, o a lo mejor no ve que me deshago por ella todos los días desde hace cuatro años. Me calmo. Tengo que preguntarle en algún momento.

Es de una personalidad implacable y de un erotismo impecable. No le he quitado toda la ropa de una vez. Algún día fue la blusa, alguno otro el pantalón. Pero las ganas de combinarlos crecen cada día más. No es solo calentura (¿no lo es?), es que la pasión de este amor ya no puede desembocar en nada más.

Nos quiero tirados, acostados, abrazados. Nos quiero calientes, indecentes, otra vez calientes. Nos quiero quiero.

Le pregunto y dice que sí es. Le creo porque no me atrevo a no creerle. Pido que confirme, y confirma. Duda de que le creo (quizá tenga razón). Nunca pensé en esto, para ser sincero. Pensaba en no pensar en eso. Así, tan complejo como infantil.

Ella piensa que no soy, pero sí lo soy. No he intimado con alguien tanto como con ella. Aun así no me cree. Está insegura, como si fuera yo un objeto inalcanzable. No me alcanzó, yo la alcancé.

No es pesimista sobre ella, ni sobre mí, es pesimista sobre nosotros (¿cómo sobre nosotros?). ¿Acaso somos tóxicos? ¿Acaso somos incompatibles? ¿Acaso somos lo que no pensamos que somos? Para mí somos suficientes. Tenemos 18 y así debería de ser.

Me echa en cara mi relación con su mejor amiga. Teníamos catorce (¿no lo entiende?), estaba dolido porque no me ponía la atención suficiente y tenía el defecto de andar con alguien. Por eso su mejor amiga, sin malicia ni premeditación de por medio, fue mi escapatoria perfecta.

Olga se ponía celosa cuando estábamos los tres juntos. De lejos también me llegaban sus resoplidos por la nariz y sus cuchillos por los ojos. Pero luego estaba Martín, ese tal Martín.

A Martín lo conocía bien. Tonto, torpe y muy hablador. No de esos habladores que nacieron para ser políticos por su endulzamiento de oídos, no, de los habladores que hablan porque no encuentran preguntas para sus respuestas (sí, no al revés). Así que sí, lo conocía más que bien.

Pero Martín, según me dice, no hubiera sido obstáculo de haberlo querido yo. Bastaba una valentonada de mi parte para que le cantara Las Golondrinas. Haberlo dicho antes.

Nos hacíamos daño en ese entonces, como lo hacemos ahora recordándolo. Sin embargo, recordando también llegan cosas buenas. Hay un palimpsesto en nuestras mentes. Si nos lastimamos en aquel entonces, también llegamos a descansar el alma. Y lo más poético es que no hablamos. Solo estuvimos ahí.

Cierto día en clase de teatro sonó su celular. Como todo preparatoriano, salió del salón y comenzó a llorar sin consuelo. Salimos a ver qué sucedía. Todos la rodearon para abrazarla, pero a mí se me ocurrió la brillante idea de comprarle un refresco (¿para qué? No sé). Quería tranquilizarla, sus lágrimas agrietaban mis ojos. Nos quedamos solos. No la dejaría sola hasta que llegaran por ella.

Era raro, pero ese día no me gustaba, no quería besarla, no pensaba en nada que no fueran sus lágrimas resbalando por mis antebrazos. Caía una y, espaciadamente, otra. Luego fueron más continuas. Llegó un punto en que mis brazos eran parte de sus mejillas, una extensión de la laguna que su llanto acrecentaba.

Ella dice que fue lindo. Que fue el abrazo que más necesitará en su vida. Un abrazo sumergido en tragedia, en sangre transparente, en pedazos de alma destruida.

Aquí estábamos cuatro años después. Aquí también estábamos solos, abrazados, pero ahora sí hablando. Me acerqué a su oreja, esa que siempre le rompía el lento caer de su cabello. Le dije que también era. Después me puse nervioso.

Del susto solo pude decirle que si veía a la virgen que encumbraba la iglesia, pero no lo entendió de primera intención. Insistí en mi petición, hasta que vio a la mentada virgen (perdón por la blasfemia) y le pedí que me la tirara. (¿Por qué le dije eso? ¿En serio esa era la mejor forma de invitarla a intimar? ¿Qué recordaría diez años después de dicha propuesta? En fin, fue lo único que me salió).

Me entendió, estoy seguro. Siento su respiración cercana a la mía. Las respiraciones confluyen, se hacen una misma, al punto de saber cuál es cuál o quién es quién. Dice que soy un revuelto para decir las cosas. Creo que eso es bueno. Sí, sí es bueno. Hasta le pone fecha.

El nerviosismo, pero con matices de algarabía, me inunda los órganos, los sentimientos. Se calienta mi cuerpo. Se pone borrosa mi mente. Se sale el sudor de mis palmas de mis manos. Se aceleran mis palpitaciones.

Y un día pasa. Eso que creía que nunca iba a pasar, pasa. Hoy la gente no deja de ver el futbol, de pasear a sus perros ni deja sus tareas para otro día. Pero pasa, esto somos.

OLGA

Que lo sea (que sea peligroso).

Twitter: @to_paco