Maravillados resultan hoy en México muchos de los analistas, periodistas, especialistas, y pseudo conocedores del tema financiero. Para ser exactos desde las campañas electorales los rumores que venían fuertes inversiones para el territorio mexicano eran latentes.

Varios eran los factores para ello. Los dos contendientes más fuertes no resultaban una amenaza a inversionistas extranjeros, por un lado Peña Nieto, discípulo de Carlos Salinas de Gortari representando la escuela neo liberal por excelencia y por otro, López Obrador bastante menos radicalizado que en 2006 presentaban un panorama por demás prometedor. Aunque sin duda, el primero un tanto más que el segundo.

Pasadas las elecciones, y con Peña a la puerta del poder, ¿qué le hace falta al plano mexicano para consumar tales inversiones?, algunos retoques finales como lo son: la reforma laboral, la llamada apertura del sector energético, y algunas otras menos importantes solo para maquillar el asunto (ley de lavado de dinero).

El presidente electo en gira anda ofertando una inmediata apertura al sector energético. El que esta en turno, Felipe Calderón, le ha tocado cocinar la reforma laboral, que para variar los priístas sin escrúpulos ya andan amenazando no pasarla si se le añade la transparencia sindical, es decir, temen lastimar la mano que les da de comer (sindicatos corruptos).

México esta por convertirse en la nueva China mundial ya que esta se encuentra sufriendo un fenómeno generacional. China ha sido por décadas la casa de la mano de obra barata mundial, gracias a ello ha prosperado su economía, sin duda, pero, los hijos de los obreros ya no piensan como obreros y no están dispuestos a seguir el camino de sus padres, por lo tanto el mercado mundial debe tornar sus inversiones a una nueva gran fábrica mundial y el panorama se encuentra en nuestro continente, en nuestro país.

La notoria premura por avanzar en las reformas estructurales no son improvisaciones de ningún tipo, al contrario, son hechas con mucha alevosía y con un fin muy claro. La reforma laboral que malbarata empleos persigue el fin de la avaricia incansable del capitalismo voraz, y si tal reforma se consuma entonces bienvenidos a una nueva etapa de cooptación mundial, bienvenidos a la sobreexplotación de unos hombres a otros, sí, y en plena época posmoderna.

El tema es simple. Las reformas estructurales son necesarias en todo país pero si en el nuestro no existe un campo de justicia que pueda proyectar un estado de derecho equitativo para que todos tengan las mismas oportunidades de prosperar, son en vano.

Entonces, ¿por qué nos maravillamos tanto por el prometedor futuro?, ¿acaso seremos todos beneficiados por igual?. Esta comprobado que al menos en nuestra sociedad si prosperan unos cuantos, muchos otros se empobrecen, es  eso lo que han traído todos estos años de saqueo moderno, sesenta millones de pobres y contando, un salario mínimo 75% menos fuerte que hace tres décadas. ¿Aún así seguimos soñando que las inversiones del extranjero solucionarán nuestros problemas?. La verdad no, no porque nuestro problema no radica en ello, radica en lo que siempre ha radicado: la falta de justicia.

Hoy todos sabemos que tristemente en nuestro país impera la corrupción, la injusticia, los abusos y quieren darnos más de eso. No es lo que necesitamos, pueden llevarse sus inversiones a otro lado, la transformación del país inicia barriendo el interior de la casa.