Nunca me gustó que para definir la calidad de una vivienda se usará el término “Vivienda Digna”... 

Tampoco, que para hacerlo se usarán los metros cuadrados o el número de habitaciones como unidad de medida.

Porque a fin de cuentas, no es la precariedad o riqueza de una vivienda lo que define si es digna o indigna.

No son, cómo llegó a entenderse, e incluso a aplicarse como regulación, ni el tamaño, ni si contaba con dos o más recámaras.

Por eso me gusta mucho más el concepto de “Vivienda Adecuada” que propuso desde hace unos años la ONU (Organización de las Naciones Unidas), a través de ONU Hábitat, y que es el que ha usado nuestro país en el modelado de su nueva Política de Vivienda, una Política de Vivienda con un ADN eminentemente social.

Más allá de sustituir un término con otro, el concepto de Vivienda Adecuada de la ONU Hábitat se basa en siete principios:

  1. Seguridad en la tenencia; reto fundamental en un país en que de un parque habitacional de más de 34 millones de viviendas, una parte muy importante no cuenta con un título de propiedad que consolide su valor patrimonial y garantice y permita hacer efectivo su valor económico. Se trata también de crear condiciones que otorguen a protección jurídica contra desalojos injustos o actos de hostigamiento, a quienes habitan una vivienda.
  2. Disponibilidad de servicios básicos como luz, drenaje y electricidad, así como de equipamientos e instalaciones que permitan hacer uso adecuado de ellos.
  3. Asequibilidad; creando condiciones y esquemas financieros que permitan que los precios de venta o renta de las viviendas respondan a las posibilidades de todos los segmentos de población, sin que ello implique poner en riesgo la posibilidad de cubrir costos de actividades esenciales y sin ocupar más de 30% de su ingreso.
  4. Habitabilidad; garantizando que el diseño y construcción de las viviendas garantice la seguridad física de sus habitantes y los proteja de condiciones climáticas y todo riesgo contra la salud.
  5. Accesibilidad; para que el diseño y materiales de la vivienda y, si fuera el caso, del conjunto habitacional en que se ubica, considere y resuelva las necesidades específicas de todos, privilegiando a los grupos vulnerables y en particular a las personas que viven con alguna discapacidad.
  6. Ubicación; asumiendo la localización de viviendas y desarrollos habitacionales como factor determinante para garantizar en forma segura y sustentable, vinculación a todo tipo de servicios urbanos, así como oportunidades de empleo, estudio, salud y todo tipo de servicios, infraestructuras y actividades.
  7. Adecuación Cultural; reconociendo en su diseño, construcción y selección de materiales para la vivienda, la identidad cultural de quienes habrán de habitarla.

Seguir estos siete criterios no es para nada tema menor, porque más allá de la simpleza de diluir los objetivos, alcances y resultados de un Programa de Vivienda en un concepto tan vago como el de “Vivienda Digna”, crea parámetros claros para analizar, medir y tomar decisiones que permitan enfrentar mejor el reto habitacional.

Porque el hecho es que el rezago habitacional sigue siendo enorme y se agravará en la medida en que no se reduzca la pobreza, ni se hagan ajustes en las regulaciones urbanas que permitan disminuir el costo de las viviendas.

Hay que entender que el reto de la Vivienda Adecuada tiene que ver con todos, porque aún quienes consideren que eso de la vivienda es tema que tienen resuelto, viven inmersos en las transformaciones urbanas y los procesos económicos y sociales que ellas implican.

Por supuesto, hay que reconocer que las ciudades se han convertido en un espacio cruel para los grupos vulnerables, lo que solo puede cambiar en la medida en que las autoridades asuman la rectoría de la planeación urbana y el uso del suelo, y usen ambos como instrumentos que permitan ofrecer soluciones de Vivienda Adecuada para todos los segmentos de población, generando con ello oportunidades de desarrollo, tanto social, como económico.

Porque la vivienda cumple un papel fundamental como satisfactor social que multiplica oportunidades para sus habitantes... Pero actúa también como detonador de la economía, generando empleos y llevando actividad a 37 ramas de la economía.

El reto es hacer muchas viviendas porque hacen falta... Pero no basta con eso, porque para capitalizar sus beneficios es necesario hacerlas bajo modelos incluyentes y sustentables, que permitan hacer las viviendas cómo, dónde y para quién se necesitan.

Es simple, la vivienda es un satisfacer social de primer orden y es además una enorme oportunidad de desarrollo. Oportunidad que solo será efectiva en la medida en que se generen condiciones para hacer el proceso en forma incluyente y sostenible.

* Horacio Urbano es fundador de Centro Urbano, think tank especializado en temas de desarrollo urbano, sector inmobiliario y vivienda.