Existen varios porqués y paraqués, y éstos no son menores. Me aventuro a decir que las razones de la evaluación educativa son tan poderosas que bien podrían ser determinantes para el resultado de las elecciones federales venideras.

Pero vayamos por partes. Con honestidad, ¿podría usted decirme si sabe en qué ha consistido la reciente (y aún inconclusa) transformación educativa?

-La (re)organización del Sistema Educativo Nacional

-La rectoría del Estado

-La Escuela al Centro

-El Modelo Educativo

-La efectividad y pertinencia de los aprendizajes

-La evolución de los programas de estudio

-La evaluación educativa

-El SATE

-Las Escuelas al 100

-La participación de los padres de familia en la educación y los Consejos de Participación Social

-La equidad y la mejora de (y en) los servicios y la infraestructura educativos

-La investigación en el quehacer educativo

-La reforma a las Escuelas Normales

-La profesionalización y formación de los maestros (el Servicio Profesional Docente)

Muy probablemente respondió algo relacionado con lo último, pero casi podría apostar que no mencionó todos los demás elementos.

Los avances alcanzados en cuestión de cobertura de la educación básica en México para nada son despreciables. Es cierto, aún existen pendientes respecto a la equidad, la inclusión, la eficacia y la libertad educativas (o sea, lo que se conoce como la calidad educativa). Si bien se han realizado esfuerzos para solucionar estos problemas, no se ha logrado una acción coordinada, suficiente y sistemática que garantice que los ambientes de la enseñanza y la calidad de los aprendizajes sean un bien común al que todos los estudiantes puedan acceder en igualdad de condiciones, ni que la paridad en la formación de los profesores se refleje en la práctica docente.

La evaluación educativa con rigor técnico es precisamente el mecanismo que influye en aspectos tan diversos que permiten ir desarrollando un proyecto de educación que brinde una educación eficaz, que contribuya al mejoramiento de las condiciones de vida de los más desfavorecidos y que lleve a una verdadera justicia social en nuestro país.

Es indispensable evaluar al Sistema Educativo Nacional para identificar el desempeño (tanto lo bueno como lo malo) de todos sus componentes; para contar con diagnósticos adecuados que permitan la formulación de políticas, programas y acciones de mejora innovadores y eficaces, así como el perfeccionamiento del SEN mismo.

La evaluación rigurosa de los aprendizajes (cognitivos, sociales, emocionales, etc.) de los estudiantes, a partir de los propios centros escolares, deja trazar la ruta para la mejora de las enseñanzas –aprendizajes clave y perfiles idóneos-, así como el desarrollo del individuo, y no sólo hablando del plano educativo. Para dar un ejemplo: ayuda tanto a disminuir la deserción escolar, como a identificar e incrementar las fortalezas en las aulas, en las comunidades educativas y en los propios alumnos.

Pero no sólo los estudiantes son evaluados, los maestros también. La evaluación docente es la única vía imparcial y certera de mejorar la práctica y la formación de los maestros –inicial y continua-, así como de la satisfacción magisterial con su salario, con su trabajo y con su estatus laboral, todo incluido.

Por si fuera poco, la evaluación a los profesores, a través del Servicio Profesional Docente, permite disminuir las prácticas corruptas –por todos bien conocidas- en el otorgamiento de plazas y en la definición de nombramientos, pues hace que la asignación de posiciones y de promociones sea con base al mérito y la excelencia de cada docente. Quien diga lo contrario, intenta mentirnos a usted, a mí, y a las futuras generaciones de maestros.

Finalmente, una sólida evaluación educativa cumple con otras diversas funciones: transparenta las acciones de todas las autoridades que forman parte del ámbito educativo; nos dice el grado de cumplimiento de éstas (en sus tres niveles de gobierno) con respecto a sus atribuciones y responsabilidades; favorece la rendición de cuentas de todos los actores inmersos en que quehacer de la educación; informa a la ciudadanos y alienta la participación social en el debate público, fuera y dentro del ámbito educativo; fortalece el diseño y el perfeccionamiento de políticas públicas.

No nos engañemos, la evaluación educativa es parte esencial del derecho a una educación de calidad, consignado en la Constitución en su Artículo Tercero. Acabar con la evaluación sería enviarnos a todos los mexicanos, presentes y futuros, a la Edad de Piedra.

Les sugiero por ello, estimado lector, analizar las distintas propuestas de gobierno 2019-2024, y determinar, con fines de voto, qué partido se plantea ahondar en el progreso de la transformación educativa y cuál pone el interés político e ideológico por encima del nacional. Sus hijos, nietos y bisnietos se lo agradecerán.