Si en alguien confía Manlio Fabo Beltrones es en Ciro Gómez Leyva. No se equivoca, ya que Ciro es, además de periodista de primer nivel, un ser humano simple y sencillamente bueno. Es terco y se equivoca muchas veces, pero el señor Gómez Leyva jamás actúa de mala fe.

Supongo, entonces, que cuando Ciro dio a conocer, el año pasado en El Universal, que el presidente Enrique Peña Nieto tenía como su libro de cabecera –al menos para resolver el rompecabezas de la sucesión presidencial priista– la novela de un autor valenciano, Santiago Posteguillo, Africanus: El Hijo del cónsul, lo primero que hizo Manlio Fabio fue leerla o releerla si ya lo había hecho antes.

Es una novela sobre la segunda guerra púnica, que duró 17 años y que enfrentó a Roma con Cartago.

En la historia del escritor Posteguillo hay dos héroes y un villano principales: los héroes, Aníbal Barca, enemigo de Roma, y Publio Cornelio Escipión Africano, salvador de los romanos; el villano, Quinto Fabio Máximo, un viejo político bastante mañoso que sabía ejercer el poder.

Aunque Aníbal pudo destruir a Roma es un héroe simple y sencillamente por el tamaño de sus hazañas.

A Escipión, que como personaje sin duda es bastante menor que Aníbal, la heroicidad le viene del hecho de haber derrotado al general cartaginés.

Y Quinto Fabio Máximo, ni hablar, es un villano porque lo suyo no son las grandes proezas, sino la grilla… inclusive, como militar inventó las tácticas fabianas, que son eficaces, pero poco gloriosas ya que rehúyen el enfrentamiento, es decir, desgastan al enemigo poco a poco, inclusive mediante el sabotaje, sin entrar jamás en las grandes batallas; en el futbol sería algo así como el feo catenaccio.

En la política mexicana un experto en las tácticas fabianas es, precisamente, un Fabio: Manlio Fabio Beltrones.

Ahora Manlio Fabio juega al desgaste. Finta, dice, se desdice, amaga, enloquece, desespera a los otros priistas, en especial a los líderes, que se sienten saboteados pero no pueden denunciarlo.

Conste, al final los romanos derrotaron a los cartagineses sin duda por el arrojo de Publio Cornelio Escipión Africano, pero también porque, después de muchos desencuentros de su familia, los Cornelios Escipiones, con Quinto Fabio Máximo, cuando llegó la hora de hacer lo que se tenía que hacer para enfrentar a Aníbal, simple y sencillamente, aunque de malas, el viejo y mañoso político romano se puso de acuerdo con el joven héroe, el único que podía vencer al cartaginés.

Pero, conste, Publio Cornelio Escipión Africano pudo comandar a las legiones romanas para luchar contra Aníbal Barca porque el Senado romano eliminó algunos candados.

Candados, sí. Como los del PRI.

Sin duda, Escipión no cumplía las reglas para encabezar a los ejércitos. Le faltaban edad y trayectoria. Así de sencillo.

Pero él era el que mejor podía enfrentar a Aníbal, así que los integrantes del Senado, sobre todo el intrigante Quinto Fabio Máximo, decidieron eliminar candados, por la vía de hacer una excepción, y de esa manera Roma, con su héroe Escipión, logró al fin derrotar a Aníbal.

Un colaborador de SDP Noticias, Javier Aragón, ha dicho que Manlio Fabio no es Quinto Fabio Máximo; claro que no lo es, pero se parece bastante.

No quiere el señor Beltrones –pero institucional que es, terminará aceptándolo– que el PRI elimine los candados.

Le molesta a Manlio que ello signifique darle la candidatura a un posible Escipión que el presidente Peña esté considerando proclamar como candidato del PRI en las presidenciales del 2018: José Antonio Meade, actual secretario de Hacienda.

Pero si entre los priistas no hay otro mejor para enfrentar al glorioso Aníbal Barca de la política mexicana, Andrés Manuel López Obrador, creo que a Manlio Fabio no le quedará otra más que hacer lo que en su momento hizo su tocayo romano: aceptar la eliminación de los candados.

Quinto Fabio Máximo, pese a todo, no iba a ir contra Roma. Manlio Fabio Beltrones, por más que grille, no atentará contra el PRI.

Si las cosas no salen, no será culpa de Beltrones. Y si, de milagro, el PRI tiene éxito en el 2018, mucho le deberá Meade –en el caso de que sea el candidato, como podría serlo– a Manlio Fabio.