Circula en internet un folleto publicitario donde un hombre se presenta como “doble de Chayanne” y ofrece servicios de acompañamiento para eventos privados.
Expertos y usuarios en redes han señalado que se trata de suplantación de identidad, ya que el cantante no ha autorizado el uso de su imagen ni participa en estas actividades.
La oferta busca aprovecharse de la fama del artista para atraer clientes, un caso más de cómo la identidad de terceros se utiliza de manera fraudulenta.
Suplantación de identidad: un delito en expansión en México
El robo de identidad y los fraudes digitales se intensificaron durante el último año. La Encuesta Nacional de Victimización reportó un aumento en denuncias relacionadas con engaños y estafas, especialmente en canales digitales.
Durante ese año, las reclamaciones por fraudes bancarios y electrónicos crecieron de manera significativa. Se registraron millones de reportes de posibles fraudes en servicios financieros y pagos digitales, evidenciando la magnitud del problema.
Los jóvenes, muy activos en redes sociales, y los adultos mayores, con menor familiaridad digital, fueron los grupos más afectados.
Las modalidades más comunes incluyeron phishing, vishing y smishing, utilizadas para robar información y suplantar identidades.
Suplantación de identidad: El impacto más allá de lo digital
Aunque muchos ataques se dieron por canales digitales, la suplantación de identidad también tuvo consecuencias fuera de línea.
En el último año aumentaron los casos de créditos fraudulentos, documentación falsa y robo de identidad física, con pérdidas económicas y trámites legales prolongados para las víctimas.
Ya se advertía sobre los riesgos de la tecnología deepfake: Videos y audios manipulados podían inducir transferencias o autorizar operaciones bajo suplantación de identidad, demostrando que la clonación de voz o la manipulación de imagen era una herramienta potencial de fraude sofisticado.
Este caso del “doble de Chayanne” ejemplifica cómo la suplantación de identidad se ha vuelto común y multifacética: ya no solo se trata de datos robados, sino de la apropiación de rostros y voces para generar fraudes cada vez más sofisticados y difíciles de rastrear.






