Seguí por SDP Noticias la transmisión del mitin de ayer frente al Senado, encabezado por Andrés Manuel López Obrador y con la presencia de líderes del SME, diputados y otros líderes del movimiento democrático. Complemento la información con lo que publican hoy diversos diarios y portales de Internet, principalmente La Jornada y El Universal. Por cuestiones técnicas no pude ver el mitin completo a través de Internet; escuché solamente los discursos de Jesús Martín del Campo, de Ricardo Monreal y de Fernando Amezcua, secretario del exterior del SME. Ya no pude ver el del presidente legítimo de México; únicamente supe del mismo por los comentarios que via teléfono celular y Twitter me hicieron llegar mis conocidos. Resumo en uno sólo la opinión generalizada de mis contactos: "Después de los aguerridos discursos de Monreal y Amezcua, AMLO otra vez se vio tibio". La verdad, admito que no me sorprendió leerlo.
Después de la arriesgada, valiente y dura decisión de instalar el plantón en Reforma y el Zócalo en protesta por el fraude de 2006; luego de la heroica gesta resistente en defensa del petróleo el año pasado, ¿qué otras acciones concretas de resistencia civil ha tomado el movimiento democrático? ¿Cómo nos hemos organizado para, movilizados como grupo, impedir efectivamente la consumación de la hegemonía derechista en este país? ¿Qué hemos hecho más allá de reunirnos periódicamente para escuchar que la camarilla rapaz que domina en México emprende ataque tras ataque contra el pueblo que, pasivo, sólo atina a corear consignas y mentadas en cada concentración? No hemos hecho mucho, la verdad.
Es sintomático que la movilización más grande de los últimos meses en defensa del interés popular haya sido convocada y organizada por una agrupación sindical de larga tradición combativa, que al verse bajo la embestida del "gobierno" de Calderón logró unir en torno suyo a sectores y grupos que tradicionalmente no se han acercado al movimiento obradorista (porque éste, hay que decirlo, tampoco ha sabido acercarse a ellos). Estuve en la marcha del 15 de octubre y pude ver contingentes de estudiantes universitarios, trabajadores petroleros disidentes, maestros opositores al yugo gordillista, integrantes de colectivos por la diversidad sexual, campesinos, amas de casa, empleados de todos niveles. Ciudadanos de a pie sin atadura o compromiso alguno con el Sindicato Mexicano de Electricistas, pero convencidos de que un ataque contra esta organización es un ataque al sindicalismo y un paso más hacia el totalitarismo en México. ¿Dónde han estado estos grupos en las asambleasinformativasdel Zócalo?
Todos ellos, y los miles de electricistas que marcharon a la vanguardia, comparten un mismo enojo, un mismo malestar. Están hartos de los constantes embates privatizadores, de la oligarquía corrupta de este país que expolia a la clase trabajadora con tal de mantener sus insultantes privilegios. Hartos de que nada cambie excepto para mal. Hartos de sostener a una clase política podrida cuyo agusanado hedor ha contaminado el debate y las instituciones. Pero también están hartos -estamos- de las indefiniciones, de los titubeos, de la vacilante respuesta que desde este lado se ha ofrecido frente a todo ello. Hartos de la impotencia de reunirnos a cada rato para escuchar el mismo discurso, los mismos argumentos, que ya no necesitamos oir porque no necesitamos convencernos de lo que ya sabemos. Hartos de sentir que nuestros dirigentes nos tienen encerrados en una burbuja de la purezadonde estamos los "buenos" frente a todos los demás, la mafia que se robó la presidencia, los potentados que dominan a México e impusieron a un pelele, los diputados y senadores agachones que aumentaron los impuestos para no tocar a las grandes empresas, el Chupacabrasque mueve los hilos del poder tras bambalinas. Y todo ello sin que de este lado pongamos un firme hasta aquí a tanto abuso y tanto cinismo. Hartos, en suma, de nuestra propia tibieza.
No en balde los trabajadores de Luz y Fuerza del Centro -me niego a acatar la extinción de la compañía, por eso la nombro como el ente que todavía existe y aglutina a sus trabajadores, por más que el gobierno usurpador se empeñe en desaparecerla hasta de la memoria colectiva- fueron definidos por Raúl Alvarez Garín, veterano luchador social desde el 68 y presente también en la marcha del 15 de octubre, como "consejeros de la Patria". Son ellos, dice Garín, quienes ponen el ejemplo y plantan cara al atropello, y no a través de posicionamientos políticos absolutamente reales pero sin mayor impacto. No, basta ver los acuerdos tomados por los electricistas en sus últimas asambleas y reuniones, basta leer con atención los discursos de ayer, para darse cuenta que, sin abandonar la lucha pacífica, es posible oponer una resistencia activa y efectiva.
El SME ha convocado a los consumidores a no pagar por la energía eléctrica, en una forma de desobediencia civil no violenta que de tener éxito en su convocatoria pondría en serios aprietos al gobierno usurpador empecinado en su decreto ilegal. Han llamado también los electricistas a diversas organizaciones sociales a sumarse a un paro nacional, cuya fecha y mecanismos habrán de definirse el próximo 5 de noviembre. En mítines y corrillos sindicales y políticos la consigna va tomando forma: revocación del mandato. Que renuncie el usurpador. En palabras de Gerardo Fernández Noroña: el SME se queda, Calderón se va.
Estas y otras demandas sociales cobran cada día más fuerza, porque los ciudadanos ya no quieren más asambleas y discursos que sólo abonan a la indefinición y a postergar eternamente las acciones de movilización cada vez más necesarias. Está demostrado que no es con mensajes políticos para convencidos que el movimiento puede oponer una resistencia eficaz a la embestida derechista. Las elaboraciones conceptuales que racionalizan nuestra realidad son útiles en tanto sirvan de mensaje para concientizar a las masas. Pero una vez que no sólo las masas están convencidas, sino cada vez son sectores más amplios de las clases medias y altas quienes se dan cuenta que algo anda mal en este país, es momento de aprovechar ese impulso vital y pasar a la resistencia movilizada, siempre dentro de los cauces legales y por encima de todo, pacíficos. Es momento de tender puentes hacia los sectores de la sociedad donde cunde el descontento y que hasta hoy no han encontrado en la izquierda una viadeexpresión que represente sus intereses: pequeños y medianos empresarios, estudiantes que ven su futuro cancelado a priori, clases medias a punto de dejar de serlo. Es momento de que el movimiento deje de comportarse de manera endogámica y se abra a la sociedad aunque ello implique, para sus dirigentes, escuchar los reclamos y someterse a las decisiones de la mayoría. De esa mayoría que exige, cada vez más exasperada, que llegó el momento de pasar de los discursos a las acciones.
Ya no sólo discursos, basta de escurrir el bulto para no tomar decisiones. Así ya no, Andrés Manuel.
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