El término hegemonía viene de la antigua Grecia “hegemón”, que significa comandar, guiar y/o gobernar, que si bien en su origen posee cierta connotación militar, esto tiene una vertiente más que positiva, por ejemplo, en el Siglo 3 A.C., Filipo de Macedonia y Padre de Alejandro Magno venció a los atenienses y tebanos (año 338 a.c.), desdeñó asumir el titulo de Rey de Grecia, prefiriendo proclamarse precisamente como Hegemón, o sea, un gobernante que intentó cohesionar los territorios conquistados, antes que solo imponer por la fuerza sus propios criterios políticos; una decisión mucho más pragmática por donde se le viera y que fue ejemplo en adelante para el joven Alejandro, por entonces con apenas 18 años.

Así pues, el término en cuestión aplica muy bien al hoy ya expresidente Andrés Manuel López Obrador, pero no en su concepción torcida y negativa. Se requeriría al AMLO asumir la presidencia en 2018 acciones hegemónicas en varios temas de interés nacional, y solo mencionaré, al alimón, un puñado de ejemplos:

La pacificación del país: Era imperativo cambiar de políticas públicas para lograr un proceso de repacificación gradual. El enfoque de las mismas debía reorientarse vida la política social, a los jóvenes principalmente. Lamentablemente y dado una guerra fratricida e inútil, heredada de un sexenio espurio, esto tomará muchos años para palpar resultados radicales, pero es indudable que las causas sociales se tomaron en cuenta y se rescataron de la ignominia prianista (2000 - 2018).

El federalismo: México se ha convertido más que en una federación, en una suerte de confederación de Estados independientes, dado el inmenso caudal de recursos que administran las entidades federativas, donde el común denominador es la opacidad y la corrupción sin limite. Muchos criticaban la cuestión de la supresión de los delegados federales por los nuevos y mal llamados “superdelegados”, pero a nadie vi defendiendo el anterior esquema, de señores feudales, es decir, gobernadores (creación de Vicente Fox) con toda la discrecionalidad a la hora de manejar recursos que ellos, en su mayoría, no recaudan. Buena fórmula de federalismo, atrofiado y pervertido.

Era urgente corregir el rumbo, extirpar los incentivos perversos y las complicidades y enredos burocráticos entre los entonces múltiples delegados federales y los gobernadores, y aun los mismos alcaldes. Los resultados no podían ya ser espectaculares, dado que las canonjías de Fox a estos señores suponen ya derechos adquiridos, pero al menos las inercias en el tema se lograron desacelerar.

Las columnas más leídas de hoy

Convertir los dos Méxicos (el rico y el pobre) en un solo país: Contrario a cualquier tipo de hegemonía, esta la vergonzosa realidad de la convivencia de dos países en uno, el del centro-norte, desarrollado y con la inversión pública y privada orientada hacia él, y el otro, el del sur-sureste, subdesarrollado hasta niveles de desarrollo humano lastimosos. Los anuncios de obras de infraestructura de gran calado como el corredor transístmico y el tren Maya y la enorme refinería en DOS BOCAS, lograron voltear las cifras de crecimiento económico en el sexenio en favor del sur/sureste mexicano, con una política fiscal acertada de corte keynesiano. Ese fue un logro inédito, y ya que esas megaobras funcionen a plenitud esa brecha entre los dos Méxicos irá, de a poco, amainando.

El haber devuelto la dignidad a millones de mexicanos vulnerables, con pensiones a adultos mayores, discapacitados, estudiantes, madres solteras y otros grupos vulnerables, que además de eso provocaron un aumento en su poder de compra y por ende en el consumo, beneficiando a todos los sectores.

En fin, esto no se trata de un “informe” sexenal de la administración López Obrador, sino solo esbozar algunos de los retos con los que arrancó su sexenio, y también algunas de sus bondades y aun logros, que, por cierto, una de sus principales banderas (y ejemplos en lo personal) fue el de un estilo personal de gobernar apegado a la austeridad republicana, misma que hoy no pocos miembros del gobierno se pasan por el arco del triunfo (su hijo incluido), y el, siendo ya (según el término acusado por Moguel Alemán Velasco en uno de sus libros) es un “tehuacán sin gas”, no puede hacer mucho (quizás nada) relevante por evitarlo, y la gran pregunta es: ¿cuántos viajes, excesos y horrores, se necesitan para ensuciar la imagen ante el pueblo del hegemón de México? La respuesta es que no hay una cifra, dado que Andrés Manuel López Obrador ya está más allá del bien y del mal, pertenece a la historia de bronce. El problema es quién y cómo se detendrán todas esas expresiones de cinismo obsceno, de retomar inercias de nuestros peores pasados. El castigo presidencial a Adán Augusto López Hernández y otros seguro representarán una suerte de límite para toda la clase política del oficialismo. Eso ya es algo, más que nada.